Miles de iraquíes manifestaron el domingo en Bagdad por el primer aniversario de la “revolución de octubre”, desafiando a un gobierno incapaz de reformarse y de ofrecerles los servicios básicos, así como a la creciente influencia de las facciones armadas iraquíes pro-Irán.
Las protestas de 2019 fueron duramente reprimidas, con cerca de 600 manifestantes muertos, 30.000 heridos y cientos de detenidos. La represión fue acompañada de una campaña de asesinatos y de secuestros de figuras de la revuelta, dirigida según la ONU por “milicias”.
Este domingo, se registraron incidentes en Bagdad entre las fuerzas del orden y jóvenes manifestantes que querían llegar desde la emblemática Plaza Tahrir a la Zona Verde, un barrio altamente protegido donde se encuentran las sedes del parlamento y el gobierno iraquí, así como la embajada de Estados Unidos.
Los jóvenes avanzaban y retrocedían ante la policía en los puentes Al Jumhuriya, que une Tahrir con la Zona Verde, y Senek, que conduce directamente a la embajada de Irán.
Unos cincuenta policías y manifestantes resultaron levemente heridos en los intercambios de pedradas y gases lacrimógenos, indicaron fuentes policiales y médicas a la AFP
También había manifestaciones, hasta aquí sin incidentes, en las ciudades de Nayaf, Hilla, Basora, Kut, Diwaniya, Nasiriya y Amara, señalaron corresponsales de la AFP en el sur del país.
Alí Ghazi, que manifiesta en Nasiriya, bastión de todas las revueltas en Irak, afirmó a la AFP que participa “para repetir que queremos lograr nuestro objetivo: construir un nuevo Irak”.
En octubre de 2019, los manifestantes reclamaban una renovación total del sistema político, el fin de la corrupción endémica y más empleos y servicios para todos.
Este año, el primer ministro Mustafá Al Kazimi, nombrado en abril para intentar sacar al país de la paralización, insistió que había dado la orden a las fuerzas de seguridad de no recurrir a las armas ni a la fuerza letal.
– Objetivo: Zona Verde –
Pero en un país hundido en conflictos desde hace décadas y donde los grupos armados no dejaron de extender su influencia, las armas son omnipresentes, como reconoce Kazimi –igualmente jefe de inteligencia exterior–, que no consiguió detener los disparos de cohetes, asesinatos y amenazas de facciones armadas.
La revuelta popular fue eclipsada por las tensiones entre Irán y Estados Unidos, países enemigos y principales potencias más presentes en Irak, y después por la pandemia de covid-19.
Según Sajjad Salam, abogado y militante en Kut (sur), cientos de manifestantes de su ciudad se desplazaron a Bagdad para entrar en la Zona Verde, que para ellos es un símbolo del poder y de su desconexión del resto de Irak.
“Queremos la disolución del Parlamento, elecciones transparentes, una ley sobre los partidos y que el Estado recupere el control sobre las armas”, enumera.
En Amara (sur), manifestantes partieron en autobuses hacia Bagdad. Para el activista Husein Murtada, “están decididos pese a las amenazas”.
Pero los propios militantes parecen divididos sobre el recorrido de las marchas del domingo. Algunos estiman que Tahrir es el único espacio seguro, ya que un intento de entrar en la Zona Verde podría exponerlos a una violenta represión.
– “El agente” –
El portavoz militar de Kazimi instó a los manifestantes a permanecer en la plaza Tharir, el único lugar “totalmente seguro”.
Los manifestantes, que hace un año reclamaban empleos para los jóvenes (60% de la población), estiman que nada ha cambiado. Incluso aseguran que sus condiciones se han degradado.
Los precios del petróleo han caído, el confinamiento sanitario dejó sin ingresos a los trabajadores jornaleros y los funcionarios y pensionistas, uno de cada cinco iraníes, cobraron con retraso.
Kazimi declaró el sábado que está trabajando para hacer justicia a los “mártires” de octubre de 2019 y enderezar una de las economías más dependientes del petróleo del mundo.
Pero hasta ahora no presentó ninguna reforma y el parlamento, dominado por los proiraníes, todavía no votó la carta electoral o el presupuesto de 2020, los dos grandes proyectos del gobierno, al que los más radicales de los proiraníes acusan de ser “el agente” de los estadounidenses.
AFP