Manuel Donís Ríos y su orientación sobre el Esequibo y la Fachada Atlántica, por Luis Barragán

Manuel Donís Ríos y su orientación sobre el Esequibo y la Fachada Atlántica, por Luis Barragán

Luis Barragán @LuisBarraganJ

Consabida la decisión adoptada por la Corte Internacional de Justicia, a propósito del Esequibo, nos deja de sorprender los muchos golpes digitales de pecho de quienes, desde las más disímiles aceras, poco o nada aportaron a la propia sensibilización pública del problema. Recordemos, cuatro años atrás, António Guterres inició sus actividades como secretario general de la ONU, fijando y cumpliendo con un plazo para la remisión del asunto a La Haya.

Ciertamente, fueron pocas las voces que se mantuvieron firmes en el llamado a atender una materia tan grave, consignando sus aportes. La sociedad civil organizada, ha dejado importantes testimonios de preocupación, traducidos en propuestas que fueron frecuentemente soslayadas por los factores de poder y de contrapoder, establecidos.

Activistas y académicos, cabales defensores de nuestros legítimos e históricos derechos, despuntaron. Y, a modo de ejemplo, citemos un caso emblemático: Manuel Donís Ríos, a quien tenemos la suerte de conocer personalmente.





Insigne catedrático de vida modesta, riguroso investigador, celoso de su independencia política, desarrolló una envidiable actividad pedagógica por estos años, incluso, ante la inminente decisión judicial, procurando orientar a los decisores púbicos de cualesquiera ámbitos institucionales, sobre el Esequibo y la Fachada Atlántica. De ello habla, además de las numerosas conferencias y foros, presenciales y digitales, los libros que tuvo a bien publicar en los últimos años, con una paciencia y un empeño que merecen todo nuestro reconocimiento, tratándose de una voz académicamente autorizada que no evadió a todo un compromiso y a una responsabilidad histórica y, valga acentuar, docente.

Lo ocurrido con la cuestión territorial, por estos años, acotemos, se explica por la naturaleza mismo del régimen que padecemos, condicionando a no poco sectores de la oposición. Por cierto, releído un viejo título de Aníbal Romero, en diciembre próximo pasado, publicado por 1986, mediante el cual también asociaba la controversia del Golfo de Venezuela y del Esequibo al sistema democrático-populista de conciliación, debidamente subrayado, constatamos que ese enfoque quedó por décadas alojado en nuestro inconsciente y, quizá por ello, emergió en los planteamientos parlamentarios que hicimos. Empero, en todo caso, hay una acreditación académica en el presente siglo que reivindica a todos aquellos que, en el anterior, contribuyeron a darle un notable e inmenso soporte a lo que fue una política de Estado.