Independientemente de cómo sus resultados puedan impactarnos, los venezolanos tenemos que admitir que en la etapa actual somos mirones de palo en cuanto a lo que vaya a ocurrir con el tema electoral en los EEUU.
Tratándose de elecciones indirectas, el triunfo en esa nación lo obtendrá quien alcance la mágica cifra de 270 votos en un colegio electoral integrado por 538 miembros.
Hasta el momento CNN -inclinada a favor de la candidatura demócrata- le asigna a Biden el triunfo con 306 votos contra 232 para Trump. Sin embargo Donald Trump no ha reconocido el triunfo. Sostiene en uno de sus tweets: “Yo gané la elección”. Afirma que en algunos estados intervino la compañía Dominion, en sus palabras propiedad de la “izquierda radical”, a quien acusa de suministrar “engañosos” equipos de recuento de votos. Adicionalmente alegó que las elecciones por correo “son un chiste enfermo”. Por su parte Giuliani ha insinuado un vínculo entre la empresa Dominion y Smarmatic. Tal alusión de entrada despierta suspicacias ante los venezolanos.
En todo caso, por la vía del recuento de votos en los estados donde la diferencia resultó pequeña, luce matemáticamente imposible que Trump pueda remontar la cuesta. Sería diferente si se demuestra un fraude. Eso por supuesto quedaría en manos de los tribunales. Si para el 20 de enero del 2021- fecha en que concluye el período de Trump- el candidato ganador aún no ha sido reconocido y el caso continúa en las Cortes, se podría llegar al extremo de que el Congreso designe a Nancy Pelosi como presidenta encargada hasta que haya una salida legal o electoral. Una situación como esa nunca ha ocurrido en los EEUU.
Siempre conviene revisar las páginas de la historia. Aunque se trata de casos diferentes, resulta interesante analizar el resultado de las elecciones de 1824 en los EEUU cuando Andrew Jackson ganó, pero sin obtener la mitad más 1 de los votos como exigía la Constitución. Correspondió en tal caso al Congreso escoger al mandatario y la selección recayó sobre John Quincy Adams como sexto presidente de los EEUU. Aquello condujo a una escisión profunda en la sociedad americana y a que Jackson fundase el partido Demócrata con el cual ganó las elecciones de 1829. Los odios y los resentimientos estuvieron presentes durante mucho tiempo y se impuso una etapa de turbulencia política.
En todo caso, por el bien de los EEUU y también del sistema democrático que esa nación preconiza y lideriza en el mundo, ojalá que en las actuales circunstancias prevalezca la institucionalidad y haya una solución que sane las heridas y permita unir al país. De no ser así podríamos ser testigos de graves disturbios.
De hecho, aún está fresco el caso de la muerte de George Floyd que desató manifestaciones en más de 120 ciudades, quizá las más numerosas que se hayan conocido en el país norteño, protagonizados por organizaciones como Antifa y Black Lives Matter. La situación podría derivar en serios enfrentamientos, porque hoy en día también hay en las calles manifestaciones de apoyo a Trump por parte de grupos como los Proud Boys de extrema derecha. Los extremos siempre son peligrosos. Y para colmo, ni Dios lo quiera, esto podría ocurrir en el ápice de la pandemia del Covid 19.
Ambas situaciones se retroalimentarían y el impacto sobre la economía estadounidense podría ser devastador y veríamos derrumbarse los mercados de valores contribuyendo a una caída del PIB estadounidense aún mayor a la que ha previsto el FMI para este año.
Por el contrario el impacto mutuo y sinérgico de una solución política que todos acepten y el anuncio de la iniminencia de una vacuna, podría desatar en el corto plazo una ola de optimismo.
Ojalá que prive la sensatez por el bien de todos. Por el momento a eso apuestan los mercados. Estamos convencidos de la fortaleza un institucional de los EEUU.
José Toro Hardy, editor adjunto de Analítica
Este artículo fue publicado originalmente en Analítica el 17 de noviembre de 2020