Quince años y cinco meses por estrangular a su madre y trocear su cuerpo para alimentarse de sus restos cadavéricos.
Por abc.es
Esa es la pena que solicita la Fiscalía Provincial de Madrid para Alberto Sánchez Gómez, en prisión provisional desde que fuera detenido más de dos años atrás por el macabro crimen de su progenitora, María Soledad Gómez, en el primer piso de la calle de Francisco Navacerrada, 50 (distrito de Salamanca), donde ambos convivían.
Apodado por la prensa como el caníbal de La Guindalera (por el barrio en el que sucedieron los hechos), su defensa tratará de que el joven esquive la prisión e ingrese en un centro psiquiátrico. Tras la primera jornada del juicio, celebrada ayer.
A continuación, el acusado, que se encuentra privado de libertad por estos hechos desde el 23 de febrero de 2019, trasladó el cadáver hasta el dormitorio de la vivienda y lo colocó sobre la cama «con el propósito de ir haciendo desparecer su cuerpo». Para ello procedió a su descuartizamiento empleando una sierra de carpintero y dos cuchillos de cocina que tenía en la misma casa. Una vez troceado el cuerpo, el acusado se fue alimentando «en ocasiones» durante unos 15 días de los restos cadavéricos, «guardando otros restos en varios recipientes de plástico por la vivienda y en el interior de la nevera que había en el domicilio, arrojando también algunos de ellos a la basura dentro de bolsas de plástico».
Doce antecedentes
Como informó este periódico en marzo de 2019, el acusado de un delito de homicidio con la agravante de parentesco está aquejado de una enfermedad mental, probablemente, con un trastorno de personalidad de base añadido y/o agravado por el consumo de estupefacientes. Este peligroso cóctel pudo estallar provocándole un brote, máxime si en aquellos últimos meses no tomaba la medicación.
Así lo explicaba su progenitora a sus más íntimos del barrio. Le tenía miedo porque la golpeaba. De hecho, el reo estuvo ingresado tres veces en una unidad de psiquiatría; la mayoría, a instancias de ella. Sin embargo, cuando se recuperaba, pedía el alta voluntaria. Al poco, volvía a casa y se desataba el infierno. El 21 de febrero de 2019 se descubrió la atrocidad.
Alberto había sido detenido una docena de veces, la mayoría por maltratarla. En agosto de 2018 fue arrestado, esa vez por quebrantar una orden de alejamiento hacia su progenitora. Una medida que seguía en vigor cuando el acusado acabó con su vida y que vulneraron los dos. Ella no quería ya dejarle pasar al piso y, de hecho, alguna vez llegó a cambiar el bombín de la cerradura. Anulada, sola, y madre, a pesar del miedo que le tenía, le dejaba entrar. Nadie sabe si obligada. Alguna vez dijo a sus amigos: «¡Qué le voy a hacer, al fin y al cabo es mi hijo!».