¿Cuál es la sorpresa? Por Antonio Ledezma

¿Cuál es la sorpresa? Por Antonio Ledezma

La sede del Capitolio Federal de Venezuela ha sido trastocada en una sala de teatro al servicio de la narcotiranía que comanda Nicolás Maduro. Lo que se montó el pasado 5 de enero fue, sin duda alguna, una de esas obras escritas con la tinta de la arbitrariedad, igualito a como se escribió y se desarrolló el sainete de la Asamblea Nacional Constituyente, concebida con los fraudes denunciados oportunamente, dentro y fuera de Venezuela. ¿O nos olvidamos de las confesiones de los directivos de la empresa Smartmatic, ofrecidas desde Londres, el pasado 31 de julio de 2017? Es pertinente recordar que ese día, los gerentes de esa empresa que presta servicios electorales, admitieron, que entre las trampas que puso en marcha Maduro, para darse una Constituyente a su gusto, estuvo la bicoca de un millón de votos trucados el día anterior, o sea, el 30 de julio de 2017. Entonces ¿de qué nos extrañamos por lo que siguen haciendo?

¿Qué podemos esperar de unos bandoleros que intentaron asaltar el poder de la nación mediante dos intentos de golpes de estado? Esos pandilleros usaron indebidamente las armas de la república para atacar, arteramente, a los poderes públicos y fueron derrotados por el entonces presidente constitucional de la Republica Carlos Andrés Pérez.

¿Qué ocurrió después? Que la democracia de manera benigna les dio la oportunidad de optar por la presidencia de la Republica y valiéndose de las virtudes de la democracia llegaron a la cumbre del poder para que Chávez, golpista contumaz, se burlara en su toma de posesión de la constitución vigente de 1961, calificándola de “moribunda”. ¡Esa es la historia real!

Acto seguido montó una trama electoralista para darse a su placer una Asamblea Nacional Constituyente en 1999. Saltó, a la torera, pautas sagradas de las reglas de oro de una democracia, usó indebidamente los momentos electorales y terminó instalando un tinglado integrado mayoritariamente por aplaudidores de sus caprichos. Prácticamente cerró el Congreso Nacional con la pasiva conducta de algunos de sus directivos y fue así como Chávez se alzó con las llaves de las puertas de la mayoría de las instituciones de la nación, que desde entonces dejaron de ser autónomas para terminar siendo parapetos manipulados, antojadizamente, por la falsa revolución manipulada a control remoto desde Cuba.

Es por eso que las atrocidades perpetradas en estas últimas horas, ejecutadas por Maduro, no pueden representar una sorpresa para los venezolanos. Son los mismos arbitrarios que obligaron a los padres y representantes a tomar las calles y plazas públicas del país con el grito “con mis hijos no te metas” para encarar las pretensiones comunistas de Chávez de convertir las aulas de las escuelas en laboratorios para catequizar a los niños venezolanos. Son los mismos de catadura totalitaria que mediante Ley Habilitante impusieron 49 leyes, entre ellas la Ley de Tierras, que dio pie a la quiebra de miles de empresas agropecuarias. Los que despidieron miles de trabajadores de PDVSA y de la Marina Mercante. Los que asaltaron los medios de comunicación, los que se burlaron de negociaciones y diálogos en los que, por ejemplo, se comprometieron a desarmar a los Círculos Bolivarianos y más bien lo que hicieron fue crear Los Colectivos paramilitares, “armados hasta los dientes”.

Son los desfachatados que calificaron de “victoria pírrica” la valentía con que los venezolanos enfrentamos las pretensiones continuistas del tirano de turno el 2 de diciembre de 2007. Es la misma narcotiranía que asaltó el parlamento en mayo de 2013 para golpear salvajemente a varios diputados, son los mismos actores que hacen lo que se le viene en ganas con el Registro Electoral Permanente, con el sistema de identidad, con las notarías y registros. Son los creadores de Los Puntos Rojos, del Plan de la Patria, de la carnetización para implementar el perverso control social, de las cajitas CLAP, de Pudreval, de CADIVI, de los 13 diálogos falsos y de la seguidilla de fraudes electorales.

Por todo lo antes dicho, a estas alturas del drama debemos saber perfectamente con quién estamos lidiando: son unos malandros de siete suelas capaces de lo peor. Por lo tanto, con esa corporación criminal no valen pañitos calientes hechos con telas electoralistas, ni licencias de ingenuidades dialoguistas. Es obvio que la presión interna con la fuerza de apoyo internacional es la verdadera solución, lo seguiré sosteniendo hasta donde sea necesario decirlo una y otra vez.

@alcaldeledezma

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