Carros obsoletos con alto consumo de combustible y vehículos no tan viejos pero varados, cuyos propietarios no tienen dinero para repararlos, hoy día en distintos lugares del Táchira están siendo picados y convertidos en chatarra que se vende en la frontera colombiana a mil pesos por kilo.
Aunque la extracción de material ferroso no es un problema nuevo, la situación económica que vive el país con escasez de dinero para cubrir gastos del hogar, mantener en funcionamiento los vehículos, alto costo del combustible, creciente desempleo, bajos sueldos y la pandemia impulsan cada día a mayor cantidad de gente a rebuscar el sustento trabajando como picadores, recicladores o “chatarreros”.
Hombres y mujeres se ven a diario por la ruta hacia San Antonio conduciendo pesadas “carruchas”, motocicletas o carros cargados de metales retorcidos, piezas de carros, así como otros materiales estratégicos, que luego de ser pasados por trochas del río Táchirason vendidos en recicladoras del corregimiento de La Parada.
No es sólo chatarra
Para el profesor universitario y analista de asuntos fronterizos, Feijoo Colomine, la fuga de ese tipo de materiales hacia Colombia tiene muchos años. La diferencia es que anteriormente no era chatarra como tal, sino muchas veces maquinaria en perfecto estado, disfrazada de chatarra, para cuya salida se cumplía con los trámites de exportación.
Citó como ejemplo lo ocurrido hace más de 20 años con la Termoeléctrica de La Fría, Táchira. Cuando entra en funcionamiento la generación hidroeléctrica con la presa La Honda, esa planta queda fuera de servicio y es desmantelada pieza por pieza y llevada a Colombia para nutrir el complejo industrial Termoeléctrico de Norte de Santander.
De industrias cerradas también ha sido extraída maquinaria que está obsoleta por falta de uso y pasada, como chatarra al vecino país. Además del ferroso, se extraen otros materiales estratégicos como cobre, bronce, aluminio, plástico, papel, etc., para cuya adquisición la mayoría de las veces dañan a vitales servicios como los tendidos eléctricos, redes de fibra óptica que permiten las telecomunicaciones, así como también al patrimonio histórico de la nación.
A pesar que la legislación venezolana penaliza la extracción de los materiales considerados estratégicos, el contrabando continúa. La diferencia con el pasado, es que hoy sí está saliendo chatarra debido a la ruina del país e incremento en la cantidad de personas que se dedican a este oficio por la crisis económica en todos los aspectos, dice el analista Feijoo Colomine.
Sin dinero
Ante la falta de dinero para reparar carros accidentados y también por el alto consumo de combustible que tienen vehículos viejos, los propietarios optan por venderlos a personas que en grúa o “picados” los llevan hasta la frontera para comercializarlos como chatarra.
“La gente no tiene plata para arreglarlos, a veces son carros no tan viejos, pero que están fuera de circulación”, dice Alexis, un exfuncionario público que compra vehículos varados para negociarlos como chatarra.
Un vehículo pequeño completo puede pesar entre 900 y 1000 kilogramos. Dependiendo de si tiene algunas piezas de aluminio, como los rines, cámara de motor, caja, radiador, el costo del automotor para quien lo compra, bien sea para picarlo o llevarlo entero hasta la frontera, puede oscilar entre 600 mil y 700 mil pesos. Además del material ferroso y las piezas de aluminio, del vehículo extraen el cobre del cableado eléctrico. Para llevarlo picado, los chatarreros deben pagar entre 200 y 250 mil pesos en total en las diferentes alcabalas. “No es mucho lo que queda porque en las alcabalas cada día cobran más, pero no hay más nada que hacer. Aunque sea poquito hacemos algo para no quedarnos de brazos cruzados”, dice refiriéndose a la rentabilidad de la informal actividad. Otras personas llevan los carros enteros, en grúa halados por otro vehículo, para revenderlos como chatarra. También deben “cuadrar” el pase en los puntos de control.
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