Cuando Brittney, stripper de California de 26 años, volvió al club en el que trabaja y que reabrió en abril después de un año, se encontró con bailarines con mascarillas y unos pocos clientes.
“Sencillamente se me rompió el corazón. Esto es tan, tan triste”, recordó Brittney, quien prefirió no revelar su apellido para proteger a su hijo de 6 años.
Una hora de su turno de cuatro la pasó esperando clientes y ganó 150 dólares, menos de un tercio de lo que hubiera conseguido antes de la pandemia.
“Se ve mucho que las chicas están sentadas sin hacer nada”, comentó Brittney, quien comenzó a hacer striptease hace dos años para complementar los ingresos de otros dos empleos. Ya no es divertido”.
A medida que algunos de los 3.821 clubes de striptease de Estados Unidos comienzan a reabrir, las mujeres que trabajan actuando en ellos enfrentan una industria transformada.
Se estima que los ingresos en la industria han caído un 17,4% en 2020 y se prevé que caigan otro 1,5% este año, según una investigación de IBISWorld.
Según las pautas en San Francisco, por ejemplo, los clubes de striptease como el Gold Club que ofrece comida pudo reabrir, pero bailarinas y clientes deben mantener las mascarillas puestas.
Las actuaciones se limitan a bailes en el escenario, sin contacto físico. Los bailes privados, la fuente de mayor ingreso de las bailarinas, siguen prohibidos.
Durante la pandemia, las strippers en estados con medidas contra el coronavirus migraron a otros con reglas más laxas, como Texas y Florida, según trabajadoras y dueños de clubes.
Bob Tapella, copropietario y gerente del Club Cheetahs Gentlemen en Sunnyvale, California, estimó que casi el 60% de sus bailarinas dejaron el estado para encontrar trabajo en otro lado.
“Creo que vamos a tener que volver a empezar”, dijo Tapella, cuyo club estuvo cerrado un año y sobrevivió en parte gracias a un préstamo de ayuda por la pandemia. “Teníamos un lugar especial. Va a tomar muchos años volver a recuperarlo”. Reuters