La idea de crear un “pasaporte de vacunación” del covid-19 divide: el sector económico lo reclama, otros lo consideran una afrenta a las libertades, mientras muchos científicos invitan a no precipitarse debido al poco conocimiento que se tiene todavía de las flamantes vacunas.
Un instrumento que ya existe
El concepto no es nuevo. Muchos países imponen la obligación de vacunarse de ciertas enfermedades para entrar en su territorio, como puede ser el caso de la fiebre amarilla.
Los centros de salud entregan una cartilla de vacunación amarilla, oficialmente llamada “Certificado internacional de vacunación o profilaxis”, reconocida por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
“A petición de los Estados miembros, podría haber una resolución” de la OMS, para que la “vacuna del covid fuera mencionada en la cartilla”, estimó recientemente el doctor Antoine Flahault, profesor de epidemiología de la Universidad de Ginebra.
Algunos también trazan un paralelo con las vacunas infantiles que son obligatorias para inscribirse en la guardería o la escuela. Por ejemplo, en el caso de Francia, “11 vacunas obligatorias permiten la libertad fundamental de la educación en la escuela”, subraya Frédéric Adnet, profesor de Medicina de Urgencias en la Universidad Sorbona París Norte.
Una “vuelta a la vida social”
El director ejecutivo de la aerolínea australiana Qantas, Alan Joyce, fue el primero en defender en noviembre la “necesidad” de que los viajeros internacionales estuvieran vacunados contra el covid-19 para poder embarcar.
Otras compañías y responsables gubernamentales se pronunciaron en el mismo sentido, subrayando que un certificado permitiría evitar las medidas de cuarentena de entrada a un país.
Las compañías del Golfo, Emiratos y Etihad, probarán próximamente la aplicación “IATA Travel Pass”, concebida por la Asociación Internacional del Transporte Aéreo, que permitirá a los pasajeros “verificar que su test previo al viaje o su vacunación responden a las exigencias de su destino”.
Los partidarios del pasaporte de vacunación, numerosos en el sector del turismo y del ocio, también ven en él una manera de “volver a la vida de antes”, con un acceso seguro a por ejemplo las salas de espectáculos, los restaurantes y los estadios de fútbol.
El doctor Adnet, uno de los pocos defensores de la idea que se ha expresado públicamente en el sector médico, juzga este documento “ético”, “si la vacuna es eficaz”, puesto que “permitirá la vuelta a una mayor normalidad, a la vida social y una protección de las personas mayores”.
“Orwelliano”
Para sus detractores, este documento constituiría una afrenta a las libertades individuales.
Incluso el presidente de los Aeropuertos de París, Augustin de Romanet, si bien es “favorable” a “medidas que permitan limitar al máximo el parón de la economía”, juzga “orwelliano” “caer en un sistema en el que por el hecho de que uno no se ha vacunado no puede ni franquear la puerta de la panadería”.
Varios sondeos en Francia muestran que la mayoría de la población sería favorable al pasaporte de vacunación si su aplicación se limitara a los viajes en avión o las visitas a residencias de ancianos, pero es más reticente a extenderlo a otras situaciones de la vida diaria, como el transporte público o las escuelas.
Otros advierten del riesgo de la aparición de un mercado negro de vacunas, como ya existe para los certificados de PCR negativos.
“Demasiadas incertidumbres”
La comunidad médica por su parte subraya que una cosa es crear un documento con la idea de que este evitará propagar la epidemia y la otra es la protección real que ofrece la vacuna.
Las vacunas administradas desde diciembre en el mundo impiden desarrollar la enfermedad del covid-19 pero los estudios todavía deben determinar si evitan además la infección con el virus y su transmisión. Se desconoce también por ahora durante cuánto tiempo protegen.
Estas “incógnitas fundamentales” son la razón por la que los expertos del Comité de Emergencia de la OMS se mostraron el mes pasado opuestos a condicionar “por ahora” la entrada a un país a una prueba de vacunación.
La emergencia de variantes del coronavirus que podrían volver menos eficaces las vacunas actuales refuerzan estas dudas.
Por último, ante el número limitado de dosis disponibles en el mundo, algunos argumentan que imponer un documento así sería discriminatorio para quienes todavía no pudieron ser vacunados.
Al menos 135,5 millones de dosis de vacunas anticovid fueron administradas en el mundo, en al menos 90 países y territorios, dos meses después del lanzamiento de las primeras campañas masivas, según un balance realizado por la AFP a partir de fuentes oficiales.
AFP