Las baterías se degradan. Más rápido o más lento, pero todas las baterías que usamos en los dispositivos que tenemos por casa se acaban degradando y, por lo tanto, reduciendo su capacidad. Lo sabemos, sobre todo, gracias a los móviles, que en uno o dos años después de su primer encendido empiezan a ofrecer menos autonomía. Es normal, es pura química y es algo inherente a las pilas de ion-litio.
Por: José García | Xataka
Pero ¿y si hubiera una pila que llevase años y años y años operativa y dando vida a un dispositivo? Es, precisamente, lo que sucede con la batería de la campana eléctrica que podemos encontrar en el laboratorio Clarendom de la Universidad de Oxford. Lleva desde 1840 sonando, que ya es algo, pero lo más curioso es que nadie sabe de qué está hecha su batería.
Una batería cuya composición se desconoce
La campana eléctrica de Oxford, también conocida como la pila seca de Clarendon, consta de dos campanas de latón, una a cada lado, y un badajo (la pieza que golpea cada campana) de unos cuatro milímetros de diámetro. Cada campana está colocada bajo una batería de pila seca que atrae al badajo. Cuando el badajo toca la campana, la pila emite una pequeña carga que repele el badajo, que posteriormente es atraído por el otro extremo, y así sucesivamente con una frecuencia de dos hercios. Lo más curioso es que este proceso se ha repetido una y otra vez a lo largo de los últimos 181 años.
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