En 2006 comenzaron los estudios en el BCV para llevar a cabo una reconversión monetaria en Venezuela, la cual se inició el primero de enero de 2008, tras una intensa campaña de promoción durante 2007 para implantar el nuevo cono monetario, cuyo lema fue “un país fuerte, una economía fuerte, un bolívar fuerte”. En esa ocasión a la familia de billetes y monedas existente le eliminaron tres ceros. Esa reconversión monetaria se presentó por parte de algunos voceros del gobierno del entonces presidente Hugo Chávez como una medida para contener la inflación. Conviene recordar que ante la avalancha propagandística del BCV presentando esa reconversión como la panacea a la inflación, varios economistas levantamos nuestra voz diciendo que si bien era procedente realizar la reconversión debido a la desactualización del cono monetario como resultado de la inflación, era una irresponsabilidad decir que esa medida en si misma contribuiría a detener el alza de los precios.
El esfuerzo en términos de divisas sacrificadas para sostener artificialmente la tasa de cambio durante 2010-2012 estaba reventando la economía y era cuestión de tiempo para que se hiciera visible el colapso del modelo económico. De manera que cuando muere el presidente Chávez en marzo de 2013 la bomba de tiempo que era la economía venezolana en ese momento absolutamente desajustada, solo esperaba por un activador para que la inflación reprimida hiciera explosión. Eso comenzó a suceder a partir de 2014 cuando la economía entra en un ciclo del cual todavía no ha salido de alta inflación primero e hiperinflación después en medio de una contracción sin precedentes de la actividad económica.
Comenzó entonces un proceso paulatino de emisión de billetes de mayor valor nominal, pero no en las denominaciones requeridas debido el alza acelerada de los precios. De esta manera, ya en 2017 el billete de mayor denominación apenas representaba céntimos de dólar, lo que claramente exigía otra reconversión monetaria, en vista de la renuencia de Maduro a adoptar un programa económico con un mínimo de sensatez para detener la hiperinflación. Así, en agosto de 2018 se aplica la segunda reconversión monetaria, consistente esta vez en la eliminación de cinco ceros al cono monetario. Como ya era evidente que el bolívar fuerte había sido una ficción, al nuevo bolívar se le agregó el adjetivo de soberano. Nos tocó señalar que esa reconversión hecha en el aire, sin ningún programa económico que lo respaldara, correría igual suerte que la 2008, pero en menos tiempo. La hiperinflación desatada a partir de 2017, pero con virulencia en 2018, pulverizó el nuevo cono monetario. Llegamos a julio de 2021 y apenas tres años después se anuncia la tercera reconversión monetaria ante el hecho evidente que el bolívar se ha convertido en una moneda inservible. En esta ocasión estaría planteado la eliminación de seis ceros al como monetario.
Para que se tenga una idea de lo inflado que está la economía la tasa de cambio al 2 de julio de 2021 se situó en Bs/US$ 3.225.406. Si la reconversión monetaria se aplicase el lunes 5 de julio, la tasa de cambio sería Bs/US$ 3,23. Sin embargo, si agregamos los catorce ceros que le han eliminado al cono monetario (tres en 2008, cinco en 2018 y seis en 2021), la tasa de cambio se ubicaría en Bs/US$ 222.540.600.000.000.000.000, cifra esta literalmente impronunciable.
Para Venezuela el tema de fondo no es hacer otra reconversión monetaria sino la necesidad de implementar un programa económico, preferiblemente consensuado, para abatir la hiperinflación y reanudar el crecimiento de la economía. En cualquier caso, la discusión pertinente tendría que ser si se termina adoptando el dólar como moneda de curso legal, con todo lo que ello implica o si se diseña una nueva moneda nacional en el contexto de un amplio programa de reformas económicas.