Cuando Fidel Castro llegó a Caracas, después del derrocamiento de Batista al que contribuyó, pero después arteramente monopolizó, lo recibió un parlamento recién electo lleno de ilusiones democráticas. Lo que no sabían los senadores y diputados venezolanos que lo escucharon en 1959, era que, a la vuelta de la esquina, trataría de exportar su trágica revolución, alentando y financiando las guerrillas. Derrotado acá, fue perdonado e, ingenuamente, se creyó que el régimen podría evolucionar hacia la libertad, pero el lobo disfrazado de lobo, embaucó al país que le tendió la mano y, en adelante, conspiró y armó ese tal Socialismo del Siglo XIX, parasitándonos hasta a mas no poder. Esta es la verdad que recorre a América y los peruanos de esta hora lo deben saber.
Cuando vuelve a Venezuela y le habla a la Asamblea Nacional, un 27/10/2000, con toda la aparente candidez que dice caracterizarle, recién electo Hugo Chávez, después de su constituyente, Fidel Castro lo retrata: “No lo digo ahora que es Presidente de Venezuela, adiviné quién era cuando aún estaba en la prisión. Apenas unos meses después de ser liberado, lo invité a Cuba con todos los honores, aun a riesgo de que los que eran entonces dueños del Poder rompieran relaciones con Cuba”. Obviamente, el barinés ya era el agente por excelencia del líder comunista y, seguro, apostó por él entendiendo que podía ganar Salas Romer. Ya había trabajado y planificado perfectamente el asunto. El anciano cubano, se hacía el gafo, asegurando; “Nunca le he pedido nada. Jamás le solicité que mi patria, criminalmente bloqueada desde hace más de 40 años, fuese incluida en el Acuerdo de San José; por el contrario, le ofrecí siempre la modesta cooperación de Cuba en cualquier área en que pudiese ser útil a Venezuela. La iniciativa fue totalmente suya”. Y, preventivamente, aclaraba: “También los enemigos y calumniadores parecen ignorar que Cuba eleva aceleradamente su producción petrolera y en un período de tiempo relativamente breve, se autoabastecerá de petróleo y gas”. Algo inauditamente mentiroso, el líder comunista, porque nunca hubo esa Cuba petrolera en la que la convirtió la parasitada Venezuela al mandarle con exagerada puntualidad el crudo que hoy hace falta en Venezuela, donándole generosas cantidades para mantener refinerías como la Cienfuegos.
Y como sabía que ya, en Venezuela, se sospechaba de esa alianza y confusión del castrismo y el chavismo, recurrió a un argumento formal, caracterizando como diferentes la revolución bolivariana de la cubana, al decir: “Habría que ser ignorante para encontrar alguna semejanza entre ambas Constituciones”. Cualquiera creería que tnía la razón, si no fuera porque ambos procesos son una misma cosa y el chavismo aprobó y celebró una Constitución, la de 1999, para violentarla hasta la presente fecha. Además, requetejuraba: “La cara de ese modelo de orden social se puede apreciar a la entrada de las grandes ciudades de nuestro hemisferio, repletas de barrios marginales, donde decenas de millones de familias viven en condiciones infrahumanas. Nada de eso ocurre en la bloqueada y difamada Cuba”. La represión y la censura impiden que se sepa la verdad en torno a las miserias de hace más de sesenta años en la isla que, ahora, explotan en la cara de Díaz-Canel y los maleantes que le acompañan, hacinada la población en viejos inmuebles (todos del Estado) para la vitrina habanera, mientras que el resto de la isla vive en condiciones infrahumanas con el Covid19 encima.
No faltaba más, quiso pontificarnos sobre la realidad venezolana. “Cuántos niños venezolanos – se preguntaba – habrían sobrevivido si a partir del proceso político iniciado en 1959, casi simultáneamente con la revolución cubana, en Venezuela se hubiese reducido la mortalidad infantil al ritmo y los niveles alcanzados por Cuba, que pudo reducirla de un estimado de 60 a 6,4 en el primer año de vida y de 70 a 8,3 en niños de cero a cinco años”. Hay que ver qué pasó con la salud de nuestros infantes, su alimentación y escolaridad, desde 1959, y lo que está ocurriendo en el siglo XXI con una crisis humanitaria compleja en Venezuela que los Castros escondieron por décadas infinitas. Faltando poco, hace de fiscal: “¿Quiénes mataron a esos niños? ¿Cuál de los culpables fue a la cárcel? ¿Quién fue acusado de genocidio? Las decenas de miles de millones de dólares malversados por políticos corruptos constituyen un genocidio, porque los fondos que roban al Estado matan a un incalculable número de niños, adolescentes y adultos que mueren por enfermedades prevenibles y curables”. Entonces, lo que ha ocurrido en la Patria de Bolívar es, con Chávez y Maduro a la cabeza, un perfecto genocidio.
No podía dejar de observar: “Cuba no cesa de ser utilizada con fines de política interna en Venezuela; ni cesan de utilizarla para atacar a Chávez. Incuestionable y eminente líder bolivariano”. Pero la verdad saló a flote por estos años sobre la cubanización de Venezuela, como la será de Chile, Perú y de toda la América que caiga en la emboscada de una estafa que es la del castrismo reencarnado.