Nadie tenía en sus manos el texto del proyecto que no ha sido publicado al momento de escribir esta nota. Todo el mundo tuvo que contentarse con la versión del ponente. Cuando se hace algo serio y de buena fe, simplemente se publica, todo proyecto se lleva a la cámara para que los integrantes lo lean con tiempo y la opinión pública, además, lo conozca. Para la primera discusión, cada quien debe estar completamente enterado del asunto. Pero, ¿qué va a ocurrir? Lo envía a la comisión correspondiente y simulan una consulta a la que sólo concurrirán los que ellos, los oficialistas, quieran. Harán bulla y volverá en tiempo récord para la segunda y definitiva discusión y aprobación, donde será castigado a quien ose ligeramente discrepar, porque simplemente nadie, ni los supuestos opositores, les pagaron y les pagan para hacerlo.
Eso, lo de las zonas económicas especiales en ciernes, es una vulgar imitación del comunismo chino que las inventó para no naufragar: relaciones salvajemente capitalistas, en unos territorios delimitados, con inversión transnacional, sólo para exportar bienes, mientras que el resto del país, como también pasa en China, se muere de hambre. ¿Cuál es la diferencia? Devastado el país, ningún capital serio vendrá a invertir a Venezuela, porque además, se les obligará a asociarse con las mafias que ya acabaron con todo. Porque es un negoción lo que quieren esas mafias, terminando en un lavado de capitales de gran escala con el pretexto de una fábrica por aquí y otra por haya que ni suficiente empleo generará. Por ello, celebro el documento crítico de Vente Miranda contra esa expoliación que llaman zona económica especial hecha a imagen y semejanza de la voracidad socialista.