Cuba ha sido el primer país en América Latina en utilizar una dosis producida a nivel nacional contra el coronavirus. Así lo reseñó BBC Mundo.
Es, también, el primer país del continente en el que se aplica a la población una “vacuna” que (todavía) no lo es.
Y es que Soberana 02 y Abdala (producidas por el Instituto Finlay y el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología, respectivamente) han comenzado a utilizarse sin que hayan sido aprobadas y registradas por una agencia reguladora (no cuentan siquiera con una “autorización de emergencia”) y no se conocen datos de su efectividad ni resultados de la última fase de sus estudios clínicos.
Los candidatos vacunales cubanos tampoco ha recibido autorización de la OMS/OPS y a, diferencia de lo que suele suceder con otros proyectos de este tipo, los científicos detrás de las plataformas de investigación para las vacunas solo han publicado un artículo en una revista especializada, que no fue revisado por pares.
Expertos internacionales señalan que, si bien Cuba cuenta con una amplia experiencia en la fabricación de vacunas y que cada país tiene la “decisión soberana” de tomar este tipo de medidas, se trata de una “decisión arriesgada”.
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