El “riesgo moral” está relacionado con las consecuencias que la información asimétrica tiene entre partes. Cuando pagamos nuestros impuestos esperamos que dichos recursos sean gastados o invertidos con la máxima eficiencia; sin embargo, no conocemos las intenciones de quienes los administran. El no conocer cuán eficiente pretende ser el administrador de esos fondos, crea una situación de asimetría entre él y el pagador o administrado. El administrador de los fondos, sí que sabe bien el grado de eficiencia con el cual los pretende utilizar. El problema radica en que la consecuencia directa de un uso ineficiente de los mismos, no la sufre directa y plenamente el administrador; por esta razón, “se obliga menos” a darles un buen uso. Cuando las consecuencias de las decisiones tomadas por alguien que maneja recursos ajenos no recaen sobre sí, promueven en el decisor prodigalidad. En criollo, no cuida los reales ajenos como si se los hubiera tenido que sudar él mismo.
Es importante este concepto
Importantísimo. Cuando por ejemplo un país recibe un “crédito blando” para afrontar una crisis, existe el riesgo de que esos recursos no se utilicen eficientemente, y que el emisor de los recursos, no logre a través de dichos beneficios que el destinatario resuelva su situación. Y es aplicable a todas las áreas de la vida.
¿A la democracia?
¡Exactamente! El votante deposita “su confianza” en un candidato determinado. Más no puede saber las intenciones de éste una vez llegado al cargo. Alguien que obtiene un apoyo determinado para realizar una labor, termina siendo “flojo” en la ejecución de dicha labor, por la facilidad con la cual obtuvo los recursos ajenos. Aquello de que “lo que fácil llega, fácil se va” o en el caso de los hijos: “si le das todo nunca aprenderá a apreciar nada”. La democracia requiere (y lo he dicho muchas veces) grados de transparencia altos para que funcione. No es una exigencia de un bobo traga saliva, inocentón. La democracia se deteriora en la medida en la cual el riesgo moral deja de ser riesgo, para convertirse en la certeza de que los gobernantes actúan irresponsablemente con lo que no es suyo. Basta ver la actitud de Trump en EEUU para darnos cuenta de que eso sobrepasó el riego moral, para convertirse en delito. Y es que él no tuvo que sudarse la construcción de esa democracia. Muchos de los que aquí critican al chavismo (ahora madurismo) enconadamente (con o sin razón), de personalista y abusador, ponen su fe en este “malandro de pacotilla”, destructor de las más básicas normas de convivencia y tolerancia. Son estas personas las que le hacen daño a una posible salida de la crisis en el país. Aquí hay políticos que han dicho abiertamente que “a la oposición le hace falta un jefe”. Esta tamaña estupidez, es producto de un imaginario colectivo distorsionado. Están pensando en una especie de caudillo, un tipo a lo John Wayne en “Río Bravo”. A la oposición le hace falta participar en todas las elecciones y construir candidaturas basadas en la transparencia (esto también aplica para los todopoderosos del PSUV).
¿Y en Miraflores?
La “Ley Antibloqueo” no es precisamente transparente. No es con este tipo de leyes que los países salen adelante. Todo lo contrario: este tipo de violaciones a la propiedad nacional crean mayor desigualdad, y deterioran la ya “comatosa” democracia venezolana. Ahí también se sobrepasó el riesgo moral para convertirse en una certeza de abuso y esquilmo.
La perla: muchos de aquellos que llamaron a “no votar” en las parlamentarias están buscando tarjeta para las próximas elecciones (con este mismo CNE). Mi pregunta para ti querido lector ¿no te parece eso inmoral? Sin embargo, soy amigo de que toda la oposición participe, y que se establezcan las mesas de diálogo a que haya lugar. Eso sí, político que te diga que “de Maduro vamos a salir ya” te está mintiendo. Son unas cuantas batallas en el terreno electoral las necesarias para hacerle un destino al país.
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