Para los investigadores se vuelven opacas las cifras más recientes del suicidio en Venezuela. Desde 2018 se hace inexpugnable la data para tener certezas al respecto. Además de la imposibilidad cierta de que esas mismas cifras oficiales puedan ser confiables. Pero se puede proyectar con facilidad y hurgar en la información en fuentes muy confiables para determinar los números concernientes al suicidio.
En medio de la cruda violencia actual en el país, la mayor parte si no toda la responsabilidad es directa del régimen que la impone desde el poder como un arma singular para garantizar su continuidad en el tiempo y el suicidio se eleva a numeros escalofriantes, desconocidos anteriormente en la vida republicana. Así lo demuestra un muy reciente estudio publicado en la revista Urvio, Revista Latinoamericana de Estudios de la Seguridad, en su número 31. El trabajo se denomina: ‘Una aproximación al estudio del suicidio en Venezuela” y lo realizaron Gustavo Páez, Yhimarina Trejo, Karina Rondón y Nilsa Gulfo. Da cuenta de la elevación de las cifras y de la incidencia de la problemática social en la decisión particular de quitarse la vida: “En Venezuela, el suicidio pasó de ser una decisión individual relacionada con diferentes factores de riesgo, a ser también un fenómeno de carácter social”.
Si bien conocíamos, por el Observatorio Venezolano de la Violencia, que el suicidio se incrementó en un 153% entre 2015 y 2018, se puede aventurar con mucha facilidad el hecho de que en los últimos años superamos los índices mundiales al respecto. Esto de por sí es alarmante. El no conocer los números con exactitud no es óbice para discernir lo que está a la vista en las informaciones diarias. En estos días un señor se lanzó de un puente en Táchira, lo que me motivó nuevamente a explorar un tema tan doloroso, por aquello de Camus en cuanto a decidir si la vida vale la pena vivirla o no, a propósito del existencialismo.
Y, como es lógico, lo normal es arrojar culpabilidades en estos casos a las crisis económicas generales e individuales, tal vez a una romántica pena amorosa o el padecimiento de una enfermedad. Todo ello puede ser cierto. Pero la verdad es que la situación compleja que enfrenta el venezolano: pérdida y distanciamiento de familiares, enfermedades desatendidas, soledad, depresión, incertidumbre hacia el futuro, desesperanza y situación profunda de hambre y precariedad, hacen un coctel infame que lleva a cerrar salidas, al ahogo: “En el caso venezolano, el problema va más allá de lo económico y trasciende a un escenario real y muy tangible de crisis humanitaria”.
No nos quepa la menor duda: el régimen con su accionar, imponiendo la hambruna, imponiendo la calamidad, ha incrementado en el país la violencia y el suicidio, parte sustancial de este acoso terrorista que vivimos los venezolanos. Se hace imprescindible que la Corte Penal Internacional se pronuncie, para que el mensaje mundial se convierta en pivote absoluto, en acción definitiva, para arrancarlos del poder antes de que nos arrebaten de cualquier modo la vida o nos obliguen a irnos a todos los demás, a quienes no le hacemos el coro al crimen.