A los norteamericanos ya parece cansarles la perturbación regional, los embrollos de mala fe en su propio continente. Si hay presencia de misiles cercanos, no se lo pensarán mucho para aniquilarlos en donde estén. Eso nos pondría en riesgo a todos. No queremos enredos impropios; el estar en medio de las jugadas bélicas de nacionales poderosas, solo por las pretensiones de un dictadorzuelo por aferrarse a un poder que nunca le ha pertenecido.
El mandatario colombiano, Iván Duque, lo mencionó hace poco más de dos meses. Parecía solo un pronunciamiento de advertencia. Una suposición por ciertas huellas dejadas en los rancios convenios venezolanos. Dijo -tratando quizá de escarbar en los ánimos ya revueltos con su país vecino-, que Venezuela pretendía adquirir misiles a través de Irán.
Habló esa vez que los misiles serían de mediano y largo alcance. Que todavía no habían arribado a territorio venezolano y que formaban parte de las aproximaciones del ministro de Defensa con el país asiático. Inmediatamente Maduro lo negó. Lo hizo con una sorna despiadada. Utilizó el sarcasmo habitual de aquellos gobernantes que esgrimen el poder con sangre: “aunque no sería mala idea”.
Esa posibilidad terrible parecía ya olvidada. Una noticia más de las tantas perturbadoras que germinan a diario en torno a nuestra situación política. Pero recientemente el representante especial del Departamento de Estado para Irán y Venezuela, Elliott Abrams, hizo una advertencia rotunda, al asegurar que destruirá los posibles envíos de misiles de largo alcance iraníes entregados al régimen venezolano.
No sabemos si la Casa Blanca tenga elementos valederos para verificar a ciencia cierta esta posibilidad alarmante. Si hay más de una estimación dispersa, algún presentimiento tenaz o simplemente sus organismos de inteligencia tienen las pruebas reales. Para qué serviría una declaración controvertida en plena confrontación del final de la campaña electoral norteamericana.
Resulta imposible no recordar la crisis de los misiles soviéticos en Cuba. En 1962 estaba todo servido para una posible guerra mundial. Se detectó la presencia de bases nucleares. Ya los gringos y sus aliados habían establecido un bloqueo a la isla, con aviones y unidades navales. Pero se logró un pacto inusual -tras las advertencias de Kennedy-, cuando Kruschev se comprometió a desmantelar estas rampas de misiles en la isla.
Tal vez hoy la Casa Blanca no tolere un agravio similar. Quizá no se cuente con la misma tolerancia de hace casi 60 años. Plantarle cara a esta provocación podría repercutir gravemente en todo el territorio. Los Estados Unidos no permitiría una mayor escalada iraní en sus propias barbas.
Seguramente no han arribado a Venezuela. El peligro está en la finalización del embargo impuesto en la ONU a la compra y venta de armas convencionales por parte de Irán. Eso abre el telón a las posibilidades de estos convenios virulentos, para que el régimen se arme de misiles.
Los gringos no le temen a ser señalados de provocadores, si interceptan estos artefactos antes de llegar a la tierra de Bolívar. Lo reiteró Abrams con un tono riguroso: “haremos todo lo posible para detener los envíos de misiles de largo alcance. Si de alguna manera llegan a Venezuela serán eliminados allí”.
A los despiadados poco les importa poner en riesgo a un país entero. Estos acuerdos deben hallarse más que entablados con Irán. Del tema, seguro han dialogado Colombia, Brasil y Guyana. Los pasos deben estar medidos ante una eventual contingencia.
No podemos echar por tierra cualquier peripecia de la dictadura para no perder los beneficios del poder. No duda en encarcelar a un político o periodista y forzarlo a inventar una declaración taimada. Es encarnizada y saben jugar con fuego. Mueven sus estrategias en un país que tiene caos por los cuatro costados. No sería nada descabellado el pensar que ahora también quiera misiles de guerra y ponga en vilo a la propia humanidad.
MgS. José Luis Zambrano Padauy
Exdirector de la Biblioteca Virtual de Maracaibo “Randa Richani”
zambranopadauy@hotmail.com