Luis Alberto Buttó: Aquella Constitución…

Luis Alberto Buttó: Aquella Constitución…

Luis Alberto Buttó @luisbutto3

Hace 60 años, en enero de 1961, entró en vigencia la Constitución de mayor duración en la vida republicana nacional. Operó durante 38 años. Como se sabe, en los derroteros de la historia se atravesó el proceso constituyente de 1999 y la Carta Magna nacida para y con la democracia fue dejada de lado, denostada por la élite dominante emergente a final del siglo pasado al acusarla de todo cuanto pudo a partir del remoquete de “puntofijista”, expresión típica del discurso prevaleciente en estos últimos dos decenios para ideologizar la historia falseándola hasta lo indecible, sin el pudor que debería nacer al saber que se incurre en el ridículo. 

Dígase lo que se diga en contrario, por quienes mienten adrede o por quienes repiten sin conocimiento alguno las falacias que el liderazgo interesado en ello se da en proclamar, la Constitución de 1961 acompañó y cobijó como supremo texto legal el período de mayor progreso material y social y de mayor estabilidad política que ha experimentado la sociedad venezolana en su derrotero. Época de innegables, y hasta ahora insuperables, avances en educación, atención sanitaria, ascenso social vertical, desarrollo de infraestructura y crecimiento económico, entre tantos otros aspectos dignos de mencionar. Ya de por sí, méritos más que suficientes para aplaudirla a rabiar.     

Con las excusas por delante ante el error que se comete al nadar en el mar de la generalización, es pertinente señalar lo lamentable del hecho de que la generación que nació, creció y se formó al amparo del modelo político y económico que la Constitución de 1961 consagró, dejara perder, de manera inexplicable, las transformaciones positivas que con ella se alcanzaron. Error garrafal de una generación que, pese a tener acceso a información y conocimiento suficientes, no comprendió lo peligroso de practicar la crítica desbocada en contra de la democracia y la institucionalidad representada en los partidos políticos, jugando con la irreverencia como justificación para la falta de tino ciudadano.

Asumió, entonces, dicha generación, el discurso de la antipolítica, comodín de moda que condujo a la equivocación al momento de escoger la dirigencia llamada a controlar Estado y gobierno. Bastó para ello el tinglado correspondiente, con medios de comunicación perversamente diligentes al respecto, donde se lanzaron, por ejemplo, tres o cuatro arengas anticorrupción por supuestos “notables” y demás “ángeles” redentores, no otra cosa que farsantes de ocasión ungidos con la vacuidad de palabras dispuestas para armar tonterías del tipo “reserva moral” de la sociedad.

¿Resultado? Salto al vacío, y, en éste, con paciencia digna de mejores causas, esperando agazapados se encontraban los sempiternos apóstatas de la libertad, dispuestos a desmontarla con la rigurosidad e inclemencia del fanatismo revolucionario que los anima. Lo demás es cuento sabido. País arruinado y enrejado, por decir lo menos. Por cierto, que quede claro en esta apretada apreciación histórica: la generación subsiguiente tampoco hizo mucho para honrar lo que recibió. Por el contrario, incurrió en los errores ya en marcha.

En este país, hace 60 años, se anduvo por el camino correcto en materia constitucional. Vale la pena recordarlo, pues de lo malo se aprende, pero de lo bueno debería aprenderse más.  

@luisbutto3

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