Umar Ahmad, estudiante nigeriano de 18 años, camina con dificultad. Sus pies están desgarrados, despellejados por las espinas durante su huida a través del monte para escapar de sus secuestradores.
Con angustia, el adolescente regresa a Kankara, una pequeña ciudad del noroeste de Nigeria, acompañado de su padre para presentarse ante las autoridades de la escuela.
Es uno de los pocos estudiantes que pudieron escapar del ataque y secuestro masivo de 333 estudiantes de su internado el viernes por la noche.
“Los bandidos llegaron a la escuela exactamente a las 22H11”, cuenta Umar a la AFP. “Dispararon. Estábamos aterrorizados”, prosigue. “Algunos alumnos lograron saltar las paredes de la escuela, otros se escondieron dentro”.
Este ataque, presuntamente perpetrado por bandoleros de la región, fue reivindicado el martes por el grupo yihadista Boko Haram, con el que los criminales habrían establecido vínculos financieros.
“Nos hicieron creer que estaban allí para salvarnos, así que muchos los siguieron. Nos reunieron bajo un árbol y nos dividieron en tres grupos”, explica Umar. “Nos azotaban con ramas de árboles y nos golpeaban con el lado plano de sus machetes”, dice, con una voz casi inaudible.
Comienza entonces una larga caminata, descalzo, a través del monte, hasta la frontera con el vecino estado de Zamfara.
Umar logró escapar a la atención de sus secuestradores y se escondió con un amigo bajo unos arbustos espinosos hasta que el silencio reinó a su alrededor.
– Sin alimentos –
Al amanecer encontraron unos aldeanos que los ayudaron. Desde entonces, Umar no deja de pensar en sus compañeros de clase. “Rezo para que vuelvan sanos y salvos”, explica.
Estos grupos armados han aterrorizado a las comunidades del noroeste de Nigeria durante muchos años, cometiendo numerosos secuestros, para pedir rescates, o robos de ganado. Actúan habitualmente sin ninguna motivación ideológica o religiosa.
Sin embargo, muchos expertos en seguridad y las autoridades locales habían informado recientemente que se estaban estableciendo vínculos muy preocupantes con los grupos yihadistas que prosperan en toda la franja saheliana de África occidental.
“He llorado tanto, me duele el corazón”, confiesa Murja Goma, madre de un niño desaparecido. “Ayer me encontré con un chico que había conseguido escapar. Decía que no tenían alimentos. Solo hojas comestibles y frutos de acacia que les daban los secuestradores”, continúa.
Al igual que para muchos padres, la reivindicación de este secuestro por parte de Boko Haram, es un golpe duro. “Nos han dicho que fueron ladrones los que se llevaron a nuestros hijos. No quiero creer que es Boko Haram”, afirma Murja.
AFP