Se define como globalización o mundialización el proceso mediante el cual las fronteras físicas, geográficas y productivas en la generación de bienes y servicios entre naciones y sociedades han desaparecido como consecuencia de la Revolución Tecnológica, las transformaciones de las telecomunicaciones, el internet, los avances científicos de la bio-medicina y las bio-tecnologías, las redes sociales, la sociedad del conocimiento y la III y IV Revolución Industrial.
La III Revolución Industrial dio lugar a la sociedad digital, dentro de la cual los procesos productivos en las economías local, nacional, regional o global son realizados por instrumentos digitales y menos por procesos hidráulicos o mecánicos. Dentro de la IV Revolución Industrial despuntan la inteligencia artificial (AI), los vehículos autónomos, el internet de las cosas, la robótica y las nuevas tecnologías de materiales.
La sociedad del conocimiento ha determinado la preeminencia de la educación y el saber sobre los recursos naturales en la búsqueda del desarrollo y la riqueza de las naciones. El acceso al saber se ha universalizado y los países que adoptan estrategias de inserción en la globalización salen favorecidos al aumentar con mayor rapidez el ingreso nacional, el bienestar social y el progreso de sus pueblos. En las últimas dos décadas, los populismos ultranacionalistas han procurado incoar una suerte de proceso de desglobalización, obstaculizando la integración formal o informal entre las economías sociedades del mundo.
En la sociedad del conocimiento, la tenencia de grandes recursos naturales pierde significado y, sobre todo, ya no es ni siquiera una precondición para el desarrollo sustentable de una nación. Todos conocemos los resultados nocivos de la Maldición de los Recursos en países dependientes de materias primas o de recursos naturales. El extractivismo rentístico, característica de la economía venezolana desde la bonanza petrolera de los años 70, termina por convertir a los ciudadanos, no en seres productivos o emprendedores, sino en caza-rentas (“rent-seekers”) de una falsa ilusión de riqueza no generada por su propio esfuerzo o capacidad inventiva.
Industrias y mercados que hasta hace nada parecían boyantes, entran en declive o desaparecen por los avances científicos y tecnológicos de la globalización. La capitalización de las grandes empresas petroleras internacionales, antes al tope de la valoración mundial, han cedido el paso a empresas tecnológicas y de servicios como Google, Amazon, Apple, etc. La empresa de automóviles eléctricos Tesla, hoy muestra una capitalización mayor a las tradicionales General Motors o Ford.
A ello hay que agregar, la transición energética, la descarbonización de la economía, el uso decreciente de combustibles fósiles, las infraestructuras inteligentes y las empresas neutras en emisiones toxicas de efecto invernadero. Todo ello ocurre en el mundo mientras los venezolanos continuamos atrapados en el atavismo enceguecedor de las vastas reservas de petróleo, oro o coltán. Craso error.
No se trata de dejar de desarrollar racionalmente las industrias extractivas, sino de buscar el equilibrio adecuado y fructífero entre la explotación de recursos naturales y la diversificación de la economía, lo cual será sólo posible dentro de la sociedad del conocimiento, maximizando los beneficios de la III y la IV Revolución Industrial. Aquí está la médula de cualquier estrategia futura de desarrollo para Venezuela. La libertad de los ciudadanos en la sociedad del conocimiento potencia la creatividad, la creación de valor y la innovación.
@lxgrisanti