2- No hay que desestimar “la patada histórica” que podría ocurrir, cuando Arce decida que no quiere tener a Evo sobrevolándole el Palacio Quemado. Los que crecen bajo el ala de algún poderoso normalmente tienden a sacudirse al mentor una vez que llegan a la posición ambicionada. Los relevos tienden a afirmar su personalidad en la sucesión. Es la pizca de Juan Vicente Gómez que atesoran los herederos políticos.
3- Una reflexión sobre la transición. A los interinos se les asigna una misión: llevar un país del punto A (régimen saliente) al punto B (gobierno democrático entrante). Janine Añez no entendió el asunto y la picó el mosquito de la ambición, estimulada por agentes nacionales e internacionales que saben de ajedrez pero no de historia. No digo que sea la causa única o fundamental de la derrota de Carlos Mesa, pero sí un contribuyente a rebajar la épica de la transición. Este error no es infrecuente: en nuestro medio, Wolfgang Larrazábal es una figura ejemplar de nuestra historia al haber encabezado la Junta de Gobierno que siguió al derrocamiento de la dictadura en 1958; con su humildad y don de gente se ganó al país entero, pero lo tentó la candidatura presidencial y perdió, aunque las masas caraqueñas enardecidas por unos días no lo quisieron admitir. Ahora ese peligro lo corre Guaidó; a él se le entregó la misión de la transición, no de armar un gobierno de emergencia nacional: él es el gobierno de emergencia nacional o, al menos, debería serlo; se le escogió para ir de A a B y no para ser candidato en elección presidencial alguna en la transición o en las elecciones que seguirán inmediatamente después de esa transición. Ojalá no sucumba a los cantos de sirena, y menos a los de “ballena” según dice el aventajado del Zulia.
4- La bobería sigue campante con los que afirman que no apoyar la “consulta” de Guaidó es apoyar al régimen; ni ellos se lo creen. Son bobos. Esa consulta es como preguntar si el cambur verde, mancha; o si el sol sale por el este. Esa consulta tiene el propósito, según dicen sus promotores serios de movilizar al país; pero, ¿movilizarlo para qué? Si se proclama como fundamento que la mayoría quiere salir del régimen y que hasta la saciedad la opinión pública ha mostrado su acuerdo con hacerlo “como sea”, son obvias las respuestas. Entonces, supongamos que el tema es agitar la calle, ¿de verdad creen que esos cuestionarios sobre la redondez de la tierra y la tibieza del agua son movilizadoras en la actual situación del país? Respeto a los promotores serios de esa vía; pero, más allá de los desacuerdos, pienso que hay una notable incomunicación con el sentimiento de la mayoría de los ciudadanos.
5- La Ley Antibloqueo se dice que permitiría a Maduro hacer lo que le da la gana. Me pregunto, si ya hace lo que le sale de su torcida alma, para qué necesita esa ley. Desde el punto de vista práctico, para nada. El régimen hace y deshace sin ninguna consideración sobre la Constitución –su Constitución- y las leyes; ¿para qué esa ley? Mi impresión es que su objetivo es fundamentalmente psicológico; es proclamar precisamente eso: hacemos lo que nos da la gana, cuándo y cómo nos da la gana. A nadie pedimos permiso, a nadie rendimos cuenta, nadie tiene derecho, siquiera, a preguntarnos. La monarquía absoluta en manos de un equipo integrado por Joe Bonnano, Lucky Luciano y Don Carlo Gambino.
6- Finalmente una reflexión constitucional. La Constitución de 1999 es un potingue descompuesto en su concepción global. La oposición la ha usado para enfrentar al régimen con sus propias mentiras y limitaciones. Con fundamento en ella Guaidó es Presidente interino y por eso se la conserva desde este lado; sin embargo, aparecen dos problemas: el primero, es que hay quienes se han vuelto devotos de ese bodrio constitucional como si fuera la santa palabra y le reclaman al régimen –que viola todo lo violable- en nombre de ella, como si le importara. El segundo problema es que esa Constitución se ha convertido en camisa de fuerza para la propia oposición; hay quienes no quieren ni estornudar porque eso viola tal o cual artículo. Llegará el momento de desembarazarse de esa limitación y recurrir a un Estatuto que lo supla. Esa sí sería una buena pregunta para una consulta: ¿está usted de acuerdo en deshacerse de la Constitución de 1999, la de Hugo Chávez, y desconocerla desde ya para volver a una Constitución democrática?