El drama migratorio venezolano parece no tener fin. El flujo de caminantes sobre la vía Cúcuta – Pamplona aumenta diariamente, todos buscan mejores oportunidades.
Por: La Opinión
Cristian Márquez ha recorrido 464 kilómetros, desde su natal Venezuela (estado Trujillo) hasta Pamplona en Colombia. Si lo hubiese hecho en bus, solo hubiese tardado ocho horas, pero lleva nueve días de caminata con su familia. Le duele ver lo que han tenido que pasar, pero asegura que le duele más, no tener con qué darles de comer, aún, trabajando todos los días; pues la inflación en Venezuela no les permite comprar con un salario, lo que necesitan para vivir.
Su destino es Bogotá, la capital de un país, al que tal vez alguna vez visitó como turista, sin embargo, le ilusiona pensar que allí, donde hay unos cuantos familiares que pasaron por su misma travesía, encontrar un futuro mejor para sus dos hijos.
Y es que cuando habla, los mira y son ellos quienes le dan fuerzas para seguir. Aún le faltan 480 kilómetros por recorrer, un camino del que sabe será tedioso, pero ni eso lo detendrá. Guarda la esperanza de que alguna organización le ayude con trasporte al menos ‘pa’ pasar el páramo’ o que algún conductor de buen corazón, le de la ‘cola’. Pero son ilusiones, y él lo sabe.
Mientras Cristian sueña con pasar pronto el tan temido páramo de Berlín donde las temperaturas pueden alcanzar los 5 grados, otro de sus acompañantes, cose un poco una chaqueta a la que le encontró un agujero, pues el camino que los espera es tedioso y desafiante.
Él es conductor de profesión, pero aspira encontrar trabajo en lo que sea, para poder empezar a darle a su familia una mejor calidad de vida.
“No salimos por gusto. Lo hacemos por necesidad. Nadie va a querer dejar su tierra y su familia para salir a sufrir”, cuenta mientras sus ojos se nublan con lágrimas y acaricia suavemente la cabeza de su pequeña hija.
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