Saldado el embrollo que el resultado electoral en EE.UU. produjo, vale la pena intentar otear el futuro sobre lo que pudiera traer consigo el nuevo gobierno norteamericano en materia de política internacional, y en particular, para las relaciones hemisféricas, sobre todo, en momentos en que de nuevo se agita el entorno político a lo largo de la Cordillera Andina.
En su campaña pudimos ver las posiciones que sobre algunos temas globales sostuvo el señor Biden; en su mayor parte, contrastantes con las orientaciones que marcaron la ejecutoria trumpiana.
El lema America First, enarbolado en épocas pasadas de EE.UU, asomaba por dónde irían los tiros. Iba a significar cambios importantes de conducta internacional, que recibieron en contrapartida, de parte de aliados y amigos maltratados, una respuesta de desaprobación, que no pocas veces crearon tensiones innecesarias.
No solo en lo político, también en lo militar y ambiental, la administración Trump puso en práctica políticas a contravía de muchos de lo que hasta su llegada eran pilares fundamentales de la conducta exterior de ese país.
Tales políticas quebrantaron las relaciones con sus aliados tradicionales. Estos estropicios incomprensibles perjudicaron la imagen exterior de EE.UU, por un lado, y por otro, la del mismo presidente, a pesar de que éste mantuvo amplio apoyo a lo interno.
Para esta animadversión no hizo falta que se acometiera acción militar alguna, la cual siempre genera condenas en la opinión pública internacional. Bastaron decisiones inconvenientes sobre los acuerdos comerciales negociados durante la administración Obama, la denuncia del Acuerdo de Paris sobre el medio ambiente, el menoscabo a las relaciones atlánticas, las fricciones en la OTAN, la disputa con China, entre otros asuntos, para que se potenciara una opinión internacional de rechazo hacia ese país.
Obviamente, en este balance muy sumario que hago no deben olvidarse algunas iniciativas que pueden ser bien vistas como positivas. La defensa de la democracia frente a las tiranías cubana, venezolana y nicaragüense forma parte de lo positivo en nuestro entorno hemisférico, lo que, en lo particular, muchos venezolanos agradecen. Las más recientes iniciativas en el Medio Oriente.
Pareciera que Biden viene a revertir la mayoría de las decisiones de Trump en los asuntos diplomáticos. En esta área el lema sería ahora: Diplomacy First, como el instrumento prioritario del poder estadounidense, apartando la visión endógena que inspiró al presidente ahora en pronta salida.
Así, pues, habría un retorno al multilateralismo, a una retoma de tratados y alianzas puestos de lado por Trump.
Las políticas de seguridad de EEUU quizás sufran alguna modificación, sin olvidar que el Departamento de Estado, como institución, volverá por sus fueros, al reasumir su carácter profesional.
En cuanto al compromiso democrático, Biden propone una “Cumbre para la Democracia”, cuyo objeto sería “renovar el espíritu y propósito de las naciones del mundo libre”; tema éste de mucho interés para la región, que ya se verá cómo se concreta.
Sobre la crisis venezolana, se ha reiterado que no variará la política definida y consensuada de manera bipartidista por el Congreso norteamericano. Quizás la orientación multilateralista propicie vías para encaminar su solución definitiva.
¿Es dable pensar en iniciativas conjuntas que integren a la Unión Europea, la OEA, el Grupo de Lima y otros actores internacionales de cara a Venezuela?
¿Qué pasará con las sanciones contra la tiranía chavista? ¿Se mantendrán, reforzarán o más bien, se aliviarán?
Las dudas al respecto caben. En cualquier eventual negociación que se dé, aquellas constituyen un factor importante de presión que no puede desdeñarse. Sus efectos políticos han sido notorios, a pesar de los apoyos ruso, chino e iraní a la tiranía. Las consecuencias de ellas en la población venezolana, han sido insignificantes, al lado del descalabro social que generaron dos décadas de desmadre y destrucción institucional y económica.
No obstante, muchos son los que andan esperanzados con Biden en el sentido de que el retorno a la democracia y al bienestar perdido en nuestro país, se haga realidad con él. Ojalá así sea.
Nos esperan más días difíciles. El hambre no cesa. La migración se reinicia. La hiperinflación se acentúa.
A los venezolanos sólo nos queda levantar la protesta y concertar esfuerzos, para que los distintos movimientos sociales y políticos confluyan en un solo propósito que apunta a la restauración de la libertad.
Es de esperar que el nuevo gobierno norteamericano y la Comunidad internacional nos ayuden en el logro de ese objetivo.