Así quisieran muchos, interesados, que estuviéramos hoy en Venezuela: sin Asamblea Nacional. Desde luego que lo deseable, lo que debió provocarse, fue la salida del régimen, arrancado del poder, antes de arribar a este critico momento extremo. Pero habrá que ver hacia adelante. Lo mejor que pudo hacerse para ahora, para hoy, fue prolongar el mandato de la Asamblea Nacional electa en el 2015.
Desde luego, el régimen despótico alentará la eliminación del accionar del legislativo presidido por el diputado Juan Guaidó, del modo que sea. Pero esa Asamblea Nacional prolongada es el único mecanismo válido para equilibrar las fuerzas políticas actuales, que deberían estar naturalmente divididas entre los déspotas criminales y los demócratas, aunque la atomización política permita interpretar demasiadas variables interpuestas en esa dicotomía.
La Asamblea impuesta por Maduro y sus secuaces, incluido el poder electoral también tomado por las fuerzas secuestradoras del poder en Venezuela, no tendrá ninguna validez ni legitimidad dentro ni fuera del país. Adentro no representan a nadie esos diputados supuestamente electos, serán también una prolongación de la también supuesta “Constituyente”. Con lo que no cambia mucho el panorama de la existencia de dos poderes legislativos paralelos y contrarios, confrontados. Lo que podría cambiar es la agresividad no sólo amenazante del régimen para imponerla como poder. Lo cual no podrá ser efectivo mientras la otra cumpla su rol y su proyección de representantes legítimos acá y afuera.
Lo más interesante que resulta de esto es la posibilidad mayor, actual, de presionar y conseguir la caída de Maduro y sus congéneres. Si se logra por desearse realmente el definitivo trastorno de la tiranía, debido a un más efectivo trabajo político mancomunado con los verdaderos interesados en resolver la situación, sin más alargamientos más traumáticos, sin el chantaje alargador de la cohabitación con criminales; si el discurso verbalizado es coherente con la acción y se convoca a todas las fuerzas políticas y sociales en pro del objetivo central y casi único en lo inmediato, seguros podemos estar de que se podrá conseguir la libertad indispensable para el retorno próximo a la democracia y la reinstitucionalización el país, que permita una convocatoria a elecciones generales libres. Con legitimidad, el debido respaldo internacional y la participación de todos los partidos, de todos los candidatos, de todos los venezolanos dentro y fuera del país, con la debida observación internacional: en democracia, pues, como corresponde y todos anhelamos. Esta Asamblea impuesta no vale para nada. Seguimos alentando la democracia y la libertad. A la lucha le queda espacio y tiempo hasta conseguir el desplazamiento de la tiranía.