Nuestro tiempo y el de nuestros contemporáneos (yo y mis circunstancias) nos marcan En diciembre “termina el año”, lleno de símbolos y ritualidades. Familia y amigos se convocan en diversas liturgias y tradiciones. Para la mayoría es la “mejor” época del año. A pocos deja indiferentes. La alegría y la tristeza se mezclan. Unos se llenan de melancolía por los dolores del año o por estar en la edad cenital, pero la fuerza dominante es la vida siempre hacia adelante. Es la promesa del pesebre, es la expectativa de novedad. Enero está cerca. Las incertidumbres se multiplican y más en tiempos de pandemia en un país tan maltratado y desarreglado como el nuestro.
La Navidad en Maracaibo tiene sus particularidades. Nuestra navidad y sus símbolos están marcados por la “bajada y subida” de nuestra Patrona la Virgen de Chiquinquirá. Si no es oficial, muchos lo asumimos. En mi hogar se pone el pesebre y todo lo demás. La gaita marca la atmósfera general y un tema importante es el “qué vamos a preparar y hacer este año”. Un respiro vital, como un encuentro y reencuentro con nosotros mismos, con nuestra familia grande, con los demás, con la propia ciudad aunque muy maltratada. Con sus modestas galas y orgullosas de sus tradiciones. Desde nuestra ciudad-venezolana, miramos al mundo, igualmente. Con confianza y optimismo, quizás el recurso psicológico y espiritual más importante en cualquier tiempo y época, y particularmente en este 2021 que invita y desafía. Con pandemia, crisis humanitaria en nuestro país y un régimen que nos sigue negando libertad y democracia. La Historia es una temporalidad en proceso, generalmente imprevisible y llena de imponderables. La “aventura humana” de la cual formamos parte.
Identidad-Sentido y Valor es el ethos que nos obliga a la convivencia, a la solidaridad. Y como ideal supremo a la fraternidad, predicada y vivida por el niño por nacer en el pesebre.
Feliz Navidad y, particularmente, a la diáspora venezolana. Que el 2021 sea propicio para la libertad.