La fascinante forma como se dispara el deseo sexual con una caricia en la piel

La fascinante forma como se dispara el deseo sexual con una caricia en la piel

Muchos dicen que el más importante órgano sexual en la mujer está en el oído, porque cuando ella escucha cosas maravillosas de su pareja se excita lo suficiente como para prepararse para una relación sexual. Pero ahora un grupo de científicos señala que no siempre es así. Una caricia suave puede ser una fuente igual de poderosa de deseo.

Por semana.com





Antes se creía que las caricias tenían un papel primordial en muchas relaciones sociales como, por ejemplo, la que se establece entre padres e hijos. Esto se dice porque en investigaciones se ha podido constatar que el ritmo cardiaco de un bebé se acelera cuando sus padres le acarician los brazos, lo cual da un indicio de que este tipo de gestos es placentero para el ser humano.

En dichos trabajos los expertos han identificado que las caricias y el tacto suave estimulan unos receptores nerviosos en la piel llamados también aferentes táctiles C. Estos responden a caricias suaves y lentas, y envían señales a las regiones del cerebro involucradas en la emoción y el placer.

Pero una nueva investigación encontró que en las condiciones indicadas también podrían propiciar una respuesta sexual. El estudio fue hecho por Ishamil Abdus-Saboor, investigador de la Universidad de Columbia en Nueva York, quien descubrió que estos nervios también promueven la respuesta sexual cuando una pareja se acaricia.

Para demostrarlo, el experto utilizó ratones de laboratorio que fueron genéticamente transformados para tener esos mismos nervios en la piel de los humanos. Es decir, tenían los aferentes táctiles C en su piel y él los activaba con una luz azul en lugar de una caricia.

Cuando estimulaba la piel con la luz, el experto y sus colegas notaron que las hembras arqueaban su espalda tal y como lo hacen ellas en el momento preparatorio a la cópula. Los ratones también tuvieron una descarga de dopamina en el núcleo Accumbens, una región que controla el placer en el cerebro.

Llamó la atención de los expertos que las ratonas a las que no se les introdujeron estos nervios, no llegaron a tener la misma reacción cuando fueron estimuladas con la luz azul. Cuando los ratones querían tener sexo con ellas, se mostraron hostiles y muchas trataron de evitar a toda costa que eso sucediera. Todo esto hace pensar que estos nervios sí son los que transmiten al cerebro el mensaje del sexo.

Aunque esto parece una obviedad para las muchas parejas que han experimentado en su vida el placer de una caricia, para los expertos es un gran descubrimiento. “No entendemos mucho acerca del mecanismo neural del comportamiento sexual, por eso es un gran hallazgo”, dijo Håkan Olausson a la revista New Scientist. Él, un profesor de Linköping University en Suecia fue uno de los primeros científicos en descubrir los aferentes táctiles C en la piel de los humanos en los años 90. Olausson advierte que este tipo de estímulo solo sucede con la persona correcta y en el ambiente indicado. Por eso, si un estímulo similar proviene de un amigo o de un hijo, el cerebro lo leerá de diferente manera. Placentero también, pero muy diferente.

Algunas personas, según el estudio, podrían tener más sensibilidad que otras en la piel. Por ejemplo, se sabe que quienes se someten a cirugías pierden esa capacidad de sentir sensaciones eróticas cuando se les estimula la piel.

Este descubrimiento podría ser de gran ayuda en las terapias sexuales, pues ya sabiendo de estos aferentes táctiles será más fácil para las parejas prodigar caricias donde mejor se reciben. Esto es, según los investigadores, en el antebrazo, el cuello, la frente y, por supuesto, los muslos internos. Todo eso sucederá especialmente si las caricias se dan de una manera suave y a la velocidad perfecta para estimular estos nervios. De hecho, algunas terapias sexuales se enfocan en ayudar a las parejas a explorar este gran órgano que se llama piel para conocer cuáles son los puntos que encienden la llama de la pasión.