A la crisis política del madurismo creada por las políticas erradas que han arruinado la economía del país, se le suman las contradicciones de los herederos del Comandante eterno, que han provocado, la crítica de centenares o miles de militantes del chavismo contra Nicolás Maduro que ya no lo oyen con la fe de los incondicionales de otros tiempos, cuando los sermoneaba el extinto presidente Hugo Chávez y creían con rodilla en tierra en su palabra y en el cumplimiento de sus promesas, es decir era todo un mesías.
Para los especialistas en el tema, la mentira es algo intrínseco en el ser humano y todos mentimos, pero explican que los políticos lo hacen más. “La falta de honradez es contagiosa”. Cuando las mentiras tienen éxito, es “más tentador mentir. Las mentiras empiezan a repetirse. Pueden tener un efecto constante, incluso si ya fueron desacreditadas”.
Los regímenes totalitarios se mueven con las mentiras y apariencias que difunden a través de su hegemonía comunicacional además creen que son suficientes para anestesiar a toda resistencia democrática que pueda emerger. No obstante, como a todo farsante siempre les llega la hora en la que el pueblo descubre las verdades verdaderas y termina por no creerles ni las verdades más irrefutables. Las verdades no se compran y menos las tangibles.
En el contexto de la política, el gran teórico de la mentira institucionalizada fue el doctor Goebbels, ministro de propaganda del gobierno Nazi, quien sustentaba en su teoría que toda mentira repetida mil veces termina por convertirse en una verdad. Pero, en un mundo globalizado por la era de Internet y de las redes sociales, las mentiras cada día tienen poco espacio, se desmontan por su propio peso y sustancia, derivándose poca efectividad en su perversa intencionalidad.
El madurismo tiene varios desafíos en esta crisis política, la falta de apoyo popular, el desastre de la economía, el descrédito internacional y la pandemia. Con un 80% de rechazo según nuestras encuestas, Maduro debe hallar alguna forma de solución para estos problemas si quiere darle continuidad a su poder hasta el 2024.
Es evidente, que el compromiso revolucionario se mide precisamente en momentos de crisis, manifestando apoyo a un régimen sin duda con muchas fisuras pero que, aun así, representa la mejor opción de lucha social ante una oposición que, a pesar de su discurso en sentido contrario, no termina de reconectar con los estratos sociales D/E, para muchos analistas políticos una oposición con muchas estrategias de cambios que no terminan de fraguar, menos convencer a la mayoría de los venezolanos para salir a las calles y hacer fuerte presión a un régimen agotado.
Son tiempos de elecciones regionales y municipales, el amarre popular del chavismo se ha debilitado con el devenir histórico. Sin embargo, la sala situacional de Miraflores con revisar su big data y mover lo que les queda de militancia tendrían posibilidades estratégicas de seguir ganando espacios en minoría. Los recorridos proselitistas de la revolución presentan un aspecto gris. El gobernante Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) está enfrentando conflictos de intereses para motivar a sus dirigentes comunales y promotores del voto en las zonas populares, antiguos bastiones rojos, rojitos. Comienzan a abundar spots publicitarios ofreciendo promesas y soluciones en la radio y la televisión, sobre la base de la mentira.
En síntesis, el régimen flota desesperadamente sobre la magia de los medios de comunicación para mostrar lo que no existe, lo que no han hecho durante 20 años en el poder central, esta realidad se articula perfectamente con las expresiones muy críticas de algunos dirigentes revolucionarios que afirman que el Gobierno de Calle o los programas sociales han sido “puro pote de humo”, esta situación se visualiza y se siente en el rechazo en los sectores hacia los líderes y funcionarios del régimen, además, es significativo como últimamente la mayoría del pueblo chavista no sale a recibir ya con emoción a su máximo líder Bolivariano Nicolás Maduro, gobernadores o alcaldes cuando los visita con todo sus equipos de alto gobierno para darle arranque algunos de los programas estratégicos de “Gobierno de Calle”. Esta postura no es más que una notable indiferencia hacia las diversas gestiones, según nuestros número es valorada en 85,1% de rechazo, inclusos en los sectores populares del país los estoicos revolucionarios se unen a los opositores, sin miedo se atreven a decir que viven de puras mentiras y algo más están pasando hambre… los estratos sociales D/E de la población que fue en mayoría fieles en su momento histórico al “comandante eterno”, valoraran según su percepción la gestión de Nicolás Maduro, como muy mala y sin expectativas en 85,5%. Si el país transita por una crisis profunda en lo económico, político y social, las diferentes crisis inician de manera hasta natural las configuraciones de las distintas turbulencias que emergen con fuerza en su momento histórico por el desespero de la gente al no ver una luz al final del túnel en sus exigencias existenciales.
Es relevante revisar en el análisis cuantitativo de abril 2013, mayo 2018 y diciembre 2020, Nicolás Maduro está atrapado en diversos nudos críticos, con una precaria popularidad y un capital político en decadencia, Maduro se encuentra dentro de un laberinto con una sola salida: Negociar. No obstante, Nicolás se muestre arrogante y revelando que mira los intereses exógenos para moverse construir narrativas ante una realidad política / electoral. Cualquier solución política a la crisis que transita el país debe moverse en las premisas de una negociación entre los mismos venezolanos, facilitada por los gobiernos aliados de Europa, Estados Unidos y organismos multilaterales; que se selle con unas elecciones libres, garantías del voto, competitivas, y transparentes.