En el libro ¿DE DÓNDE VENIMOS Y HACIA DÓNDE VAMOS? Antonio Ledezma va directo al grano para resaltar que ya “no puede haber lugar a dudas de que la educación de calidad, es la buena educación que se imparte para la formación en la vida y para el trabajo. Es la educación la que permite cumplir uno de los derechos básicos de un niño venezolano y que así como anteriormente hablamos del número de barriles de petróleo que tenemos de reserva y cuantificamos las reservas que tenemos en gas, los venezolanos también tenemos que entender que la educación prestigiosa, la educación de calidad, la educación buena, es un bien público y que, por lo tanto, es una de las responsabilidades que tiene que asumir «como función indeclinable y de máximo interés, el Estado Venezolano». Ese concepto para mí, lo dice todo.
Pero hasta ahí no llegan las reflexiones de Ledezma, sino que desnuda la problemática que se deriva de los más de 100.000 niños que nacen anualmente y que son criados por madres adolescentes, ante ese panorama Ledezma se pregunta: ¿quién nos garantiza que esos venezolanos disfrutaran de ese derecho básico desde la etapa maternal, que estarán adecuadamente alimentados, que serán atendidos en instalaciones educativas en buenas condiciones y decentes, con aulas luminosas, pupitres, sanitarios, agua potable, pizarrones electrónicos y algo vital, educadores con vocación para el oficio, bien formados y mejor remunerados?
En el análisis crítico de Antonio Ledezma toma fuerza la conclusión que brota de esos cuadros antagónicos en que vivimos: “hay dos Venezuela diferentes, porque desgraciadamente no todos tenemos las mismas oportunidades, no existe la igualdad de oportunidades. Desde el punto de vista principista debería ser esa igualdad, una vía expedita para la justicia social, porque en este mundo usted puede ser blanco, negro, católico, agnóstico, pobre o rico, pero debe tener la oportunidad de recibir servicios de salud y una educación que le permita desarrollar sus habilidades y transformarse en un patrimonio fundamental de la nación; porque si ese niño o ese joven es educado tal cual como lo manda la Constitución Nacional, Venezuela contaría con talento humano que estará en capacidad de lograr el cometido de desarrollar integralmente nuestra economía”.
La narrativa de Ledezma se pasea por el fenómeno de la deserción escolar, la falta de recursos tecnológicos en nuestros institutos educacionales, la necesidad de apuntar hacia un Estado Federal Descentralizado que asuma responsabilidades en la educación. Ledezma se inclina por la reapertura de las Escuelas Técnicas, por la asignación de por lo menos un 7% del PIB para los planes educacionales, y asume como válida la estrategia de hacer de la carrera de la educación la mas competitiva y la mas atractiva, al mismo tiempo que se convierta a los educadores en el servidor público mejor remunerado y con un respetable estatus social.
Para Antonio Ledezma no habrá posibilidades de desarrollo humano y económico, si no hay una educación con calidad que sirva de base a los planes para que en Venezuela asumamos la tesis de la economía del conocimiento. “El talento humano es la gran riqueza, no el petróleo que es un recurso que se agotará”, insiste Ledezma en su libro. No tengo otra alternativa que decir que ese Gran Venezolano, ese Gran Guariqueño, Antonio Ledezma tiene toda la razón.
@CYsmayel