La crisis en Líbano deja a muchos niños sin acceso a las escuelas

La crisis en Líbano deja a muchos niños sin acceso a las escuelas

Mohammad, un refugiado sirio de once años, recibe ayuda de su madre para repasar una lección de árabe dentro de la tienda de campaña de su familia en un campo de refugiados en el área de Tebrol, en el valle de Bekaa, en el este de Líbano, el 26 de abril de 2021 (Foto de JOSEPH EID / AFP)

 

En un campo de refugiados sirios en el este de Líbano, Mohamed y sus tres hermanas temen quedarse sin ir a la escuela por tercer año consecutivo, debido a que no tienen cómo acceder a la enseñanza remota.

“Mire mi teléfono, ¿cómo espera que mi hijo estudie con esto?”, preguntó su padre, Abdel Nasser, sentado en la carpa de su familia en el valle del Becá. “La pantalla está quebrada… y no tengo internet”, lamentó.





Mohamed, de 11 años, y sus hermanas están entre decenas de miles de niños sirios, libaneses y palestinos que han quedado meses sin enseñanza escolar a causa de las restricciones por el coronavirus.

Grupos de derechos humanos han calificado la situación de una “catástrofe educativa” que afecta especialmente a los refugiados, los cuales ya tenían dificultades para estudiar antes de la pandemia.

“No tenemos dinero para comprar un celular para todos. Primero tenemos que alimentar a nuestros hijos”, dijo su madre, Shamaa.

Mohamed llegó a Líbano desde Siria en 2012, un año después del estallido del conflicto que ha dejado 388.000 muertos y millones de desplazados.

No pudo ingresar a la escuela hasta 2019 porque el sistema de enseñanza pública libanés no admitió a los refugiados sirios hasta 2013, y solo aceptaba un número limitado.

El primer año de escuela de Mohamed coincidió con la pandemia del covid-19, que provocó la suspensión de las clases. “Él ni siquiera sabe multiplicar por uno”, contó su padre.

– Impacto de la crisis –

Hind, Sara y Amal, las hermanas de Mohamed, con edades de entre 12 y 14 años, habían estado cuatro años en la escuela cuando el Ministerio de Educación adoptó, en marzo de 2020, la enseñanza a distancia.

“Yo estaba feliz. Estaba estudiando árabe, inglés, ciencia y geografía”, comentó Amal, de 14 años. “Pero ahora mis padres no pueden darme una educación en línea”, lamentó.

Más de 1,2 millones de niños en Líbano han quedado sin acceso a la escuela desde febrero de 2020, cuando llegó la pandemia al país, según la organización Save the Children.

La entidad advirtió el mes pasado que muchos niños podrían no volver nunca más a un aula, ya sea porque ya han perdido tantas clases o porque sus familias no tienen recursos para matricularlos.

Líbano enfrenta su peor crisis económica desde la guerra civil de 1975 a 1990, con más de la mitad de su población abajo de la línea de pobreza.

Entre los sirios la pobreza es aún mayor, con 90% de las familias que apenas logran sobrevivir.

Lisa Abou Khaled, del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados, dice que la crisis económica afecta a la educación.

Citando datos del Ministerio de Educación libanés, Abou dijo que 25.000 estudiantes sirios tenían que haber iniciado o reingresado a la escuela en el período 2020-2021, pero no lo hicieron.

“Creemos que la cifra real es más alta que eso”, agregó, tras apuntar que más de la mitad de los niños sirios no asisten a clases.

– “Indignada” –

La catástrofe educativa también golpea a decenas de miles de libaneses que han perdido sus empleos o sufrido una caída en sus ingresos desde 2019, cuando se aceleró la crisis.

En un apartamento estrecho del barrio Burj Hammoud, en el este de Beirut, Pamela, de 11 años, muestra un teclado, lo único que quedó de una computadora que fue destruida en la enorme explosión del 4 de agosto de 2020 en el puerto de Beirut.

El estallido, que dejó más de 200 muertos, impactó la casa de Pamela y agravó la miseria que sufre su familia por el agravamiento de la crisis financiera.

La familia no tenía cómo comprar una nueva computadora, que se encareció por la rápida devaluación de la libra libanesa. “Comencé a llevar clases en mi teléfono celular”, contó Pamela.

Pero los apagones de hasta 18 horas diarias la dejaron luchando por mantener su teléfono encendido y conectado a internet. Hasta que desistió de la escuela.

“Estaba indignada con la educación en línea, no lo podía aguantar más”, reclamó.

Su padre, un taxista desempleado, dijo que quería que Pamela dejara las clases desde meses antes.

Pero Pamela tiene la esperanza de regresar un día a las aulas. “Quiero estudiar para que pueda conseguir un trabajo decente más adelante y así ayudar a mis padres”, comentó. AFP