Omar Estacio Z: La AN bufa ¿Qué viene después?

Omar Estacio Z: La AN bufa ¿Qué viene después?

No se necesitaba ser muy zahorí para predecirlo. La oposición, colaboracionista, la oposición, alacrán, esquirol o cipaya, salió con las tablas por la cabeza, en la farsa electoral que se escenificó el domingo. “Aprovéchate de la traición, desprecia al traidor” reza la conocida frase. Si los roboLucionarios se desprecian a sí mismos y hasta a sus propios hijos, al prodigarles dinero de la corrupción ¿Qué pueden esperar los demás!

La llamada coalición, “Alternativa Democrática”, que se jactaba de adunar los supuestos partidos opositores, apenas sumó nueve curules del listado nacional de candidatos y, al momento de escribir la presente crónica, la matrona, del by pass gástrico y del refrescamiento facial -una vez que le dio una patada a la pobreza- que preside el supuesto árbitro electoral, ha hecho toda clase de chicanas, para alterar los listados preexistentes de aspirantes nominales. Todo para ungir, a unos pocos cuarterones o quinterones, pa’abajo, como hipotéticos representantes de la disidencia. Migajas, para los peores de lo peor.





¿Y qué viene después?

Los abogados, Roca y Bustillos, eran amigos inseparables. Además de compartir oficina, verlos juntos a diario, en sus recorridos por los tribunales de la jurisdicción, era habitual. Época en que, el suscrito cronista, estiraba horario, como estudiante de Derecho y como amanuense del Juzgado 3° de Primera Instancia en lo Mercantil del Distrito Federal y Estado Miranda.

Cierto mediodía, 1:30 p.m., a instancias de Bustillos, el juzgado en referencia, se trasladó a los locales de la arepera “Caño Amarillo”, sita en las inmediaciones, a objeto de practicar embargo preventivo. Sorpresivo que apenas entrar al establecimiento, divisamos al Dr. Roca, que, como quien no quiere la cosa, de pie, al lado del mostrador, almorzaba (degustaba, le hace más honor a la forma como la saboreaba) con una tostada de cochino “con televisión”. Más sorpresivo, que los entrañables colegas, a pesar que, literalmente se tropezaron, no intercambiasen saludos, ni expresión de su reconocida camaradería.

Al ser notificado de la medida judicial, el dueño del establecimiento, un señor con un inocultable origen portugués, armó un verdadero berrinche: “Eu nao deve nenguma (sic) letra de cambio, e esa firma (sic) que aparece, aí, nao e mía (sic)”.

El fementido deudor, en medio de sus justificables ira y terror, telefonea a su abogado de confianza. Imposible localizarlo. El letrado había salido a almorzar. No había, entonces teléfonos celulares, aparatejos que hoy asolan la Humanidad. En medio del escándalo que se armó en el establecimiento, el abogado Roca, quien ya iba por su tercera tostada, se acerca de manera parsimoniosa, segura, serena, con mucha autoridad, al epicentro de la gritería y se dirige al Sr. Joao Ferreira Da Silva que así se llamaba el embargado: “‘¿Qué problema tiene, señor? Yo, soy abogado, tengo 50 años, como litigante, puede auxiliarlo, gratuitamente, en esta emergencia”. Asumida aquella defensa salvadora, a partir de aquel momento, entre los abogados Roca y Bustillos, ahora examigos, hubo tres conatos de golpiza. El señor Ferreira De Silva daba gracias a Dios, por haberlo proveído de un defensor, tan aguerrido.

Una vez que intervino la policía municipal, para separar a los jurisperitos, ya trenzados en riña cuerpo a cuerpo, el contrapunteo “jurídico” entre los adversarios, tomó un cariz menos pendenciero.

Bustillos, hizo lo que llamaremos “un primer alegato” al que Roca replicó:
A mi “defendido”, el señor Ferreira Da Silva, le consta, colega Bustillos, que esta tarde he estado a punto asesinarlo. Pero visto su anterior alegato, no me queda más que darle la razón en este particular aunque sea, a regañadientes.
Dos réplicas sucesivas de Bustillos y las consiguientes contrarréplicas de Roca, idénticas, palabras más, palabras menos, que la antes transcrita.

De nada valieron, señas y demás muecas, de los presentes, para advertirle el peligro. El laborioso, Ferreira Da Silva, sintiéndose bien defendido, pero sobre todo, sin entender mucho, porque su castellano era menos que básico, suscribió un supuesto arreglo judicial, que zanjaba el asunto, pero que terminó por causar la muerte mercantil de la entonces muy próspera “Arepera Caño Amarillo”.
Roca, Bustillos y el señor Ferreira Da Silva, me venían a la memoria, cuando me parece ver y oír las acaloradas discusiones, y hasta riñas tumultuarias, que protagonizarán las bancadas gobierneras y “opositoras” en la venidera Asamblea Nacional: Combates bufos, previamente pactados, para alegrar la galería, que desembocarán, indefectiblemente, en el vertedero de la delincuencia política más ruinosa para la Nación.

Después de aquella mise en scéne de prevaricato, los abogados Roca y Bustillos, jamás, volvieron a ser vistos en predios judiciales. Unos, aseguraban que con lo esquilmado al señor Ferreira, se habrían largado a pasarlo gordo, en la URSS, China, Cuba o, quizás, Turquía. Tengo para mí, que Ferreira De Silva, antes de marcharse de Venezuela, los encontró.

@omarestacio