Democracia, defensa de los derechos humanos y libertad de expresión frente al miedo que infunden los tiranos en el poder, constituyen tres ejes claves del pensamiento y de la acción de todo ciudadano que valore la libertad. Kadri Gursel, ex columnista del diario Milliyet, de Turquía, escribió un artículo donde cuestiona la manera en que el mandatario turco trata a los medios de comunicación independientes: “veo la muerte de mi profesión, el periodismo, con un profundo sentido de vergüenza…este es el asesinato de la democracia, cometido en silencio, pero sistemáticamente. La eliminación de la libertad de prensa significa la eliminación de la democracia. El sicariato contra estos medios de comunicación pone en peligro la poca libertad de expresión y libertad de prensa que queda en Turquía”.
Más adelante señala el comunicador: “no hay lugar para la libertad de prensa, por el verdadero periodismo, en el régimen autoritario y sociedad que está siendo construida por los gobernantes actuales quienes tienen una visión totalitaria del mundo. El poder político en el gobierno no puede tolerar la presencia de periodistas profesionales independientes y honestos en los grandes medios de comunicación”.
En los regímenes dictatoriales los medios de comunicación son instrumentos partisanos del poder político, dirigidos desde un único centro y la información que se emite, sale por los medios controlados y en cadena nacional. En un recorrido por países que viven las mismas calamidades del país asiático, Gursel sostiene que: “acusar de espía a todo periodista que se opone a las políticas del gobierno indica tener una mente enferma. Lo que es aún más preocupante en cuanto al futuro de nuestras libertades y democracias es el hecho que gente con una mentalidad paranoica y de conspiración, que solía ser considerada marginal, hoy amenaza y ataca a periodistas que son mordazmente rechazados por el gobierno”.
Distintos organismos internacionales, defensores de los derechos humanos, arremeten contra la actuación del mandatario turco, el presidente de Birmania o Myanmar y otros mandatarios, entre ellos latinoamericanos, que reúnen todas las características y elementos de una dictadura. Incluso, señalan, otorgándoles la concesión de haber llegado al poder por elecciones, todos ellos han dado sucesivos golpes de estado blandos, esto es sin desplazamiento general de fuerzas militares como fue la característica del Siglo XX.
Según expresan las organizaciones de derechos humanos y el Departamento de Estado Americano, estas formas autoritarias de actuación son en realidad “golpes de estado judicial, legislativo, administrativo, institucional, legalizados por las normas ilícitas que han creado para ese propósito”. Todos estos gobernantes, sin excepción, han suplantado ilegalmente la constitución política de sus países por una creada a su medida para concentrar todo el poder. Han introducido la reelección y modificado los sistemas electorales y jurídicos en su beneficio. También han sometido y/o reemplazado a los fiscales, jueces, magistrados y funcionarios judiciales y electorales y acabado con la libertad de prensa tomando control de medios de comunicación, a través de confiscaciones, compras forzadas o testaferros.
Los autócratas persiguen judicialmente a líderes políticos, dirigentes civiles, religiosos, periodistas, empresarios y ciudadanos y tienen presos políticos y exiliados. Estos personajes consolidan gobiernos de facto caracterizados por la falta de división e independencia de poderes y del estado de derecho. Establecen oscuros entramados de corrupción que les permiten autofinanciarse al margen de los presupuestos oficiales. Crean sistemas político-electorales, los cuales logran que, por procedimientos institucionales, sea casi imposible para la oposición quitarles el control del poder. Las esperanzas de democracia se atenúan a medida que los tiranos marchen hacia la condición de partido único en el que las instituciones sirven al partido en el poder y no al país.
Coordinador Nacional del Movimiento Político GENTE
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