“Betancourt se comunicaba con su partido en Venezuela
por medio de una radio clandestina que operaba en la
hacienda de José Figueres.”
Manuel Caballero
(“Rómulo Betancourt, político de nación”, Alfadil / FCE,
Caracas, 2004, pág. 282)
Durante los últimos 40 años del siglo XX, por más que se trate de adulterar el pasado, no hubo venezolano forzado al exilio por razones políticas, como regla. Es más, aún los alzados en armas de los años sesenta, en línea con los intereses cubanos de propagar las guerrillas, fueron perdonados y reincorporados al normal desenvolvimiento de la vida democrática; muchos de ellos se refugiaron en las universidades que mantenía el mismo estado. En momento alguno, ha ocurrido esto con el socialismo del siglo XXI que, para más señas, se inventó y aplicó el indulto para adornar sus elecciones, y, con ello, convirtió tan exigente dispositivo jurídico en un disparate. Dejémoslo claro de entrada, tampoco el exilio, de ese momento, fue tan masivo y dramático en toda nuestra vida republicana, como ocurre, hoy día, por motivos económicos y sociales. La diáspora del siglo XXI no es otra cosa que el desplazamiento monumental de compatriotas que buscan desesperadamente refugio en los más asombrosos confines del planeta.
Si de destierros políticos se trata, son infinitos los testimonios personales al respecto, pero pocas veces se ha estudiado casos como el de Rómulo Betancourt, quien varias veces se vio obligado a ausentarse del país, con la salvedad del largo retiro voluntario que dio en Berna para facilitar el desarrollo institucional del país, después del segundo ejercicio de la presidencia. Naturalmente polémico, creyó prudente y conveniente el retiro temporal para venir luego a ocupar a cabalidad la senaduría vitalicia que, por cierto, lo tuvo activo en la época de la nacionalización petrolera y su discreta incursión en la rutina política del país. Situación diferente al del perseguido en el exterior, objeto de atentados como los que probó Chapita Trujillo para quitárselo del medio en beneficio propio y en el de los gansteriles socios venezolanos. Betancourt era una voz ineludible en la defensa continental de la libertad y de la democracia al que le temía, por su capacidad, entereza, credibilidad, prestigio y honestidad. Vayamos al grano: era un referente ético, además del político y del intelectual que se sabía circunstancial y sólo, circunstancialmente,fuera del país.
Durante el periodo militar de Pérez Jiménez, Betancourt nunca dejó de estar en contacto, con la oposición clandestina a la dictadura. Sorteaba las inmensas dificultades para compartir ideas e iniciativas con sus partidarios, por cierto, de los más decididos en la lucha frente al oprobio. Utilizó con destreza mil maneras de comunicarse: cartas en clave, grabaciones discográficas y hasta una emisora que enviaba sus señales desde Costa Rica. Eran los medios de la época, con el riesgo de la intercepción de los mensajes. Lo importante fueron esos mensajes de nítida claridad, aún transmitidos en clave, política, ideológica y estratégicamente lanzados para e intercambio con los suyos.
Es válido, entonces, afirmar que este comportamiento revela la formación y la experiencia política del dirigente. Como ejemplo, puede mencionarse que, aunque le disgustaba la fórmula, dándole el tiempo la razón, influía y recomendaba la más adecuada táctica de alianza entre AD y el PCV para derribar al dictador; comentaba las consecuencias de las, por entonces, restricciones voluntarias de Estados Unidos ´para sus importaciones petroleras; exploraba otras posibilidades de alianzas que hicieran viable al país faraónico de una terrible injusticia social; seguía las cifras macroeconómicas más importantes; y le llevaba el pulso al desarrollo agropecuario. Además, conocía de la importancia de todas las voces, por lo que no dejaba de reunirse y de escuchar a los venezolanos que se encontraban en el exterior.
A juzgar por el presente, siento un enorme respeto,por una parte, de la dirigencia política que está trabajando en el extranjero, impedida realmente de entrar y salir por Maiquetía con tranquilidad que, además, sobrevive en lo personal como puede. Es loable el trabajo que desarrolla una Tamara Sujú, por ejemplo, moviéndose por aquí y por allá, manteniendo un contacto permanente con las redes digitales para dar cuenta de sus importantes diligencias. Sin embargo, no es el caso de otros liderazgos políticos partidista que, en la coyuntura que vivimos, y a pesar de contar con recursos electrónicos extraordinarios no supervisados o controlados por persona alguna, no son capaces ni siquiera de instruir con relativo acierto a los militantes disminuidos y confundidos, cuyos partidos están desarticulados.
A esto se le suma que el interinato tiene numerosos representantes diplomáticos en el mundo, incluso, reconocidos por gobiernos que prestan todo su apoyo pero, casi todos parecen unos jarrones chinos, incapaces de compartir con sus coterráneos. No hay duda que la diferencia con el Rómulo Betancourt del exilio, y sólo por citar un ejemplo, está en la formación, la experiencia y la propia vocación política. Por ello, sobre todo con Trump, eran más los muñequitos de torta que se exhibían que los hacendosos y comprometidos operadores políticos que esperábamos. Nada raro tiene que muchos de los que de vez en cuando envían declaraciones fatuas a los portales noticiosos venezolanos, estén metidos en negocios, ojalá legítimos, o en empresas asesoras de políticos latinoamericanos, basados no sé en qué triunfo o estudio académico para dichas asesorías, esperando que por un juego de dados caiga la dictadura venezolana en este siglo.
Esta es la realidad que vivimos y con la que tenemos que seguir adelante, porque para la reconstrucción de Venezuela todos hacemos falta. Tenemos que insistir en la inclusión de los que por causas políticas, personales o sociales tuvieron que salir del país; cada uno de nosotros debe poner un grano de arena y ayudar al cambio tan necesario y urgente que se necesita, Insistir, resistir y persistir conformación, fe, confianza y trabajo, pues no podemos esperar que la suerte sea la que genere ese cambio, sino nuestro aporte en la medida que cada uno pueda, dejando a un lado las apetencias personales que tanto daño han hecho a la política venezolana.
@freddyamarcano