Para Bolívar, los años de 1828, 1829, 1830 cuando muere, fueron años de derrotas políticas. Su liderazgo y mando desafiado por todas partes, en su propia patria venezolana. En Nueva Granada, Santander y en Ecuador conspiraban los anti-bolivarianos encabezados por un venezolano, Flores. Páez, Santander y Flores encabezaban, en sus respectivos territorios de influencia, una reacción al mando y autoridad de Bolívar que incluyó el intento de magnicidio, en Bogotá, y el asesinato de Sucre. Como consecuencia política de ello la anarquía generalizada y la próxima desmembración de la Gran Colombia, el gran proyecto geo-político continental de Bolívar y para el corolario necesario del proceso emancipador. El colapso político, anímico y físico de Bolívar, fue una agonía de tres años, que incluía una condena a muerte en Venezuela y un ostracismo y exilio inevitable, que la muerte frustra. Como ironía, muere en una hacienda de un español que le había dado generosa hospitalidad y asistencia para el futuro viaje al exilio en un barco inglés. Asistido por un médico francés, el héroe de América y de su libertad y emancipación, termina humillado y escarnecido por su propia gente, con las honrosas excepciones conocidas. Solo el tiempo y la posteridad se encargarán de restituirle al héroe su justo lugar en la historia. El Bolívar derrotado y deprimido de estos años, escribió quizás sus textos más lúcidos y autocríticos de la tragedia emancipadora. Pero el destino trágico de Bolívar no ha terminado, reivindicado y honrado por la posteridad, su nombre fue utilizado por cualquier aventurero buscando el poder.
Ser bolivariano se convirtió en una ideología oportunista para legitimar autócratas, muy lejos del pensamiento liberal e ilustrado de Bolívar. Páez inicia la tradición con la repatriación de los restos del héroe y el Panteón como templo de la patria e icono del nuevo culto. Los caudillos siguientes o amos del poder mantienen la tradición y con Guzmán Blanco y Juan Vicente Gómez y Pérez Jiménez con “su semana de la patria” (como escolar me tocó participar) la religión de estado alcanza sus cotas más altas.
Otra ironía de la historia, Bolívar mientras más citado más tergiversado. Hasta llegar al “bolívar- quinta republicano- y eventualmente socialista”, un personaje de la historia solo puede intentar explicarse en su contexto vital. En el caso de Bolívar es un protagonista de y en su tiempo (1773-1830) sin menoscabo de la influencia posterior de sus ideas. En particular, en el empeño de la fundación y construcción de una República. Con todo y la desviación autoritaria inicial, producto de la guerra y la anarquía. Para mí la herencia política de la Independencia, en clave del siglo 20 y 21, es el desarrollo de una república democrática, de ciudadanos e instituciones, de libertad y oportunidades. Respeto al Bolívar militar exigido por las circunstancias de su tiempo, pero el necesario hoy es el “Bolívar Civil”, el lector de Montesquieu, Voltaire y Rousseau. El que legó como herencia a la Universidad de Caracas su libro personal del Contrato Social de J.J Rousseau (expuesto de manera apropiada en el despacho rectoral de la UCV). Bolívar no puede ser una excusa para la barbarie, fue un ilustrado del siglo 18/19 y un signo de progreso.
La historia de una sociedad es siempre “hacia adelante” no un mirar miope hacia atrás. La contemporaneidad de Bolívar no está en “interpretarlo” a conveniencia sino en su poder simbólico de identidad y cohesión nacional de todos los venezolanos y en el compromiso, reiterado en cada época, que somos un pueblo para la libertad. Ese es el legado de Bolívar y su visión geo-política de un sub-continente que necesita fortalecer sus lazos de cooperación, más allá del nacionalismo fanático.
Visualizaba un continente americano de bloques geo-políticos. Estados Unidos, México y Centroamérica, La Gran Colombia, que incluía a Panamá y agrega a Bolivia, Brasil, El Cono Sur o Provincias de la Plata. Así se garantizaba el equilibrio de poder en el continente y evitaba las apetencias colonialistas europeas. La Independencia fue su “tarea”, quedó pendiente la República Federal y la Democracia, que era y es la tarea asignada a las generaciones siguientes y que no hemos terminado de honrar.