Los ataques del Estado Islámico (EI) en Afganistán deben terminar con la salida de las tropas estadounidenses del país o el nuevo gobierno reprimirá a este grupo, aseguró a la AFP un portavoz de los talibanes.
El grupo yihadista Estado Islámico-Khorasan (EI-K), que desde hace años está detrás de atentados mortales en Afganistán y Pakistán, reivindicó el ataque cometido el jueves en los alrededores del aeropuerto de Kabul, donde se encontraban miles de candidatos al exilio tras la toma del poder el 15 de agosto por los talibanes.
El ataque, que dejó cientos de muertos (de los cuales, 13 militares estadounidenses), llegó unos días antes de la fecha limite para la salida de las tropas estadounidenses, fijada por el presidente Joe Biden el 31 de agosto, tras dos décadas en el país.
El EI-K reivindicó también el ataque de este lunes con cohetes contra el aeropuerto de Kabul.
“Esperamos que los afganos bajo influencia del EI (…) abandonen sus operaciones en cuanto vean que se pone en marcha un gobierno islámico con la salida de las potencias extranjeras”, declaró el principal portavoz de los talibanes, Zabihullah Mujahid, en una entrevista acordada a la AFP este fin de semana.
“Si crean una situación de guerra y continúan con sus operaciones, el gobierno islámico (…) se ocupará de ellos”, avisó Mujahid.
Los talibanes prometieron la paz con su llegada al poder, después de que fueran expulsados hace dos décadas.
Estados Unidos llevó a cabo varios ataques aéreos este fin de semana contra objetivos del EI. El domingo, afirmaron haber destruido un vehículo cargado con explosivos que amenazaba el aeropuerto.
Unas incursiones que enfadan a los talibanes. “No tienen permiso para llevar a cabo este tipo de operaciones (…) Nuestra independencia debe ser respetada”, afirmó Mujahid.
El EI-K es la rama local del EI y desde hace años protagoniza ataques mortales tanto en Afganistán como en Pakistán, matando a civiles en mezquitas, escuelas y hospitales.
– “Problemas técnicos” –
Los miembros del EI-K son partidarios de una línea radical sunita similar a la de los talibanes pero divergen en el plano teológico y estratégico. Ambos grupos se disputan el protagonismo de la yihad.
Como símbolo de la fuerte enemistad que les opone, el EI calificó a los talibanes de apóstatas en varios comunicados y no les felicitó por la toma de Kabul el 15 de agosto.
A medida que avanzaban militarmente en las últimas semanas, los talibanes abrieron las prisiones, liberando sin el menor control tanto a sus combatientes como a los militantes del EI, una decisión que adquiere cada vez más la categoría de error importante.
Los talibanes, que se esfuerzan por mostrar una imagen de apertura y moderación, prometieron crear un gobierno “representativo” pero solo cuando las tropas extranjeras hayan dejado el país.
Las negociaciones en torno a la formación del nuevo ejecutivo siguen su curso.
“Es importante anunciar el gobierno, pero requiere paciencia. Estamos haciendo consultas para formar de manera responsable un gobierno”, explicó Zabihullah Mujahid, que habló de “algunos problemas técnicos” sin dar más detalles.
Sobre el terreno, el país funciona al ralentí. Bancos, servicios gubernamentales y otras instituciones públicas están, en su mayoría, cerradas. Varios funcionarios indicaron a la AFP que los talibanes les impiden volver a trabajar.
“Los estudiantes de religión” prometieron mejorar la economía afgana pero, sin acceso a la ayuda internacional y a los fondos guardados en el extranjero, el futuro de uno de los países más pobres del mundo se anuncia complejo.
AFP