Conocido por su conducta polémica y sus excentricidades, Maha Vajiralongkorn (68) -que gobierna como Rama X- está siendo duramente cuestionado por su función como rey de Tailandia cuando vive fuera de sus fronteras y rodeado de lujos; mientras el turismo en su país, una de sus principales fuentes de ingresos, ha caído más de un 70% por la pandemia de coronavirus, lo que está acentuando más la pobreza entre amplios sectores de la población.
Desde este verano el país está convulsionado por multitudinarias protestas estudiantiles que exigen la dimisión del primer ministro, un general llevado al poder por un golpe de Estado en 2014, y una revisión de la Constitución, que se considera demasiado favorable al ejército, y se atreven a reclamar una reforma de la poderosa y riquísima monarquía, un tema tabú en el país hasta no hace mucho.
Lo cierto es que la popularidad del monarca está en descenso en un país que tiene una de las legislaciones más duras del mundo respecto de lo que se puede decir sobre él o no, ya que cualquiera que “difame, insulte o amenace al rey, la reina, el heredero o el regente” puede llegar a estar penado con quince años de prisión.
Las polémicas estallaron cuando a principios del brote de coronavirus, el monarca burló el aislamiento y se alojó en el Grand Hotel Sonnenbichl, en los Alpes de Alemania, junto a todo su harén, veinte concubinas. Maha acostumbra a pasar gran parte de su tiempo en Alemania, donde tiene una de sus varias propiedades.
En abril, miles de internautas tailandeses protestaron contra el rey en Twitter con la etiqueta #¿Paraquénecesitamosunrey? por su papel durante la pandemia, una expresión de descontento sin precedentes. Los usuarios acusaron a Vajiralongkorn, que a diferencia de otros reyes no ha hecho ninguna declaración pública sobre la crisis, de no preocuparse por los pacientes del coronavirus en Tailandia, que ascienden a 2.220 casos, de los cuales han fallecido 26. Tampoco se presentó a la celebración de su cumpleaños.
El actual monarca heredó el trono tras la muerte de su padre, el rey Bumhibol, en 2016, aunque no se coronó hasta el año pasado, pero no ha heredado la popularidad de su progenitor, que reinó durante siete decenios y al que gran parte de los tailandeses reverenciaba como el padre de la nación y como una figura prácticamente semidivina.
Desde su ascenso al trono, Vajiralongkorn impuso un marcado cambio en el estilo de gobierno, ampliando sus poderes y el control sobre el dinero y el vasto patrimonio de la Casa Real, así como sobre el poderoso estamento militar.
El rey de Tailandia es el garante de la unidad del reino, que ha registrado doce golpes de Estado desde 1932, y de su sistema oligárquico integrado por aristócratas, altos mandos del ejército y una élite empresarial en su mayoría chino-tailandesa. En este sentido, mucho más allá de su estatus de monarca constitucional, tiene una influencia considerable que ejerce frecuentemente en la sombra.
El rey figura en la lista de los hombres más ricos del mundo, con una fortuna heredada de su padre de cerca de 28.000 millones de dólares, según Forbes.
Aunque su excéntrica conducta es lo que más lo diferenció de su equilibrado padre. Bhumibol pudo haber sido el monarca más rico del mundo, pero su gente creía que era un buen hombre y lo respetaba aún más cuando, en 2005, aceptó que ni siquiera él era perfecto.
Ese nunca ha sido un sentimiento compartido por su único hijo. Por su parte, las élites de Tailandia han detestado durante mucho tiempo los violentos cambios de humor de Maha, los fetiches extraños y los escándalos en los que se vio envuelto.
Su mala fama comenzó en la escuela. Educado en dos exclusivos colegios de Inglaterra, sus ex compañeros contaron que el futuro rey se comportaba como un matón y estaba tan mimado que a la edad de 12 años todavía no podía atarse los cordones de sus zapatos porque sus sirvientes siempre lo hacían por él.
En 1977, después de asistir a la escuela militar en Australia, se casó con su prima, la princesa Soamsawali Kitiyakara, con quien tuvo una hija. Pero el matrimonio terminó en divorcio, quizás en parte porque, además de ser infiel, Maha tuvo cuatro hijos y una hija con su amante, la actriz Yuvadhida Polpraserth, con quien se casó en 1994. Cuando, dos años después, ella huyó al Reino Unido, él repudió a cuatro de sus cinco hijos y dejó de pagar sus cuotas escolares.
Fue con su tercera esposa, Srirasmi Suwadee, una ex mesera que había estado a su servicio desde 1992, que compró Foo Foo, el caniche blanco que en 2007 elevó a jefe de la fuerza aérea y hasta fue uno de los invitados oficiales en una recepción ofrecida por el embajador de Estados Unidos, Ralph Boyce.
En 2009, las imágenes filtradas de las celebraciones del cumpleaños de Foo Foo mostraban a la esposa de Maha, Suwadee, agachada en el suelo, con poco más que una tanga, aparentemente comiendo comida para perros mientras el rey miraba. Suwadee más tarde fue despojada de sus títulos y los miembros de la familia fueron encarcelados. Cuando Foo Foo falleció en 2015, Maha le dio al perro un lujoso funeral de cuatro días.
En 2019, el rey repudió a nueva esposa y ex concubina Sineenat Wongvajirapakdi, acusándola de “desleal, desobediente y desagradecida”. Dos meses antes había legalizado –con millonaria ceremonia– a la también ex concubina y ex azafata de la aerolínea Thai Airways Suthida Tidjai, ahora reina.
Hace un mes trascendió que Maha perdonó a Sineenat, ordenó su liberación de la cárcel femenina de Lat Yao, en Bangkok. Sineenat viajó en uno de los Boeing 737 propiedad de la Casa Real rumbo a Múnich donde se ha vuelto a incorporar al harén del rey en el Grand Hotel Sonnenbichl de Baviera, donde se alojan en exclusiva todos los miembros reales. Las imágenes del monarca tailandés yendo a recibir a su concubina dieron la vuelta al mundo.