Ángel Lombardi: Caín y Abel

Ángel Lombardi: Caín y Abel

«Caín y Abel» como expresión simbólica del conflicto, la violencia y las guerras en la historia.

Para algunos autores, el fratricidio de Caín, simboliza en la milenaria tradición oral de la Biblia, el paso de las épocas de caza y pastoreo nómada a la época de la aparición de la agricultura, la propiedad, la ciudad y el Estado. Estamos hablando de un largo proceso civilizatorio, expresado en la lucha por la “propiedad”. El nómada, cazador y pastor, no tiene límites para sus desplazamientos e intereses, sólo el rival, que como él, tampoco acepta límites territoriales. Al aparecer el “agricultor” delimita su parcela de tierra, como propia (propiedad) y para protegerla y defenderla se organiza en torno a poblados y una organización normativa (Estado, Leyes y Gobierno). En esta metáfora de Caín y Abel se sintetizan muchos siglos. Un largo proceso histórico, hasta nuestros días y continuará, porque en el campo de la economía, la política, del dinero y del poder y de los intereses particulares, la guerra sigue siendo la “última-ratio” el “casus-bellum” por excelencia, a pesar de unos tímidos pasos hacia la diplomacia y la negociación y la tan deseada y precaria paz.

Desde 1648 (paz de Westfalia) hasta 1989 (caída de la Unión Soviética) la humanidad con su eje en Europa, conoció cerca de unas mil guerras de diversos alcances e intensidad, hasta las apocalípticas Primera Guerra (1914/1918) y Segunda Guerra (1939/1945) mundiales. En 1945, con la destrucción atómica de Hiroshima y Nagasaki, la guerra cambia de naturaleza. En una guerra nuclear, nadie gana y pierde la humanidad entera. En este horizonte se estableció la paz por el terror o guerra fría. Sin eliminar guerras de menor intensidad y riesgos, las llamadas guerras convencionales y asimétricas, que están presentes en todos los continentes.





Desarmar al ser humano, a toda la humanidad y a cada país, no va a ser fácil ni lo veo cercano, ni mucho menos, lo que no invalida la necesidad de aspirar y construir la paz y un mundo fraterno. Pienso que es la utopía-concreta del siglo XXI. La agresividad y el deseo de dominio y posesión es constatable en todas las épocas y en cada ser humano. En ciertas áreas de acción humana, como economía y política predomina casi de manera absoluta. En ambas actividades está presente un darwinismo indisimulable. El hombre lobo del hombre. No es casual que Maquiavelo hablara de “águilas y víboras” para referirse a los dominadores y poderosos. Más allá del problema moral y ético implícito tiende a imponerse la realidad y el pragmatismo de los resultados. Unos ganan y otros pierden. De hecho la palabra “felicidad y éxito” ha terminado significando la prevalencia del YO-YOICO (sólo importo yo y mis intereses). Caín pareciera haber triunfado, pero Abel sigue siendo necesario y ahora más que nunca, en un mundo globalizado y amenazado en todo sentido. La historia de los últimos tres siglos fue marcada a fuego, por las palabras libertad e igualdad, ahora nos toca remarcar la fraternidad como necesidad real de salvaguardar la propia humanidad.