La preocupación crece ante la falta de dinero en efectivo y el déficit de unidades de transporte público que complica el traslado de los enfermos hacia el Departamento de Malariología del Instituto Carabobeño para la Salud (Insalud), ubicado en Bárbula a unos 16 kilómetros de la zona, donde les suministran el tratamiento.
Por: Corresponsalía LaPatilla
Los habitantes del sector Las Marías, de la comunidad Trincheras, ubicado en el municipio Naguanagua del estado Carabobo, viven con un temor recurrente: ser picados por el mosquito flebótomo y sumarse a la lista de infectados con leishmaniasis, enfermedad que produce lesiones en la piel y, en algunos casos, fiebre, diarrea y tos.
Hace más de 5 meses, María Elena Burgos, habitante de Las Marías, presentó una lesión en el pie derecho. Pensó que solo era una simple picadura de zancudo, pero a los días el ardor y el dolor se hicieron más intensos y la úlcera más grande, por lo que decidió ir al médico. Allí le confirmaron el diagnóstico de leishmaniasis.
Desde entonces, la rutina de Burgos se repite cada ocho días. A las 5:30 de la mañana sale de su vivienda y camina alrededor de cinco kilómetros hasta la parada de transporte en Trincheras, donde espera hasta dos horas que pase un autobús que la traslade hasta Puente Bárbula, para luego caminar aproximadamente un kilómetro hasta el Departamento de Malariología de Insalud.
Aseguró que para que les suministren la inyección, los pacientes deben llevar jeringas y un par de guantes. En el hogar de Burgos viven cuatro personas, de los cuales tres de ellos también están infectados con leishmaniasis.
“Al verme el pie así lo que hago es ponerme a llorar. Entonces mi hermano me dice ‘quédate tranquila que con el tratamiento y poniendo de tu parte te vas a aliviar’, pero imagínate, yo en mi casa soy la única mujer, somos cuatro personas. ¿Quién me va a hacer los oficios? ¿Quién me va a hacer las cosas? Para mí es bastante incómodo querer hacer las cosas y no poder hacerlas. Tener que estar contando con los demás, por más familia que sea es incómodo, esperar que los demás le hagan las cosas a uno”, expresó al tiempo que su voz se quebraba.
Para Sergio Ramón Burgos, habitante de Las Marías, lo más complicado de estar infectado con leishmaniasis es la dificultad para llegar al centro de salud ante la falta de transporte público y la escasez de bolívares en efectivo. En ocasiones, ha dejado de recibir el tratamiento porque no tiene dinero para pagar el pasaje.
“A mí me tocaba el martes, pero como no estaba trabajando y no tenía pasaje, no fui. Me mandaron a buscar los médicos, entonces yo les mandé a decir que se aguanten hasta que yo consiga el pasaje para que me vean esto, porque ellos son los que saben (…) Hay que irse a pie a las 4:00 o 5:00 de la mañana hasta Trincheras, y de ahí arranca uno como a las 9:00 o 10:00 de la mañana para el hospital. Uno viene llegando aquí a la casa como a las 3:00 de la tarde”, manifestó.
Las Marías es una zona boscosa y húmeda del municipio Naguanagua. Sus habitantes viven principalmente de la agricultura y sembradío de ñame, yuca, maíz, caraota, cacao, entre otros rubros.
Cuando Sergio Burgos vio la pequeña roncha en su brazo, creyó que algún insecto lo había picado mientras hacía sus labores de recolección de la cosecha. Dos meses después la úlcera creció, por lo que optó por cubrirse con hojas de jobo y otras plantas, pero no mejoró.
Comentó que decidió ir al médico luego de que su hermano, quien tenía la lesión en un dedo de la mano, fue tratado. “Yo no quería ir al médico porque yo decía que eso era un zancudo que me picó o una garrapata (…) Después me mandaron a decir que podría perder el brazo, entonces me dio miedo y fui, porque si no hubiese perdido el bracito”, dijo.
Comunidad a la deriva
El miembro de la Red de Vecinos de Naguanagua, Adán Hernández, indicó que la población de Las Marías es de unas 348 personas. Según la data que manejan, en los últimos meses se han detectado, al menos, 54 casos de leishmaniasis en la zona.
Manifestó que los vecinos se sienten abandonados por las autoridades municipales y regionales, debido a que sus reclamos no han sido atendidos.
Hernández lamentó que no han recibido apoyo con la movilización hasta el Departamento de Malariología de Insalud. “Los vecinos de las Marías caminan 5 kilómetros para llegar hasta la parada de Trincheras, donde el transporte público es escaso, ya que las dos únicas unidades de transporte público siempre están dañadas. Este es un sector muy deprimido, la gente es pobre y no tiene cómo llegar hasta Malariología por la falta de efectivo”, dijo.
En caso de una emergencia médica, los habitantes de la zona no tienen dónde acudir debido a que el CDI y la medicatura de la comunidad no funcionan desde 2017. “Ya otorgaron el permiso para activarlo, pero Insalud no se ha dedicado abrirlo. Solo funciona el centro de rehabilitación, pero no hay medicina”, aseveró Hernández.
Para José Bolívar, quien vive en Las Marías desde hace unos 60 años, la comunidad está sumida en el abandono. El servicio de energía eléctrica falla a diario, el retraso en la distribución de gas doméstico puede extenderse hasta por seis meses y la señal de telefonía es deficiente.
“El CDI no trabaja, tiene cuatro años cerrado, el ambulatorio está cerrado. La luz se va todos los días, a mí se me quemó el televisor, la señal malísima. Nadie ha venido a hacer un mantenimiento en estas cosas, ningún organismo ha venido para acá, estamos a la deriva”, expresó.
Agricultores en riesgo
La doctora Heidi Mago, médico internista e infectóloga, explicó que la enfermedad se transmite del reservorio animal al humano por la picadura de insectos del género Lutzomia o flebótomos, parecidos a un mosquito que proliferan en áreas boscosas, húmedas y viven en los huecos de los troncos de los árboles. En las zonas rurales se conoce como angoleta o tarrallita.
Manifestó que la enfermedad afecta generalmente a los agricultores, leñadores y otros trabajadores que deben adentrarse en esas zonas para sus actividades, exponiéndose a la picadura del vector.
La especialista indicó que el tratamiento se basa en el uso de sales antimoniales pentavalentes como el meglumine (Glucantime®?) o estibogluconato de sodio (Pentostam®?). Destacó que es un medicamento que debe administrarse bajo estricta vigilancia médica, ya que es bastante tóxico. La ausencia de tratamiento puede favorecer la diseminación local de la infección y pasar a las mucosas.
Subrayó que no existen medicamentos preventivos, por lo cual es recomendable evitar la picadura del vector, usando repelentes y ropa cubierta de manga larga. Aclaró que el uso de insecticidas residuales no está planteado, dado que la zona de proliferación del vector es, por lo general, rural y boscosa. Según la infectóloga, las actividades de minería y tala de árboles también favorecen la aparición de los flebótomos.
Dijo que por sus características, la leishmaniasis nunca ha estado completamente erradicada, aunque es poco frecuente. “En Carabobo, la zona de San Esteban y sus alrededores, y el Parque Nacional San Esteban son área de casuística relativamente frecuente, ya que coinciden las características antes mencionadas de paisaje, reservorios, clima y vegetación”, sostuvo.
Apuntó que cuando hay un brote de leishmaniasis en una comunidad, los vecinos deben notificar obligatoriamente a las autoridades sanitarias para que tomen las medidas pertinentes para corroborar el diagnóstico y garantizar el tratamiento.
El equipo de LaPatilla se trasladó en dos oportunidades hasta el Departamento de Malariología de Insalud. Sin embargo, las autoridades no ofrecieron información oficial sobre el manejo de la enfermedad en Carabobo.