El Pentágono no quiere el caza F-35, un “Ferrari”, para ir a hacer compras

El Pentágono no quiere el caza F-35, un “Ferrari”, para ir a hacer compras

Los aviones F-35A de la Fuerza Aérea de EEUU (U.S. Air Force/R. Nial Bradshaw/Handout via REUTERS)

 

 

El Pentágono está dando sobradas señales de que el caza F-35, el proyecto armamentístico más caro de Estados Unidos, no tiene el futuro multiusos y asequible que se le adjudicó hace unas décadas y no va a convertirse finalmente en el relevo del F-16, porque “nadie conduce un Ferrari al trabajo a diario”.





El último en señalar que el F-35 no acabará convertido en el nuevo caza táctico ligero de Estados Unidos ha sido el comandante de la Fuerza Aérea, el general Charles Brown, quien la semana pasada propuso iniciar un nuevo proyecto desde cero para reemplazar al F-16, cuyo millar de unidades lo convierten en el principal caza estadounidense.

Pese a tener un precio previsto de más de 1,5 billones de dólares a lo largo de varias décadas, el F-35, el sistema armamentístico más caro de la historia de Estados Unidos, no parece que vaya a cumplir totalmente su objetivo de convertirse en el principal avión invisible a radares de combate de las tres ramas de las Fuerzas Armadas que lo necesitan: la Fuerza Aérea, la Naval y la Infantería de Marina.

En una intervención frente a expertos y periodistas especializados en Defensa el miércoles de la semana pasada, Brown, jefe de la Fuerza Aérea desde el pasado agosto, dijo que no quiere pedir nuevas unidades del F-16, que comparó con un avión clásico de la década de 1970, ni del F-35A la variante ligera que estaba prevista para sus pilotos.

El proyecto F-35 de Lockheed Martin está plagado de retrasos, aumentos de costes asociados, cambios de diseño y fallos que aún no han terminado por solucionarse pese a que su primer vuelo fue hace quince años.

El Pentágono ha intentado retrasar el que parece ya un evidente fracaso del F-35 como avión multiusos, actualizando los F-16 y retrasando los planes para poner en producción en masa la versión táctica del F-35 de la que deberían producirse más de 1.700 unidades a un coste unitario de más de 100 millones de dólares.

Estos aviones, pese a ser una versión simplificada de los F-35C (Armada, con un coste unitario de 117 millones de dólares) y F-35B (Marines, con un coste de 135 millones), suponen un precio excesivo para la realización de operaciones rutinarias en la amplia red de bases de Estados Unidos en el mundo, según algunas voces dentro del Pentágono.

Como dijo Brown, con el paso de los años, los cambios de diseño y la incorporación de nuevas tecnologías, el F-35 ni es ligero ni es asequible. “Nadie conduce un Ferrari a diario para ir al trabajo, solo lo conduces los domingos. Este es nuestro caza de alta gama. Nos tenemos que asegurar que no lo usamos para vuelos de baja gama”, ejemplificó el general.

Durante la administración de Donald Trump, el Pentágono retrasó indefinidamente su decisión de poner el F-35 en producción masiva a finales del año pasado, y el entonces secretario adjunto de la Fuerza Aérea, Will Roper, llegó a barajar la idea de volver a fabricar un versión moderna del F-16, que algo que no sucede desde hace 20 años.

Pese a que el F-35 se ha convertido en la joya de la corona de la aviación estadounidense y que EE.UU. lo está vendiendo a sus aliados, parece claro que el caza no es idóneo para un uso exhaustivo.

Brown espera que las decisiones sobre si comienza a diseñarse desde una hoja en blanco un nuevo caza de “quinta generación o cuarta y media” se incorpore en el presupuesto de Defensa para 2023.

Los problemas del F-35 no solo han sido presupuestarios y, pese a que el precio unitario ha ido bajando con el aumento de la producción, partes vitales de su diseño siguen sin resolverse y ponen en duda su capacidad de operar a alto nivel.

Se han detectado problemas en los motores, cuando se sostienen velocidades supersónicas o fallos que afectan a su invisibilidad en radares o a la hora de ser lo suficientemente maniobrables en un combate directo con el enemigo.

Estados Unidos tiene la complicada tarea de equilibrar el presupuesto nacional tras la pandemia y controlar el, muchas veces, descontrolado gasto en el Pentágono, que consume unos 700.000 millones de dólares anuales y que hasta 2018 no fue capaz de someterse a una auditoria completa.

Al mismo tiempo, Estados Unidos quiere mantener su postura de defensa en el mundo y seguir contrarrestando la influencia de Rusia y sobre todo de la emergente China, que cada vez ejerce un rol más agresivo en el Mar de China Meridional.

Y para ello no quiere cazas que de media tienen 28 años, ni Ferraris último modelo, para las comandas del día a día.

EFE