Desde hace varios días, un cohete chino está regresando a la Tierra sin que se sepa dónde ni cuándo impactará. Pero si bien sus restos podrían alcanzar una zona habitada, el riesgo es extremadamente limitado, según expertos.
Por: Infobae
El 29 de abril, China lanzó el primer módulo de su futura estación espacial, Tianhe (“Armonía celeste”), con el cohete portador de carga pesada Long March (Larga Marcha) 5B. La primera fase de esta potente lanzadera es lo que está regresando ahora a la Tierra.
El cohete despegó del Centro de Lanzamiento Espacial Wenchang en la isla de Hainan, al sur de China, con una etapa central, cuatro impulsores laterales y una altura equivalente a un edificio de 18 pisos, lo que lo convierte en uno de los mayores trozos de escombros que reentrarían en la atmósfera, de ahí su vigilancia continuada.
Ahora su trayectoria está fuera de control porque sus creadores previeron que se desintegrara en la atmósfera naturalmente. El problema es que debido a su enorme masa, de entre 17 y 21 toneladas, es poco probable que el cohete se consuma por completo.
Las partes más ligeras seguramente se volatilizarán pero “dado el tamaño del objeto, quedarán algunos trozos a la fuerza”, según Florent Delefie, astrónomo del Observatorio de París-PSL. Además, “si el cohete está formado por materiales que no se desintegran al entrar en la atmósfera, cosa que parece ser el caso, el riesgo es mayor”, según Delefie.
China “debería haber anticipado un regreso controlado con un retrocohete, como hicieron en particular los rusos al desorbitar la estación Mir”, explicó a la AFP Nicolas Brobrinsky, jefe del departamento de Ingeniería e Innovación de la Agencia Espacial Europea (ESA).
¿Qué puede suceder?
Dada la altitud a la que se halla el objeto, entre 150 km y 250 km, es difícil de prever, puesto que las capas de la atmósfera más bajas son más vulnerables a las variaciones de densidad. De hecho, “no podemos saber cuándo caerá”, según Brobrinsky.
La única certidumbre es que el objeto se halla en una órbita inclinada de 41 grados respecto al ecuador terrestre, por lo que solo puede caer en la franja comprendida entre las latitudes 41 del hemisferio Norte y Sur, lo que incluye por ejemplo buena parte de América Latina, el sur de Europa y África.
Pero, tal y como afirma Beijing, lo más probable es que los restos del cohete caigan en el mar, que ocupa el 70% del planeta, o en una zona desértica.
La probabilidad de un impacto en una zona habitada es “ínfima, de menos de un millón sin duda”, asegura el responsable de la ESA.
Incluso si los restos cayeran sobre viviendas, la velocidad del impacto sería relativamente débil (de unos 200 km/h). Muy por debajo del impacto esperado de un meteorito (36.000 km/h). En cambio, para una persona, el impacto podría ser fatal, según Delefie.
¿Hay antecedentes?
En 2020, los restos de otro cohete Long March impactaron en varias aldeas de Costa de Marfil provocando daños pero sin dejar heridos.
Según cifras de la NASA de enero de 2020, hay unos 20.000 objetos en la órbita terrestre de tamaños superiores a 10 cm, que son vigilados por radares y telescopios.
En 60 años de vuelos espaciales, se registraron unas 6.000 entradas incontroladas en la Tierra de grandes objetos fabricados por el hombre y uno solo alcanzó una persona, sin herirla, según el experto de la ESA Stijn Lemmens.
Con información de AFP y EuropaPress