Stéfano es solo un niño pequeño en edad escolar, pero se siente un campeón que gambetea y hace goles como su admirado Lionel Messi en la escuelita de fútbol creada por Newell’s en Argentina para quienes tuvieren “alguna discapacidad intelectual”.
El goleador en miniatura es uno de los nueve chiquitos que entran por primera vez a jugar, a patear al arco y a practicar esquive de conitos naranjas, como los profesionales, en la cancha del Centro Deportivo Griffa de ‘Ñuls’ o ‘Niubel’, como le llaman por estos lares al club de los amores del astro de FC Barcelona.
Vestidos con la indumentaria oficial de la entidad rojinegra, con camiseta, pantalón y botines, los chicos viven el día más feliz de sus vidas.
Sus madres y padres ríen pero están tan emocionados de ver a sus hijos cumplir un sueño que a alguno se le escapa una lágrima.
– “Ñuls’ es la vida –
“¿Qué es Ñuls para vos?, le pregunta la AFP a Stéfano que no cabe en sí de la alegría. “La vida”, responde con madurez, en un día soleado en la zona oeste de Rosario, ciudad de pasión futbolera a 300 km al norte de Buenos Aires, cuna del capitán de la Albiceleste.
“Me gusta Messi, me gusta (Nacho) Scocco (goleador del club). Juego bien. Quiero a mi familia, quiero a mi mamá. Quiero que mi papá se ponga muy contento. Metí cinco goles. ¡Vamos Niubel!”, lanza el chiquito con grito apasionado.
Al costado del césped, la gente del club reparte una declaración, según la cual se convoca a “chicos y chicas que padezcan alguna discapacidad intelectual”. Hay otras entidades con iniciativas parecidas, pero ‘La Lepra’ rosarina celebra el debut de una actividad recreativa y de entrenamiento cuya rutina será reunirse cada jueves durante una hora en forma gratuita.
La madre de Stéfano es Marisa Meroi. Al terminar la práctica abraza a su hijo. Lleva mascarilla, como todos los acompañantes. El covid-19 hace estragos en Rosario como en todo el país, que acumula casi 2,8 millones de contagios y más de 60.000 muertes.
“Somos una familia muy futbolera. Mi marido jugó en el club. Mis otros dos hijos también y el más grande llegó hasta la cuarta división (inferiores). Stéfano quería ser como sus hermanos” relata Marisa.
– “Espectacular integración” –
Madres, padres o profesores del club llevan de la mano a otros niños para que aprendan a dominar la pelota. Otros patean a un arco sin arquero y festejan. Stéfano se mueve con soltura y habilidad.
“Él juega en otro club con pibes no especiales. Ahora está como enloquecido con esto. Es espectacular que haya una escuela con integración en estos tiempos que corren”, asegura Marisa.
Gonzalo Cejas es el papá de Valentino, otro de los pioneros de la escuelita: “Estoy contento de que haga un deporte. Le gusta la pelota. Enseguida decidimos anotarlo para que viva esta experiencia. En la familia hay muchos hinchas de Ñuls”.
Cerca está Silvina Casella, mamá de Lázaro: “Como experiencia esto favorece siempre a la inclusión. Vamos probando con distintos deportes y ver cómo él pueda ‘engancharse’ (vincularse)”.
– Superar la rivalidad –
En la Rosario que entra en ebullición y ardor cuando se juega el clásico de Newell’s con Central, también se puede atenuar la rivalidad para una causa justa.
“Decidimos que venga a pesar de que el padre es fanático de Rosario Central. Pidió traerlo priorizando que pueda jugar al fútbol”, dice Silvina y se ríe con ganas por el trago amargo íntimo que puede vivir su marido.
No hay padre o madre que no admita que ellos y los niños admiran a Messi, convertido en emblema rosarino, como el colosal Monumento a la Bandera argentina tradicional lugar de encuentro, a orillas del río Paraná.
En medio de un paisaje de arboledas, en torno al barrio de clase humilde donde está el predio, se vive otro momento para la historia. Simple y cálido. Todos y todas posan para la foto fundacional de un lugar para la inclusión de niños que necesitan también sentirse campeones.
AFP