Pocas medicinas hay mejores que un buen descanso y es que dormir bien no se queda solo en la simple ventaja de pasar una buena noche. Más allá de eso, cualquier parte de nuestro organismo aplaudirá la tarea de recuperación que el reposo nocturno facilita, siendo una forma espléndida de que cuerpo y mente se pongan en sintonía.
Por JAIME DE LA HERAS / vozpopuli.com
Controlar todas las fases del sueño necesarias para que el descanso sea reparador, mantener una correcta higiene del sueño (entre las que se encuentran aparcar las pantallas antes de ir a la cama, no repasar la agenda del día siguiente o no hacer cenas demasiado pesadas) y procurar que nuestro dormitorio sea una suerte de refugio y no una distracción son parte de las tareas con las que lidiar.
Si cumplimos con ellas, no solo vamos a estar más despabilados a la mañana siguiente, sino que a largo plazo, el conjunto de nuestro cuerpo lo agradecerá. Lógicamente, importancia cobra nuestro cerebro y nuestra salud mental, vinculadas a un correcto descanso, y también, por extensión, a todos los matices y malestares musculares que estén asociados a un correcto reposo, pero no son los únicos.
Combatir la diabetes, reducir los riesgos de sufrir un infarto, poner freno a la hipertensión e incluso adelgazar (sí, has leído bien) es más sencillo si tus noches son totalmente plácidas, y te vamos a contar por qué.
Cinco beneficios de dormir bien y tener un buen descanso
Dormir es un arte y también un hábito. Pretender que, de la noche a la mañana, nunca mejor dicho, nuestro sueño se convierta en reparador y nos procure beneficios es una quimera. Necesita, como toda rutina, una constancia. De este modo, hemos de tener claro que descansar bien siempre tendrá ciertos enemigos naturales.
Los teléfonos móviles y las pantallas mientras dormimos (el vamping tecnológico), las cenas demasiado pesadas antes de marcharnos a la cama, las altas temperaturas, acostarnos enfadados o en estado de embriaguez, e incluso aparentes minucias como compartir cama pueden ser torpedos que dinamiten la sana relación que deberíamos tener con la cama.
Teniendo claro lo que debemos evitar, es hora de poner en claro qué ventajas más allá de las obvias puede tener el sencillo hecho de descansar bien.
Combatir la hipertensión
Todo lo que sean sobresaltos serán enemigos irreconciliables de la salud cardiovascular. De ella no podemos excluir a la hipertensión, una patología que es un riesgo añadido para sufrir accidentes cerebrovasculares y a los que, en cierto modo, podemos poner remedio si dormimos bien.
La clave está, apuntan desde Mayo Clinic, en dormir las horas suficientes. De este modo, dormir menos de cinco horas puede aumentar el riesgo de desarrollar hipertensión o empeorarla. Algo similar a lo que ocurre si solo dormimos entre cinco y seis horas. Por este motivo, la recomendación de dormir al menos ocho horas está asociada a la prevención de este tipo de patologías.
Insomnio o apnea del sueño se convierten así en enemigos naturales de la presión arterial, aumentándola en aquellas personas que tienen problemas para dormir, según una revisión exhaustiva de la revista Nature.
Perder peso
Dormir bien y a una temperatura relativamente fresca puede ser una forma de acelerar nuestro metabolismo. Gracias a este plus de velocidad, la pérdida de peso y la quema de calorías será más intensa, aprovechando así nuestras noches para adelgazar sin que apenas nos demos cuenta.
Los motivos son muy sencillos, ya que pocas horas de sueño hacen que nuestro metabolismo esté desubicado, produciéndose lo que se conoce como síndrome metabólico. Así, esta serie de alteraciones metabólicos se trasladan en obesidad visceral, alteración del metabolismo de la glucosa e hipertensión, como explican desde el Instituto del Sueño.
Por este motivo, un sueño correcto durante las fases 3 y 4, las más profundas, reduce esa presión arterial y disminuye el gasto energético, ayudando al metabolismo a reponerse con mayor facilidad.
Una bendición para tus ojos
Seguramente nunca hayas oído de la rodopsina, pero hoy te vamos a presentar a este pigmento presente en la retina ocular. De esta forma, estas células llamadas bastones se encargan junto a los conos de ser los fotorreceptores de nuestros ojos. Razón por la que un descansar correctamente por la noche les permite recuperarse del esfuerzo que se realiza durante el día, donde es habitual que obliguemos a nuestros ojos a fijar la vista.
Por la noche regeneramos a este pigmento, que es también una proteína transmembranal, que obtiene una mayor oxigenación y favorece así una correcta salud ocular, siendo una de las partes que más tranquilidad alcanzan durante la noche.
Tu piel lo agradecerá
Ojos y piel están en continua exposición a las inclemencias diarias, pudiendo muy pocas veces tomarse un respiro. Notar el cansancio de los tejidos, especialmente el facial, es especialmente palpable durante la noche, notando como la frescura del cutis se va marchitando a medida que pasan las horas.
Por suerte, las convenientes horas de descanso permiten que el flujo sanguíneo cutáneo aumente durante la noche, favoreciendo la hidratación y la regeneración celular, encargada de deshacerse de las toxinas almacenadas durante el día.
Pequeñas arrugas, ojeras, palidez, bolsas… Todos estos pequeños enemigos cotidianos se ven combatidos también por el aumento del colágeno durante la noche, el cual se encarga de recuperar la elasticidad de estos tejidos.
Luchar contra la diabetes
Durante la tercera y cuarta etapa del sueño, que se conocen como etapa de transición al sueño profundo, se producen los cambios metabólicos que antes hemos comentado a la hora de mantener el peso. En este momento también se restablece un equilibrio corporal donde el metabolismo exige una menor cantidad de glucosa, al no necesitar tanta energía.
Gracias a él, utilizamos menos glucosa, que se acompaña de una secreción natural de corticoides, los cuales contribuyen a la regulación corporal de los niveles de insulina. Del mismo modo, los niveles insulínicos derivados del páncreas se corrigen. Todo lo contrario a lo que pasa cuando dormimos poco, donde se elevan los niveles de cortisol, contribuyendo a un mayor pico glucémico durante la noche y pudiendo así repercutir en las posibilidades de padecer diabetes.