De día, desierto, silencioso y deshabitado. De noche, policías y militares armados rodean las calles, se escuchan disparos, gritos, peleas y bombas molotov. Detenidos, heridos, corridas, incendios y enfrentamientos. Las miradas de desconfianza, la tensión y los nervios están a la orden del día, sin distinción de sexo, edad o religión. Todos contra todos. Así se vive en Jaffa, el barrio mixto del sur de Tel Aviv -donde conviven árabes y judíos-, uno de los tantos lugares donde en la última semana se desató una virtual guerra civil entre extremistas, que no cesa y que profundiza aún más las diferencias entre ambas comunidades.
Por La Nación
Los disturbios comenzaron el lunes 10 de mayo, el mismo día que estalló el conflicto entre Israel y Hamas, y que se agravó los días subsiguientes: el jueves un soldado judío de 19 años fue linchado por un grupo de árabes y terminó internado con fractura de cráneo y hemorragia cerebral, mientras que el viernes dos niños resultaron heridos tras ser quemados por una bomba molotov, que dejó a uno de ellos en grave estado, con quemaduras en la parte superior de su cuerpo. Hay un detenido, pero aún se investiga si los autores del ataque fueron judíos o árabes que se confundieron de lugar.
Son las 10.30 de la mañana del domingo, primer día hábil de la semana en Israel. La Torre del Reloj, el símbolo más emblemático de la ciudad de Tel Aviv, da la bienvenida al barrio Jaffa. Este mismo sitio, que recobró su vida cultural tras la pandemia, solía estar repleto de gente: grupos haciendo un poco de turismo, niños corriendo y jugando, algunas parejas paseando o comprando recuerdos en algunas tiendas, o incluso comida en locales árabes. Esa postal, llena de alegría y vitalidad, fue destruida hace pocos días, tanto por la violencia externa como por la interna.
El inicio del recorrido tiene una señal optimista: un cartel, pegado en un árbol, con dos manos estrechadas y la frase “basta de violencia”.
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