La trágica historia de “El joven más bello del mundo”: El éxito de un film y el mote que se convirtió en una maldición

La trágica historia de “El joven más bello del mundo”: El éxito de un film y el mote que se convirtió en una maldición

Tenía 15 años y el mundo a sus pies. Pero la fama y la gloria fueron efímeras y terminó perseguido por el mote que lo había llevado a la cúspide: “el joven más bello del mundo” (Alfa/Kobal/Shutterstock)

 

Lo llamaron El joven más bello del mundo. Tenía 15 años y parecía tener el mundo a sus pies. Una situación que él, en ese momento, podría haber supuesto que nunca tendría fin. Pero el éxito, la fama, el dinero y la atención pública fueron fugaces. Todo terminó de manera abrupta. Quedó sólo, confundido y sin rumbo. La película, su cúspide, se transformó en su condena. En una cárcel invisible. Su imagen, perfecta, quedó fijada en la gente. Cada presencia suya posterior, cada participación en lo real, desilusionaba.

Por infobae.com





Björn Andrésen pasó el resto de su vida compitiendo contra él mismo, contra su imagen perfecta de adolescencia, él fue su propio enemigo. Cincuenta años después sigue luchando, rebelándose contra aquel papel cinematográfico que en lugar de servir de despegue a su carrera artística se convirtió en un muro que nunca pudo superar, en un fantasma (de él mismo) que lo acosó el resto de su vida.

En 1971, hace cincuenta años, se estrenaba Muerte en Venecia la película del maestro italiano Luchino Visconti inspirada en la novela de Thomas Mann. Para el papel de Aschenbach, ese músico en el ocaso de su existencia que se deslumbra, se obsesiona con un adolescente de 14 años en la ciudad italiana, Visconti había pensado en Burt Lancaster; pero finalmente escogió a Dirk Bogarde.

El director italiano necesitaba que Tadzio, el chico de 14, fuera, a primera vista, alguien que provocara fascinación, una imagen inolvidable e impactante. Encontrar al Tadzio perfecto no iba a ser tarea fácil. El primero que se le vino a la mente fue su ahijado español, el hijo de Lucía Bosé y el torero Luis María Dominguín, el ahora célebre Miguel Bosé. Pero el matador se opuso que su hijo participara en una obra con esa temática.

VIsconti descontó que en Italia no hallaría a su Tadzio. El personaje original era polaco. Así inició un casting continental. Salió a buscar a Tadzio por Europa Oriental y por Escandinavia. Esa búsqueda quedó registrada en un documental de 1970 dirigido por él mismo. Alla Ricerca di Tadzio (En Busca de Tadzio) fue hecho para la televisión italiana y puede encontrarse en YouTube. Visconti busca a su personaje en pistas de patinaje, en escuelas, en plazas. Luego a los elegidos los somete a un casting. Pasa por Budapest, por Helsinski, por Varsovia y por Estocolmo.

Las imágenes son inquietantes. La mirada ávida de este hombre prestigioso de 65 años mientras escolares desfilan para él. O la forma en que los escruta en las entrevistas personales. En cada ciudad se sientan cientos de niños y adolescentes delante suyo. Les hacen unas breves preguntas pero eso no importa demasiado. Les piden que sonríen, que miren a cámara, que muestren los perfiles. Hoy nadie filmaría (ni firmaría) un trabajo así.

Cada uno de los que se sientan delante de Visconti tienen una belleza innegable. Pero ese joven sueco con el pelo cayendo al costado de las mejillas, la mirada algo triste y desafiante, se diferencia de los demás.

En la entrevista se escucha que Visconti dice casi con pesar que es demasiado grande. Tengo 15 años, dice Björn, el joven sueco. Visconti le pide que se ponga de pie. “Es muy alto”, dice y uno sabe si se maravilla o si se lamenta. Luego, urgido le pide que se saque la remera. Björn se sorprende, se paraliza momentáneamente, abre la boca impactado. Intuye que algo no está bien. Menea la cabeza con desconcierto y se saca la prenda negra que lleva. El torso es esmirriado. Visconti le pide que sonría. Exige que el cámara le haga un primer plano, que le saquen fotos, que registren su perfil derecho y también el izquierdo. Björn sigue en cueros pero ya está más distendido, sonríe, obedece las indicaciones. Al ver ese casting, queda evidenciado -por si a alguien se le había escapado hasta el momento- que Visconti necesitaba que su Tadzio provocara en él, lo que en la novela hacía en Aschenbach.

Imagen de Luchino Visconti y Björn Andrésen que se muestra en The Most Beautiful Boy in the World, en la selección oficial de cine documental de Sundance (Sundance Institute/Mario Tursi)

 

“Con sorpresa, Aschenbach notó que el joven era bellísimo. Su gracioso rostro, pálido, circundado de cabellos color miel, la nariz derecha y fina, la boca luminosa, la expresión de seriedad divina y encantadora recordaba a las estatuas griegas de la época áurea. Y esa absoluta perfección fascinaba de tal modo que el observador creía no haber encontrado jamás algo tan logrado ya sea en el arte figurativo o la naturaleza”, de esta manera Thomas Mann describe por primera vez a Tadzio en Muerte en Venecia.

Más allá de las modificaciones necesarias que exige todo texto literario en su traslación al cine, Visconti sabía lo que buscaba: el Tadzio que había descripto Thomas Mann en su novela. “(…) En su andar y su postura, en el movimiento de sus rodillas, al posar su pie de calzado blanco, había una gracia extraordinaria. Al mismo tiempo dulce y orgulloso, lleno de gentileza. Y más gentil lo hacía la reserva propia de la infancia. Una cabeza de eros, con el matiz amarillento del mármol de Paros, sutiles cejas pensantes, y sobre las sienes y las orejas, la sombra de sus rizos cayendo en ángulo recto”, dice otro fragmento de la obra maestra de Mann.

La esposa de Mann alguna vez contó cómo surgió Muerte en Venecia. El escritor estaba junto a ella y sus tres hijos en Venecia, en el Grand Hotel des Baines, y quedó deslumbrado con un chico rubio, con su belleza. Katia Mann escribió sobre ese viaje de 1911: “El primer día vimos en el comedor a una familia polaca. Todos lucían tal cual mi esposo los describió en su libro. Y ahí estaba ese chico, de unos 13 años, vestido con un traje de marinero. De inmediato atrajo la atención de Thomas, que no podía parar de mirarlo. No lo persiguió por toda Venecia pero mi esposo sentía fascinación por el chico”.

Luchino Visconti en plena filmación de Muerte en Venecia con el adolescente Björn Andrésen que lo había fascinado por su belleza durante el casting (Alfa/Kobal/Shutterstock)

 

Con el tiempo, mucho después de la publicación de la novela y unos años después del estreno de la película, se supo que ese chico, el que deslumbró al novelista alemán era Wlasdylaw Moes. Un polaco que, en ese entonces, tenía 10 años. El diminutivo de su nombre era Wadzio o Adzio. Así que Thomas Mann ni siquiera ocultó demasiado la identidad de su modelo. Ya convertido en Barón, Moes descubrió que él había oficiado de secreto modelo del escritor alemán recién cuando vio en un cine de Varsovia la película de Luchino Visconti. La historia de Wladylaw Moes o el verdadero Tadzio la contó el periodista escocés Gilbert Adair en The Real Tadzio.

Visconti modificó al personaje de Aschenbach. Lo convirtió en músico en lugar de escritor como en la novela. El modelo era Mahler. Tanto es así que intentó que Dirk Bogarde utilizara una nariz de utilería para parecerse más al compositor. Pero la prótesis se caía todo el tiempo y en las escasas oportunidades en las que quedaba fijaba le impedía al actor expresarse con sus gestos faciales. Así con anteojos y unos bigotes apretados el protagónico del film terminó asimilándose, en su fisonomía, a Thomas Mann.

Una imagen de ‘The Most Beautiful Boy in the World’, con Björn Andrésen que se presentó en Sundance este año (SUNDANCE INSTITUTE/Mario Tursi)

 

Luchino Visconti elige la novela de Mann porque comparte temas, obsesiones. Ambos viven su sexualidad con conflicto, sin libertad, con ocultamiento debido a la mirada social. En la novela y en la película se habla del placer de observación, los amores prohibidos y el esplendor y la decadencia física.

Suele escribirse sobre alguien rubio, transitando el lugar común, que su pelo es dorado. El de Andrésen era dorado de verdad, refulgía. Las rasgos armónicos y una sonrisa misteriosa. Pero había algo más en ese chico. En sus ojos se percibía dolor, algo roto.

Su madre había muerto un par de años antes, cuando él tenía 10. El que creía su padre era su padre adoptivo. Hasta hace unos poco años siguió buscando, de manera infructuosa, a su padre biológico; quería conocerlo, mirarlo a los ojos para hacer un intento por entender su historia. Con la elección para interpretar a Tadzio, Björn creyó que lo malo había pasado, que había logrado dejar atrás sus dolores. Cómo no creerlo. La alfombra roja de Cannes, los periodistas, las propuestas laborales.

Bjorn junto a Dick Bogarde en el film de Visconti. Apenas se estrenó Muerte en Venecia, el joven se convirtió en un fenómeno global (Alfa/Kobal/Shutterstock)

 

Apenas se estrenó Muerte en Venecia, Björn Andrésen se convirtió en un fenómeno global. En Japón, por ejemplo, grabó dos temas pop, decenas de publicidades, dio cientos de entrevistas y hasta sirvió de modelo para importantes artistas de manga.

A su regreso a Suecia probó suerte con su verdadera pasión, la música. Pero de a poco su carrera se estancó. Las propuestas se espaciaron y cada vez eran de menor importancia y jerarquía artística. La sombra de Tadzio lo persiguió toda su vida, lo terminó aplastando.

En el último tiempo, la figura de Björn Andrésen recuperó protagonismo. Primero una aparición en Midsommer, la producción sueca que se convirtió en un pequeño fenómeno. Su papel no es protagónico, apenas secundario. Sin leer los créditos resulta imposible reconocer que ese hombre mayor, casi un anciano, con larga y desgreñada barba blanca al joven Tadzio de Muerte en Venecia. El otro hito reciente fue el estreno en el festival Sundance del documental The Most Beautiful Boy in the World dirigido por Kristinaa Lindström y Kristian Petri.

En él se sigue la vida de Björn. Pero como las buenas creaciones cuenta más de una historia a la vez. No sólo narra la caída del actor, el peso que significó el mote del “joven más hermoso del mundo”, la vida fastuosa que desaparece tan rápido cómo llega, las experiencias vividas a destiempo -por lo general antes de lo que corresponde para la salud mental o para ejercer el consentimiento-; logra también que los espectadores vean en esta vida la de muchos otros actores infantiles o juveniles que no están preparados para convertirse en celebridades de repente y la indefensión que padecen.

La lista es demasiado larga pero algunos de los nombres podrían ser Sue Lyon, la Lolita de Kubrick (“Mi destrucción como persona empezó con esa película, me expuse a tentaciones que ninguna chica debe tener”, dijo), Linda Blair, Mariel Hemingway, Nastassja Kinski, Corey Feldman, Jodie Foster, Brooke Shields, Tatum O’Neal, Drew Barrymore y muchos otros niños o pre adolescentes que fueron sexualizados por el cine, algo siempre traumática que no muchos superan, aunque algunos (pocos) hayan podido rehacer sus carreras y sus vidas.

En el documental Björn cuenta que la noche de la presentación del film en Cannes, Visconti lo llevo junto a los integrantes del equipo a un boliche gay: “Me miraban con descaro, como si fuera un plato apetecible. No podía reaccionar, habría sido un suicidio social. Fue el primero de muchos encuentros de este tipo. Recuerdo las paredes de terciopelo roja, la pintura negra brillante, las lenguas voraces. La gente no comprende el efecto que esto puede tener en un chico. No habría aceptado el papel de Tadzio de haber sabido cómo iba a afectar a mi vida. Reconozco que conocí a personas interesantes pero, considerándolo todo, mejor habría sido que me hubiesen dejado en paz. La película ha tenido una gran influencia en mí. No creo que haya merecido la pena. Fue como una montaña rusa y, definitivamente, no estaba preparado para ello”.

Escena del filme ‘Midsommar’ en donde participa Björn Andresén (Moviestore/Shutterstock)

 

Después de varios años, en el 2003 se volvió a saber de Björn y no fue por alguno de esos papeles menores que hacía de manera ocasional en películas también menores. La escritora Germaine Bailey publicó un libro titulado The Beautiful Boy. En la tapa, en blanco y negro, una foto de Björn en su época de Tadzio. Andrésen se quejó amargamente, dijo que no podía entender cómo una escritora feminista podía hacer eso, elegir esa foto para la tapa y cosificarlo. Obtuvo un poco de atención después de años de oscuridad pero no mucho más. La editorial respondió mostrando que el autor de la foto, David Bailey, había prestado su autorización para el uso de la imagen. Andrésen respondió que deberían haberle pedido permiso también a él, el protagonista de la foto.

En la actualidad, Björn con 66 años vive en Estocolmo con su novia. Tiene problemas económicos e intenta que no lo desalojen de su vivienda. Luego de tener algunas parejas homosexuales, en la década del ochenta se casó con una mujer de la que se divorció luego que su hijo de 9 meses falleciera por muerte súbita. Su otra hija, en la actualidad, dice que su padre usa esa barba larga para ocultar su rostro, para que la gente no se dé cuenta la belleza que se escurrió.

Andrésen tiene hoy 66 años y vive con su novia en Estocolmo, con graves problemas económicos (Ibl/Shutterstock)

 

Su carrera empezó en lo más alto. Un director prestigioso, éxito de crítica, estreno mundial en el Festival de Cannes, pero después todo fue en descenso. Un descenso repentino, brutal. Una sensación de soledad que lo terminó de romper, que sólo aumentó su fragilidad anterior.

En Muerte en Venecia, la obsesión, la pasión por Tadzio termina destruyendo a Aschenbach. En la vida real, la película ayudó a destruir a Björn Andrésen, a terminar de romperlo. El actor sueco vive atrapado en el pasado, atrapado por el pasado.

“Que me hayan calificado como el joven más bello del mundo, me persiguió toda la vida. Nadie me tomó en serio. Ahora ya soy un anciano, pero todo el mundo quiere ver en mí al chico más guapo, cuando en realidad sólo soy el chico más viejo del mundo”, declaró hace poco Björn Andrésen.