Por qué todo este largo preámbulo: para tratar de explicar mi insistencia en la necesidad de que la política y el político opositor regresen a la realidad real que no significa otra cosa que asumir las experiencias políticas de las últimas tres décadas venezolanas con sentido auto-crítico y situarse en el 2021, porque la política sólo es real como presente-futuro, todo lo contrario de la historia que es presente-pasado y básicamente una tarea intelectual y académica. Discutir el pasado es necesario e inevitable, pero lo usual es hacerlo desde el mito propio y las creencias heredadas. La política responde a una tradición histórica y a un conocimiento serio. Se sustenta sobre filosofías, doctrinas y básicamente en ideologías excluyentes y sectarias y su objetivo es el poder, casi siempre reducido al gobierno y sus privilegios y oportunidades. Pero el ejercicio del gobierno ha terminado siendo una gerencia y una administración tecno-burocrática y una oportunidad para tomar decisiones e influir en la dinámica de las políticas públicas y particularmente en la economía y dinámica social, con evidentes ventajas para partidos y grupos que ejercen el poder y el gobierno. Regresamos a la realidad-real del 2021. El chavismo sigue “mandando” y Maduro sigue en Miraflores. La oposición no ha podido derrotar al régimen pero tampoco el régimen ha podido “desaparecer” a la oposición (a mi juicio su principal éxito). Haber resistido, a pesar de todo, a la feroz política represiva de amedrentamiento, cárceles y exilios, ejecutada de manera implacable por el régimen y a sus propios errores políticos y desunión evidente. Pero lo más real y dramático es el hecho de la destrucción de la economía y la tragedia social que configura la crisis humanitaria que padecemos y el agregado azote de la pandemia. Si asumimos que el régimen permanece y la oposición existe y resiste y que ni la “calle” ni el “golpe” ni la “invasión” funcionaron, en el 2021, negociar, elecciones libres pareciera ser lo más razonable en términos reales y la oposición intentar ir lo más unida posible y lo más cerca posible de los problemas de la mayoría y un eventual futuro mejor. Quizás esto no se logre, por falta de voluntad política del régimen, porque no se siente suficientemente amenazado. También sé que la tesis de “negociar” no tiene consenso político ni de opinión pública. Pero, hoy por hoy, no veo de manera visible otra opción práctica de resistencia y lucha, para el cambio político necesario. Lo perfecto conspira contra lo bueno. El deber ser y la teoría y nuestros deseos no siempre, diría casi nunca, entran en concordancia con la realidad real. Queremos un cambio político democrático en el menor tiempo posible y la rápida recuperación económica y social del país, pandemia incluida. Pero se necesita que nos vacunemos todos y entre todos, aliados y adversarios, tratar de conseguir una salida práctica y pronta a una situación política frustrante y que no genera respuestas prácticas, a ninguno de nuestros muchos y graves problemas de todo tipo. El régimen como gestión de gobierno ha sido un fracaso total. A la oposición no se le ha permitido gobernar, en los espacios que logró conquistar vía electoral. El país sigue dividido y polarizado y en la opinión pública mediática (entre otros “tuiterlandia”) y sus radicalismos verbales que tienden a prevalecer. Desafío del 2021, en términos políticos, es lograr una vía democrática que permita salir del estancamiento actual, entre un gobierno sin gestión y sin respuesta a la crisis y una oposición, que expresa a una mayoría que quiere un cambio.