Pese a que los mayores esfuerzos están destinados a combatir la pandemia y evitar la propagación del coronavirus, las autoridades internacionales no dejan de lado las investigaciones para determinar el origen del COVID-19. Esas investigaciones cada vez so más cuesta arriba, a medida que el régimen chino continúa obstaculizando cualquier tipo de acercamiento a la verdad.
Por Infobae
Más allá de la teoría del laboratorio, la principal hipótesis indica que el virus se habría originado en los murciélagos pero la comunidad científica busca descubrir si se propagó a los humanos a través de otra especie. Se cree que la enfermedad comenzó a propagarse en el mercado de Huanan, en la ciudad de Wuhan, donde se vendían animales silvestres de manera ilegal antes del inicio de la pandemia, según una investigación publicada en la revista Scientific Reports.
Por eso, para la Organización Mundial de la Salud (OMS), que envió un equipo de expertos a China, resultaba crucial examinar las granjas que suministraban animales salvajes a los mercados locales. Sin embargo, se encontraron con un gran problema: casi todos esos animales habían desaparecido por orden del régimen.
Los granjeros chinos que criaban o atrapaban animales salvajes para la alimentación, las pieles o medicinas tradicionales, tuvieron que matar, vender o liberar a sus animales por orden de las autoridades a principios de 2020, cuando comenzó la pandemia.
“El gobierno los compró y los hizo matar a todos”, declaró al diario Wall Street Journal Yang Bo, un agricultor de la provincia suroccidental de Yunnan, quien se vio obligado a despedir a todos sus trabajadores.
Los científicos sostienen que esa medida tiene sentido como precaución para evitar la propagación del virus. Pero antes de llevarla a cabo, se deben realizar exhaustivas pruebas a los animales y a los trabajadores. Si el régimen de Xi Jinping realizó tales investigaciones, por el momento no las hizo públicas.
Ante este panorama, el equipo de trabajo de la OMS y destacados científicos advierten que estos cierres están complicando significativamente la búsqueda del origen de la pandemia. Algunos consideran, incluso, que a esta altura resultaría casi imposible establecer si el virus se propagó a los humanos a través de otra especie.
Aunque la otra hipótesis que más fuerza cobró en los últimos meses indica que el virus podría haber salido del Instituto de Virología de Wuhan -o de otro laboratorio de la ciudad-, para la OMS y la comunidad científica en general la hipótesis más plausible sigue siendo la de un salto vírico de un animal a un ser humano. Por ese motivo, es de especial importancia realizar pruebas de anticuerpos a los criadores de los animales y a sus contactos. Pero el tiempo juega en contra de los científicos, ya que los niveles de anticuerpos desaparecen.
Peter Daszak, zoólogo del equipo de la OMS, dijo al WSJ que “las pruebas de infección en los trabajadores agrícolas serán mucho más difíciles de encontrar después de dos o tres años”. Epidemiólogos e inmunólogos aseguran que los niveles de anticuerpos pueden descender a niveles indetectables en unos pocos meses. Pero, apuntan, todavía es posible examinar las células T de memoria, un tipo de glóbulo blanco que indica una infección pasada, aunque eso representa un procedimiento bastante más complejo y difícil de desarrollar.
Tras su visita a Wuhan entre enero y febrero de este año, la OMS concluyó que lo más probable es que el coronavirus se haya originado en los murciélagos y luego se propagara a los seres humanos a través de otro mamífero. Las evidencias recogidas en el campo indican que posiblemente se trate de un animal vendido en el mercado de Huanan, donde se hallaron rastros del virus en los puestos de alimentos y en las alcantarillas.
A pesar de las pruebas halladas, los científicos que estudiaron los primeros casos de coronavirus consideran que el mercado pudo haber sido el lugar de “superdifusión”, pero no donde el virus se propagó por primera vez a los humanos.
Un estudio publicado el pasado 7 de junio reveló que en los 31 meses anteriores a diciembre de 2019 se vendieron más de 47.000 animales salvajes en los mercados de Wuhan. La mayoría fueron vendidos vivos en estrechas jaulas, lo que habría facilitado la transmisión del virus entre las distintas especies y los humanos. Entre ellas había al menos cinco especies susceptibles al SARS-CoV-2: comadrejas, visones, perros mapaches, civetas de palma y tejones asiáticos.
Aunque el informe de la OMS sólo menciona a un proveedor del mercado de Huanan -el criador de ratas de bambú-, las granjas locales han criado en el pasado otros animales salvajes y han tenido contacto con otros comerciantes de animales salvajes. Por eso, Daszak subrayó que “es fundamental seguir rastreando esas granjas”: “No se ha hecho al nivel que realmente necesitamos para decir definitivamente que ésta es o no es la vía”.
Maureen Miller, epidemióloga de la Universidad de Columbia, dijo que las pruebas en animales deberían haberse hecho antes para identificar qué especie podría haber infectado primero a un humano: “Probablemente ocurrió hace tanto tiempo que nunca sabremos qué animal fue”.
En enero de 2020, tras la propagación del coronavirus, el régimen chino ordenó la cuarentena de todas las granjas de animales salvajes. Un mes después prohibió el comercio y el consumo de la mayoría de esos animales, y progresivamente fue ordenando a los gobiernos locales que eliminaran la cría de 45 tipos de animales.
Las autoridades chinas informaron que no encontraron ningún rastro del virus en animales como vacas, cerdos, cabras y pollos tras realizar pruebas de PCR y pruebas de anticuerpos.
Miller remarcó que no está claro si los investigadores chinos realizaron pruebas adicionales en animales salvajes más allá de los que han hecho públicos: “No culpo a China de ser la fuente [de la pandemia] (…) Los responsabilizo por no compartir la información que tienen de manera oportuna, si es que lo hacen”.
“En el caso de las aves de corral, los cerdos y el ganado vacuno, el muestreo fue bastante exhaustivo. Para otros animales, las pruebas fueron un poco anecdóticas. Todavía no son sistemáticas”, declaró en mayo pasado Marion Koopmans, viróloga holandesa y miembro del equipo de la OMS.
Los científicos coinciden en que si no se identifica la fuente del coronavirus, a futuro podría ser más difícil evitar que el virus se extienda de nuevo a la población humana y, al mismo tiempo, hallar soluciones para que patógenos similares causen nuevas pandemias.