Mara Salvatrucha, o MS13, es una de las pandillas callejeras más famosas y temibles del continente Americano. Con inicios que se remontan a la década de los 80 en Los Ángeles (Estados Unidos), sus tentáculos hoy llegan a El Salvador, Honduras y Guatemala.
Por infobae.com
Tras una larga historia criminal, el pasado 14 de enero se oficializó la imputación de cargos por terrorismo contra 13 de sus líderes presos en El Salvador por parte de fiscales federales del Distrito Este de Nueva York. Con esto cambia radicalmente la forma en que esta pandilla es entendida por parte de las autoridades estadounidenses y eventualmente mundiales, produciendo con ello una transformación en la manera en cómo será combatida en el futuro esta y otras pandillas callejeras similares.
No es un tema menor, la denominación de cada grupo organizado criminal es fundamental a la hora de implementar estrategias para repelerlo, combatirlo o buscar desmantelarlo. Al graduarse de terroristas y narcoterroristas, la Mara Salvatrucha está equiparada al nivel de grandes carteles mexicanos como el de Sinaloa, o guerrillas como el ELN en Colombia.
Todavía hay mucho hilo que cortar en este asunto, y hay varios expertos que señalan una exageración por parte de los fiscales federales en imputar crímenes de terrorismo a los mareros. Sim embargo, es un hito muy importante para la historia de la pandilla, uno que podría incluso derivar en un crecimiento de su legitimidad internacional e influencia en el mundo del crimen, donde siempre han sido actores pero no necesariamente protagonistas.
Guerra civil y crimen trasnacional
La Mara Salvatrucha se fundó en los barrios marginales de Los Ángeles, California, en los años 80, un tiempo en que la guerra civil en El Salvador, Guatemala y Nicaragua, obligó a muchas familias a emigrar hacia los Estados Unidos en busca de una mejor vida.
Muchos de esos refugiados terminaron asentándose en la principal ciudad de California, encontrando un nuevo hogar en los barrios del este y centro, y en el valle de San Fernando, donde los mexicanos llevaban largo rato creando comunidad.
Allí los amos de la calle eran las pandillas mexicanas, las cuales empezaron a tomar control sobre los nuevos migrantes, motivando el surgimiento de nuevas pandillas. La más fuerte de ellas se llamó Stoners de la Mara Salvatrucha o MSS.
Esa pandilla creció rápidamente en número y en poder. Controlaban las calles con una estructura basada en la lealtad y la afiliación cultural.
El significado del nombre todavía está abierto a debate pero “mara” es el término con el que se conocen las pandillas en Centroamérica; “salva” se refiere a una abreviación de El Salvador; y “trucha” es una palabra de la jerga callejera para “inteligente” o “listo”.
Esos primeros mareros, “Los Stoners”, eran refugiados de El Salvador del barrio Pico Unión, su tiempo lo dedicaban a escuchar heavy metal, consumir alcohol y fumar. Esa pandilla fue evolucionando, dejó atrás el “Stoners” y se convirtió en la MS (Mara Salvatrucha).
Su primer gran conflicto fue con la pandilla rival Barrio 18, el cual fue especialmente sangriento en Los Ángeles y sus alrededores. Los niveles de violencia que dispararon los asesinatos en la zona hicieron que la mara entrara en el radar de las autoridades, que empezaron a arrestar masivamente a los pandilleros.
Durante los años 90 hubo un gran número de mareros que terminaron en las cárceles de Estados Unidos, pero allí, lejos de disolverse, encontraron un nuevo nicho para continuar con sus actividades y crecer en el mundo del crimen. Eso sí, también encontraron un nuevo jefe, la Mafia Mexicana, o “la M”, cuyo poder dominaba las cárceles y las calles por igual.
Con ellos empezaron sus primeros coqueteos con las grandes ligas criminales y con el narcotráfico. Aunque la influencia de la mara siempre estuvo en los niveles más bajos, prestaban seguridad y participaban del narcomenudeo en los barrios.
Fue en estos años cuando agregaron al nombre el 13, que es el número correspondiente a la letra M en el abecedario, para finalmente adoptar el MS13 con el que son conocidos en la actualidad.
También por esos años, mediados de los noventa, el saliente gobierno de Bill Clinton empezó con una política anti inmigración en los Estados Unidos. Las medidas adoptadas estaban en parte pensadas para hacerle frente a la amenaza de las pandillas, que iba en aumento generando gran violencia en las ciudades con poblaciones latinas grandes.
Así Estados Unidos empezó un programa masivo de deportación para residentes nacidos en el extranjero que fueran condenados por delitos violentos asociados con narcotráfico, microtráfico, pandillismo y afines. Esto produjo que muchos pandilleros fueran deportados a El Salvador, Honduras, Guatemala y otros países. Aproximadamente 20 mil pandilleros regresaron a Centroamérica entre 2000 y 2004, una tendencia que se mantiene.
Las deportaciones masivas convirtieron a la Mara Salvatrucha en una organización trasnacional, pues los mareros que llegaron a sus países de origen, con los cuales muchos no tenían grandes lazos sociales, familiares o culturales, crearon “clicas” o células de la MS13, primero en las prisiones y luego en las calles, donde cada vez más empezaron a reclutar jóvenes que buscaban alguna salida a su contexto de violencia y precariedad económica.
La mara se sostiene bajo un código de lealtad, entrar en ella significa ser miembro de por vida ya que la deserción se paga con la muerte. Los rituales de iniciación incluyen golpizas de 13 segundos, a las que son sometidas los aspirantes para endurecerlos. Se han reportado casos de mujeres mareras que como prueba de iniciación deben aceptar someterse a una violación colectiva por otros pandilleros. También se les pone como prueba cometer un asesinato -de un policía o miembro de una pandilla rival- o incriminarse en un crimen que haya cometido otro marero.
Terroristas
La Mara Salvatrucha (MS13) existe hoy como una organización criminal con presencia en Estados Unidos, Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua, pero en cada una de estas células opera de manera diferencial, sin una comandancia unificada sino como células o “clicas” que son bastante autónomas en la toma de decisiones frente a su accionar criminal.
Dependiendo de su lugar de operación, la mara realiza actividades como la extorsión o el control del microtráfico en los barrios, también sirven como intermediarios de los grandes carteles mexicanos y colombianos, a quienes proveen seguridad para las actividades que realizan en sus territorios que si bien no son los grandes mercados de narcotráfico que interesan a estos carteles, si son lugares muy importantes para el paso de la mercancía, en especial para el tráfico de cocaína.
También existe evidencia de que la pandilla participa en otras actividades criminales más sofisticadas, como la trata de personas y el tráfico de drogas, pero estas no responden a una conducta generalizada, sino que en casos circunstanciales alguna clica sirve de red de apoyo de otras estructuras más fuertes como la Mafia Mexicana.
De acuerdo a las investigaciones de InSight Crime esta ha sido la tendencia en la mayoría de los casos de narcotráfico que han rastreado. En todos ellos las cantidades fueron muy pequeñas al compararlas con grupos criminales dedicados de lleno al narcotráfico.
Sin embargo, la sentencia de los federales estadounidenses señala que desde 2002 los líderes mareros imputados como terroristas crearon la llamada “ranfla nacional” y los “programas”, en los que se agruparon diferentes clicas bajo un mismo “corredor” o líder. Esto ayudó a consolidar las estructuras en la Costa Este de Estados Unidos, en Nueva York y Los Ángeles.
Pese a lo señalado por los federales, la realidad documentada por diferentes expertos y medios sobre la estructura de mando y la jerarquía al interior del MS13 es mucho más compleja. Si bien la pandilla se supone que obedece una jerarquía, lenguaje común y código de conducta, en cada país donde opera tiene una organización más laxa, cada “clica” (célula) tiene sus respectivos “corredores” o “palabreros”, es decir, los jefes.
Estos jefes son autónomos en cómo funciona sus células. Cada clica tiene una “primera palabra” y una “segunda palabra”, refiriéndose al primer y segundo mando. Algunas clicas son trasnacionales, y se agrupan con otras en “programas”.
Es decir, no hay un líder único, sino pequeños liderazgos con más o menos poder, todos bajo el paraguas del código de honor de la Mara Salvatrucha. Por eso son tan difíciles de combatir para los gobiernos, cuando una “palabra” cae, otra asume inmediatamente el mando.
También se les acusa de tener alianzas con Los Zetas y el Cartel del Golfo, México, con quienes habrían concertado actos terroristas en ese país. El poder de la MS13 creció gracias a ciertas concesiones del gobierno salvadoreño, que se vio obligado a pactar con ellos por la escala de violencia que se vivió en el país durante la primera década del nuevo milenio.
Los pandilleros recurrieron a la violencia para “obtener concesiones del gobierno de El Salvador, alcanzar metas políticas y actuar en retaliación por las acciones del gobierno contra miembros y líderes de la MS13”, dice el pliego de cargos.
Algo similar afirma el experto en conflicto Luis Fernando Trejos: “Las maras son hoy un actor político delincuencial”.
Esto queda en evidencia con los pactos que los gobiernos centroamericanos se han visto forzados a firmar con estas estructuras para reducir los índices de violencia, asesinatos y criminalidad en los países donde tienen presencia.
En El Salvador, principal país de Centroamérica donde la MS13 tiene poder, estos pactos han sido parte de las “respuestas desesperadas” de muchos gobiernos para detener la expansión de la pandilla. La otra han sido las políticas de “mano dura” que no han sido efectivas para disminuir la actividad criminal de la mara.
Para Trejos, la reciente condena por terrorismo a los líderes mareros presos en El Salvador es una nueva respuesta desesperada que sigue escalando un conflicto que en su esencia es social, al enfrentarlo con un enfoque militarista.
“Son políticos en la medida en que se demostró que para que haya disminución de los asesinatos en El Salvador se debe pactar con ellos”, reitera.
Uno de estos pactos, conocido como “La Tregua”, firmado en 2012 entre el gobierno salvadoreño en cabeza del FML -antigua guerrilla convertida en partido político- y las pandillas MS13 y Barrio 18 ha sido el más documentado de estos acuerdos, el cual produjo una disminución significativa de los asesinatos en El Salvador pero que no fue acogido, e incluso fue combatido, por las células de la mara en Los Ángeles y otros países de Centroamérica.
El actual gobierno de Nayib Bukele, que en principio intentó exhibir gran mano dura contra las pandillas, no ha sido ajeno a estos pactos. Así lo demostró una investigación del medio salvadoreño El Faro, que señaló en octubre pasado el traslado de alias Danilo Antonio Colocho Hernández, alias “Chino Milo”, de una cárcel de Izalco a un hospital en la localidad de Zacatecoluca, 128 kilómetros al sureste, aunque el líder marero no presentaba problemas de salud.
Recientemente el portal InSigth Crimen calificó la salida irregular de 13 mareros de las cárceles salvadoreñas avalada por Bukele como una evidencia del pacto que existiría entre el gobierno y la MS13 para disminuir los asesinatos en el país.
El pliego de cargos de los federales acusa específicamente a los mareros de conspiración para prestar apoyo material y recursos a terroristas, conspiración para cometer actos terroristas, conspiración para financiar terrorismo y narcoterrorismo.
Esta es la segunda imputación de terrorismo contra alguien de la MS13, la primera ocurrió en julio de 2020 contra Armando Eliú Melgar Días, alias “Blue”. Sin embargo, esta última es mucho más ambiciosa pues apunta a la jerarquía de la pandilla y marca una decisión de procesar a los mareros como una organización terrorista.
Ya para 2015, año en que “La Tregua” se rompió definitivamente, la corte suprema de El Salvador les había otorgado esta denominación de terroristas a la Mara Salvatrucha, algo que sin duda influyó en la decisión de los federales.
Según la acusación, este grupo organizó adiestramiento especial para sus miembros, compró amplia variedad de armas con dinero obtenido de actividades criminales, poseen “lanzacohetes”, artefactos explosivos improvisados, y “emprendieron campañas de relaciones públicas, así como control de barrios y actos de violencia y homicidio selectivos en El Salvador, Estados Unidos y otros lugares”.
En concreto, que la MS13 sea considerada una organización terrorista muestra una intención de las autoridades estadounidenses de utilizar los estatutos de terrorismo para procesar a las pandillas callejeras, buscando imputar a sus miembros con penas más severas, facilitar las extradiciones a suelo norteamericano así como habilitar lugares ‘extraordinarios’ para que paguen sus condenas -como prisiones militares como Guantánamo-; también usar directamente sus métodos de seguimiento y vigilancia electrónica y no depender más de cooperación con agencias de otros países para tal fin.
En últimas, graduar a la Mara Salvatrucha de terroristas significa una persecución más frontal y amplia contra sus miembros. Aún es muy pronto para saber si esto tendrá un efecto o no.
“Es una forma desesperada de los gobiernos de atender problemas sociales que vienen de mucho tiempo atrás”, señala al respecto Trejos.