Es el derecho justamente el límite del autoritarismo, y la disciplina penal y su aplicación la que diferencia un modelo de Estado democrático y de derecho, del que no lo es. La aplicación de la Justicia a los criminales venezolanos sería un importante signo de civilidad que debe marcar los tiempos por venir. Es el deber de esta generación y las que vienen, trabajar en función de que la verdad de los hechos sea parte integral de nuestra historia y que todos seamos contralores para que no se repitan.
“Este proceso nos presenta también un nuevo género de asesino, que ejerce su oficio sanguinario sentado ante su escritorio y que raramente mata con sus propias manos (…) Pero de su boca fue de donde partió la orden de utilizar las cámaras de gas. Con un golpe de teléfono ponía en marcha los trenes con destino a los campos de exterminio (…) Él no hacía más que ordenar; bajo sus órdenes, sus secuaces deportaban, golpeaban y torturaban a los judíos, los encerraban en ghettos, los marcaban con la señal de la infamia, los despojaban de todos sus bienes y para terminar, los escoltaban hasta los lugares de exterminio (…) Esta decisión tomada a sangre fría y con la mente serena, de aniquilar a un pueblo y borrarlo de la tierra, es tan horrorosa que no se encuentran palabras para calificarla (…) Este crimen sin precedentes perpetrado por europeos del siglo XX, ha suscitado, para calificarlo, la creación de un término criminológico que aún la humanidad no había conocido nunca, ni siquiera en sus épocas más sombrías: El de genocidio”.
Así exponía sus alegatos iniciales el fiscal Gideon Hausner ante un tribunal en Israel, luego de gritar a viva voz su histórico ‘¡yo acuso!’, el 11 de abril de 1961, fecha en la que se inició el juicio contra el criminal nazi Adolf Eichmann, ideólogo y ejecutor de la llamada “Solución Final”. Al menos 15 cargos por horrendos crímenes se le atribuyeron durante el proceso, entre ellos destacan la deportación forzada de millones de judíos, la confiscación de sus bienes, privación de alimentos, sometimiento a condiciones de vida infrahumanas, separación de niños de sus familias y atroces asesinatos en masa.
Hay un denominador común que destaca entre aquellos que Hausner caracterizó, como los que ejercen el sanguinario oficio de matar sentados ante su escritorio. Más allá de la maldad de sus actos, están convencidos que mientras vivan serán poderosos, y que la justicia no les alcanzará jamás. El ejercicio del poder absoluto envilece, los aduladores alrededor sólo dicen lo que el criminal quiere escuchar. Los reportes sobre la situación del país y sus habitantes le llegan edulcorados y paulatinamente le van alejando de la realidad, finalmente pierden contacto con ella, la gente y su sufrimiento dejan de importar, es más fácil responsabilizar a otros del caos que han generado. Toda su energía se centra en mantenerse aferrado a ese poder que tantos privilegios reporta.
Maduro como Eichmann, sólo da una señal y su aparato de terror actúa. Varios segmentos del reciente Informe de la Comisión de Determinación de Hechos de la ONU sobre Venezuela dan cuenta de ello. No se ensucia las manos, no da la cara a sus víctimas, pero además con un cinismo inconmensurable, le dice a la población que los está protegiendo, sólo que para ello, tiene que exterminar a miles. Total es por su bien. Esto tiene un gran parecido con “El Gran Salto Adelante” de Mao, que con la excusa de convertir a China en una potencia, mató a millones de hambre.
“El 13 de julio de 2015, el Presidente Maduro anuncio por televisión que había ordenado y coordinado las cuatro OLP junto con el Comandante General de la GNB, General Néstor Reverol, el Ministro de Defensa, General Padrino López, y el Ministro del Interior, Gustavo González López, así como con los comandantes de la PNB, el Cicpc y de la policía local. El Presidente Maduro dijo que las OLP se aplicarían en todo el país. Hizo un llamamiento a los jefes de la policía para que mostraran los más altos estándares de liderazgo y moralidad”. (Informe de la Comisión para la Determinación de Hechos). Luego de esta orden, que es una suerte de banderazo inicial para el asesinato masivo, se institucionalizaron los criminales enmascarados que empiezan a tomar los barrios más pobres del país para ejecutar impunemente a miles de venezolanos. Esa sola declaración de Maduro en esa fecha dejó 15 asesinados, cientos de casas saqueadas, decenas de detenciones ilegales, robos y atropellos de toda índole.
El diagnóstico está muy claro, no es mi objetivo ahondar en él. Quiero referirme a las consecuencias. Soy un convencido de la acción de la justicia en el caso venezolano. Es muy difícil que siglos de construcción de conocimiento e institucionalidad penal, se queden al margen de una de las casuísticas más claras de crímenes de lesa humanidad cometidos en tiempos recientes. Es el derecho justamente el límite del autoritarismo, y la disciplina penal y su aplicación la que diferencia un modelo de Estado democrático y de derecho, del que no lo es. La aplicación de la Justicia a los criminales venezolanos, sería un importante signo de civilidad que debe marcar los tiempos por venir; la impunidad por el contrario, sería la exaltación de la barbarie, de los antivalores, de la esclavitud sobre la libertad.
Tanto el Informe de la Comisión de Determinación de Hechos, como la actualización del Informe de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, definen el rumbo a seguir; porque buena parte del desenlace de la compleja situación venezolana pasa por la recta y transparente actuación de la justicia. No sabemos si actuará la justicia internacional, la universal o incluso la interna, pero así como las atrocidades contra la humanidad de Eichmann no quedaron impunes, es el deber de esta generación y las que vienen, trabajar en función de que la verdad de los hechos sea parte integral de nuestra historia, que las víctimas sean reivindicadas y reparadas, y que todos seamos contralores de que no se repitan los crímenes.
La verdadera solución final es la justicia y el mensaje claro a los perpetradores, que tarde o temprano esta les alcanzará. Por cierto, Eichmann fue condenado a muerte, ejecutado en la horca, incinerado su cuerpo y sus cenizas esparcidas en el océano, fuera del mar territorial de Israel. Tal vez uno de los actos de justicia de mayor simbología de la historia.