Héroe trágico
La historia y vida de los héroes está marcada por la tragedia. Desde Aquiles, el más grande de los grandes de Troya, y su talón descubierto que lo llevó a una injusta muerte prematura; Bolívar, el Libertador de América, y la soledad final de sus últimos días de enfermedad, traición y muerte; o la de Gandhi, el gran alma (Mahatma) de la India, quien es infamemente asesinado por uno de los que le debió su libertad y destino, la lista es tan abundante como surtida.
No hay heroicidad sin tragedia, es innata a la condición de aquél que con sacrificio, entrega y devoción dedica su vida al ideal de la transformación de la civilización.
No hay un héroe que no sea trágico.
Víctima de ingratitud
Desamor, soledad, luto, encarcelamiento, traición, destierro, incomprensión, repudio y hasta crucifixión, entre otras variadas turbaciones, son signos que persiguen a todo heroísmo en su tiempo histórico, aunque después de muertos, años, muchos años después se les reconozca sus temeridades y glorias. Es sorprendente que, conociendo su destino trágico, padeciéndolo, el héroe igual siga en búsqueda de la consecución de su ideal. Por eso admiro tanto a los héroes, porque aún conscientes de su fatalidad ineludiblemente trágica, persisten en su afán.
Lidian con la adversidad exterior (que es de por sí superlativa) y con la interior, la personalísima, la que los hace víctimas de ingratitud, incomprensión e injusticia.
Sin embargo, sin héroes no habría ni habrá jamás civilización.
El peso de la humanidad
Sobre los héroes, sus desamores, soledades, lutos, encarcelamientos, traiciones, destierros, incomprensiones, repudios y crucifixiones, descansa el peso de la humanidad. He tenido la oportunidad única de conocer decenas de héroes en mi tiempo. No miento, cada vez que conozco uno en cualquier rincón del mundo me mueve una inevitable curiosidad, pienso: ¿cuál será la magnitud de su tragedia? No hay uno que no la padezca o la haya padecido. Sobreponerse a ellas es lo que los engrandece.
Hace falta una sensibilidad particularísima, mucha humildad y visión amplia del mundo y de la historia para reconocer y celebrar a un héroe de su tiempo cuando se le conoce.
No a todos se les da esa particular facultad que a los poetas colma.
El negado ideal de libertad
En sentido estricto, Freddy Guevara es un incomprendido héroe de su tiempo, ha dedicado su vida, desde niño, a la consecución de un ideal negado de libertad para Venezuela, por lo que ha sufrido todo tipo de adversidades, calamidades y dramas, y sin embargo persiste en su afán. Perseguido, vilipendiado y ahora encarcelado, Freddy, quien debió ocupar el puesto del presidente Guaidó en su momento, no pudo serlo (el presidente de Venezuela) porque el destino (y la tiranía, por supuesto) lo confinaron a la embajada de Chile como asilado político.
Hace días cuando ocurrió su encarcelamiento la tecnología le permitió exponer unas últimas palabras de reflexión que, a pesar del miedo, revelaron la grandeza de su espíritu frente a su tragedia.
En vivo y directo, Freddy mostró la serenidad y convicción del héroe.
El vencedor de Chávez
Freddy es uno de los mejores espíritus que he tenido la suerte de conocer en mi tiempo de vida. Su lucidez, entrega, convicción y singular nobleza lo distinguen especialmente. A diferencia de otros líderes, el joven dirigente de movimiento estudiantil venezolano, el único que logró derrotar a Hugo Chávez (a su corta edad Guevara fue uno de los estrategas de la victoria), es alguien que la mayoría aprecia y respeta (difícil cualidad en estos días de encono y desencuentro).
Su único afán –trágico, muy trágico– es la libertad de Venezuela frente a la tiranía más cruel y despiadada que hayamos conocido jamás. Cada segundo lo dedica a ello.
Por eso no exagero cuando señalo que con él la nobleza ha sido encarcelada.
El idealista empedernido
La prisión de Freddy, como fue la de Leopoldo López en su momento, nos une, motiva y exige a muchos a seguir activos y luchando, muchos que, como yo, frente al frustrante curso de los acontecimientos, las traiciones opositoras y las equivocaciones tácticas y estratégicas, nos habíamos marginado a la soledad del destierro. Quizá Freddy, ese idealista empedernido, ese caminante de cielos, lo sabía y nos lo advertía: “Vuelvo a Venezuela a acompañar al presidente Guaidó que está muy solo, lo hago por solidaridad y certeza. Tenemos que luchar. Si me encarcelan, muchos se reactivarán y unirán, el sacrificio valdrá la pena”.
Mucho quisiera que la tragedia no acompañara a gente que estimo y admiro tan entrañablemente, pero nos ha tocado luchar contra la más despiadada y cruel tiranía que ha conocido América. Los héroes existen y viven su tragedia, por eso prosiguen y luchan. Nada los detiene.
Freddy nos da una lección y nos anima a seguir, él ahora está preso como está presa Venezuela. La adversidad nos engrandece. Mientras haya aliento hay lucha. Yo sigo y espero que tú también lo hagas.
El destino es la libertad…