En noviembre de 2002, el director Nick Cassavetes supo que estaba en problemas. Contaba con un presupuesto de 30 millones de dólares para su película, había encontrado las locaciones soñadas en Carolina y Virginia y el guión que debía filmar no podía ser mejor. Se basaba en The notebook, la novela éxito de Nicholas Sparks. En sus manos tenía la tarea de contar una fantástica historia de amor y para protagonizarla contaba con dos actores tan bellos como talentosos: Ryan Gosling y Rachel Adams. A pesar de todas las buenas, el director se sentía en las malas. Sus protagonistas debían encarnar una historia de amor capaz de enamorar a un asceta tibetano, pero se odiaban.
Por Infobae
Diario de una pasión era la típica historia de amor que, aunque lo neguemos, más de un descreído sueña protagonizar. Con todos los lugares comunes del romanticismo, sin embargo atrapa. Veamos. La historia no es muy original. Chica rica se enamora en unas vacaciones de un chico trabajador y obviamente pobre (y ya sabemos que el amor vale oro, pero no paga el súper). La pasión se impone a las diferencias de clase. Cuando los padres se enteran del candidato de la niña de sus ojos, lógicamente los intentan separar. Las razones no son un misterio de física cuántica. El muchacho noble no está a la altura de la niña millonaria y sobre todo, no habría historia para contar. No vamos a hacer adelanto de la película, pero el lector que no la vio ya sabe de qué va la cosa. Los protagonistas se debían amar, desear y obviamente besar apasionadamente bajo la lluvia. Porque, segundo lugar común de las películas románticas, los besos se deben dar bajo la lluvia cuanto más torrencial mejor y sin preocuparse de pulmonías, posible ahogamiento o zapatos embarrados. Y sí, es cierto que en la vida real además de insalubre suele ser algo incómodo, pero en pantalla se ve terriblemente bonito.
Así que imagine el lector la desesperación del pobre Cassavetes. Los actores debían amarse, pero no se soportaban. En el rodaje se la pasaban discutiendo. Y eso que tenían más cosas en común que situaciones diferentes. A saber. Eran jóvenes, eran talentosos y eran canadienses, es decir entendían todos los chistes que les hacían por su acento. Además los dos venían de la misma ciudad: London. No la megalópolis del Reino Unido sino la más humilde en Ontario y nacieron en el mismo hospital.
Pero además tenían vidas parecidas. Gosling desde los 11 años ganaba sus primeros billetes bailando y cantando en bodas como un verdadero profesional. Tocaba el piano, el bajo y la guitarra. Como si fuera poco podía hacer magia con sus manos. Arreglaba, desarmaba y volvía a montar el motor de un auto sin que le sobraran ni le faltaran piezas. Habilidoso sin esfuerzo, en los tiempos muertos de filmación se puso a aprender carpintería. Fabricó una mesa de cocina tan linda que los de utilería decidieron usarla en la película. Es la que aparece cuando tienen sexo con Rachel.
Mc Adams tenía varios puntos en común con su coprotagonista. También había empezado a actuar a los 12 años y además era una experta patinadora sobre hielo. Porque al parecer así como no hay argentino si mate, tampoco canadiense sin patines. A Rachel temas de conversación no le faltaban. El año anterior había conseguido un título universitario en Bellas Artes.
Pero la relación entre los actores no fluía. Al contrario se miraban con desprecio. Su mala relación no era un secreto. Gosling que siempre se mostraba simpático y amable con todos, con Rachel se mostraba furibundo y poco paciente. Es cierto que no se tiraban con elementos de utilería por la cabeza ni se hacían zancadillas en escena. Pero mantenían una esgrima verbal constante, además de las consabidas revoleadas de ojos, los bufidos y las caras de “no te soporto ni quiero disimular”. Un día debía ensayar una escena ante 150 personas. Se acercó hasta el director, sin disimular y en voz alta le pidió que sacara a Adams y llevara otra actriz. El director no creía lo que escuchaba, alcanzó a preguntar ¿qué? ¿cómo? Y recibió como respuesta: “No puedo. No puedo hacerlo con ella. No estamos sacando nada positivo”.
La mala relación había llegado a un punto de no retorno. Perdido por perdido, el director propuso una jugada que o le salía de maravillas o terminaba con los protagonistas presos. Se encerró con ellos y un productor en una habitación y les dijo: “Rachel, Ryan, por favor, hablen”.
Los actores se miraron, se “midieron” y entonces la bronca estalló. Empezaron con un tono de voz relativamente normal para pasar a discutir con vehemencia. Ryan recordó que para preparar su papel había adelgazado nueve kilos ya que debía parecer más joven. Además había aprendido a remar y debía usar unos incómodos lentes de contacto marrones porque sus ojos eran azules. Mc Adams, lo miró con cara de ¿y qué? Le recordó que ella había tomado clases de protocolo y ballet para ser una Allie creíble.
Lejos de felicitarla, Ryan le recriminó a Rachel cómo encaraba a su personaje. La actriz se levantó de su silla y aunque mide apenas 1,63 tomó la altura de un gigante para defender a su personaje. Lo hizo con tanta firmeza y aunque parezca chiste, con tanta altura, que Gosling se asombró. Mc Adams quería que su compañero hablara pero lo dejó sin palabras. Cuando salieron del cuarto, ambos se sintieron aliviados y cambiados.
La filmación se retomó. Las rispideces se esfumaron. Los actores no eran los mejores amigos, pero al menos dejaron de ser los peores enemigos.
Finalmente la película se estrenó. Recibió críticas positivas, recaudó 115 millones de dólares y sobre todo el público amó la historia. Pronto se instaló como una de las películas románticas mas recordadas. Es cierto que el argumento podía ser sencillo, que es una especie de Titanic pero sin barco y que resulta por lo menos extraño pensar que alguien escribió 365 cartas en 365 días cuando hoy a lo sumo te mandan un mensaje por whatsapp con tres emoticones y un sticker. Sin embargo no se puede negar que atrae quizá porque cuando el cuento está bien contado hasta las historias de amor eterno parecen posibles.
El tiempo pasó como pasó el éxito de Diario de una pasión, pasaron los aplausos. Dos años después, Gosling y McAdams se encontraron en Nueva York. Lejos del set y sus presiones, los actores se preguntaron si no estaban equivocados acerca de lo que pensaban el uno del otro. Charlaron, se escucharon. Seguramente compartieron anécdotas y recordaron que todo no era como lo recordaban. Y sin proponérselo, ya no como Allie y Noah, pero sí como Ryan y Rachel, se enamoraron. No sabemos si como sus personajes se besaron bajo la lluvia e hicieron el amor en una mesa de cocina, lo que sí sabemos es que se los veía felices, radiantes. Es que para algunos actores hay más posibilidades de filmar una buena historia de amor que de vivirla. Ellos tuvieron las dos.
Gosling y McAdams estuvieron juntos desde el 2005 al 2007. Cuando parecía que se venía la súper boda, los hijos y el fueron felices y comieron perdices, el romance terminó. Aparentemente no hubo terceros en cuestión sino incompatibilidad de agendas. “El negocio es el villano. Cuando las dos personas están en el negocio, es mucho negocio de entretenimiento. Se lleva toda la luz de manera que nada pueda crecer”, dio pistas el actor. En el 2008 retomaron el noviazgo pero solo estuvieron juntos cuatro meses.
Caballero, el canadiense confesó que su noviazgo fue incluso mejor que el de la película: “La gente nos hace un mal servicio a Rachel y a mi asumiendo que fuimos como los protagonistas de la película. Mi historia de amor con ella fue mucho más romántica que eso”. Además asegura que la actriz fue uno de los grandes amores de su vida. Rachel, por su parte, no hizo grandes declaraciones pero siempre dice que volvería a trabajar con su ex.
Después de romper, Gosling tuvo pequeños romances con Blake Lively y Olivia Wilde. Hoy está casado con la bellísima Eva Mendes y es papá de dos nenas. Por su parte, la actriz siempre mantuvo un perfil bajo sobre sus relaciones. Solo se supo que tuvo un romance con el británico Michael Sheen. En 2016 comenzó a salir con el guionista Jamie Linden. Fiel a su perfil bajo jamás caminaron por una alfombra roja juntos. A los 40 años fue mamá por primera vez. “La gente me dice que con la llegada de un hijo mi vida ya no te pertenece. Pero yo estuve 39 años conmigo misma, estaba harta de mí, así que ahora estoy contenta de ocuparme de otra persona”, confesó feliz. Nunca reveló el nombre de su hijo “porque mi vida es pública, pero no la de él”. Este año trascendió que está nuevamente embarazada. La información no partió de ella sino de unas fotos que le tomaron.
En 2004, quince años después de su famoso beso de película, los actores lo recrearon para los premios MTV. Lo hicieron -literal- a pedido del público ya que habían ganado la votación de “mejor beso”. No sabemos si actuaron, lo recrearon o simplemente lo disfrutaron. Pero viendo estas imágenes no hay manera de no desear aunque sea que una vez en la vida te besen como se besan ellos. Y si alguna vez besamos y nos besaron así, como también dicen en otra película “la pucha que vale la pena estar vivo”.