La mano de Dios que le ayudó a Diego Armando Maradona a anotarle el primer gol a Inglaterra, en los cuartos de final de la Copa Mundo de 1986, se lo llevó este miércoles, 25 de noviembre, en medio de un halo de gloria y de inmortalidad, pero también de controversia.
Por eltiempo.com
Dentro de la cancha, el delantero –mediocampista ofensivo y luego entrenador– logró conquistar tres continentes con su genialidad. Y así logró amasar una fortuna superior a los 75 millones de dólares.
Pero fuera del terreno de juego, el astro del fútbol fue un mortal que puso a tambalear sus sueños. Su adicción a las drogas, terminó expulsándolo de las canchas, en la Copa Mundial de Estados Unidos, en 1994.
Ese día, tras un partido contra Nigeria, que Argentina ganó 2 por 1, descubrieron que además de pasión por el fútbol, por sus venas corría efedrina, norefedrina, pseudoefedrina, norpseudoefedrina y metaefedrina. El castigo incluyó la cancelación de la visa americana.
Maradona culpó a un antigripal, pero ya había aspirado coca en un partido en el que su escuadra de ese momento, el Napoli, enfrentó al Bari, en marzo de 1991. El episodio, que le costó una sanción de 15 meses, fue la primera señal de que el ‘pibe’, que salió de un barrio humilde de Argentina para poner el mundo a sus pies, estaba en líos.
Para algunos, su carrera se desmadró cuando llegó a Italia, en 1987, con 27 años. Si bien empezó a llenar sus cuentas bancarias y logró 5 títulos –entre ellos dos Scudettos y la Copa de la Uefa–, también consiguió una boleta de captura por posesión de drogas: fue esposado y encarcelado en abril de 1991.
Napoli y Sinaloa
Para ese momento, la hinchada del Napoli deliraba por el argentino. Su genialidad insuperable y su historia, inspiraban. En su niñez vivió en una casa del barrio Villa Fiorito, con piso de tierra, techo de paja y un solo cuarto, en el que dormía con sus 7 hermanos. Caminaba 15 cuadras hasta la cancha de entrenamiento y un vecino le regalaba un emparedado para que almorzara.
Pero su disciplina, su fuerza mental y física y su fe inquebrantable no solo lo convirtieron en un ídolo, sino que le permitieron expandir sus inversiones. Solo su casa en Barcelona, adornada con balones de brillantes, estaba valorada en 10 millones de euros; y la de Posillipo, al sur de Nápoles, tenía casi mil metros cuadrados.
Y aunque algunas ganancias de Maradona las vinculan con la mafia, él dijo que a la ‘camorra’ italiana solo le había aceptado seguridad; y juró que no conoció a Pablo Escobar. Pero hoy circula una foto con un exjugador colombiano y miembros de la Oficina de Envigado (alias ‘Danielito’ y ‘Beto’) , que no alcanzó a explicar.
Y un agente federal le dijo a EL TIEMPO que Maradona estuvo bajo su lupa por sus viajes frecuentes a Colombia y especialmente a Islas del Rosario, donde participaba en fiestas de 3 días.
Recibió una segunda inyección de dinero cuando llegó, en 2018, a dirigir a Dorados, un equipo en Sinaloa, México, tierra de ‘el Chapo’ y otras mafias.
“Llevar a Maradona a Sinaloa es como llevar a un niño a Disneylandia”, escribió el periodista deportivo Rafael Martínez.
Para ese momento, Maradona ya tenía inversiones hoteleras en Italia y Cuba, donde vivió 4 años bajo el amparo de Fidel Castro. Además, en China e Italia tenía contratos por centros deportivos que llevan su nombre.
Dicen que, al final, sus ganancias estaban representadas por el sueldo de técnico del club Gimnasia y Esgrima de La Plata y sponsor del conjunto. Y que la multinacional Konami le pagaba derechos por el uso de su imagen en el videojuego PES.
Todos esos activos entrarán a la sucesión y serán repartidos entre sus hijos y exparejas, pues Maradona no alcanzó a cumplir la amenaza de que lo donaría todo, debido a las peleas familiares. También repartirán su colección de carros de lujo.
Cuando comenzó en Boca Juniors, tuvo un Fiat 128 amarillo. Luego, los hinchas del Argentinos Juniors le regalaron un Mercedes Benz 500, del que solo fabricaron 1.100. Pero en Italia parqueó un Ferrari, al que la casa matriz le cambió el tradicional color testarrosa por un Nero Met, a gusto de ‘Dieguito’.
Al retornar a Argentina, en 1995, pidió dos Ferrari rojos. Y se escapaba de la prensa en un camión Scania rosa que abandonó por un Porsche negro, cuando se convirtió en técnico de la selección. Y en Dubái, cuando dirigió el equipo Al Fujairah, tuvo un BMW i8 azul y un Rolls Royce Fantasma gigante, del mismo tono de azul de la albiceleste. En Bielorrusia, le dieron una camioneta Overcomer Hunta, la versión civil de un vehículo militar.