Cierta argumentación, ligada a sectores empresariales asociados al oficialismo, vende desde hace mucho la necesidad de “chinización”, es decir, la de combinar como en China el control político totalitario por parte de una camarilla que aspira a la eternidad en el poder con la “liberalización” económica. La ruina de la estatización emprendida por el “Comandante Supremo y Eterno” solo podía mantenerse con precios petroleros excepcionales y hoy ni siquiera somos un país petrolero, ya fallecido, y con él su retrógrada concepción económica, se presentó la oportunidad a los admiradores del “Modelo Chino” de ofrecer su panacea.
Dice un refrán norteamericano que “la política lleva a dos extraños a una misma cama” y, en efecto, la cama del interés crematístico está llevando a un segmento del empresariado más venal, nacional y extranjero, a juntarse con el militarismo criollo. Surgen los bodegones, la importación de productos sin muchos controles y sin pago de impuestos, la dolarización de facto o transaccional, la criptoprivatización de propiedad pública y, claro, surgen los analistas especializados en el embaucamiento de la opinión pública para afirmar y reproducir en medios de comunicación que “Venezuela está en camino de recuperar la prosperidad económica gracias a las medidas del gobierno”.
La verdad es que Venezuela está lejos de resolver su crisis humanitaria, el modelo económico implementado esta diseñado para brindar beneficios a una exigua minoría y, gracias a este, la Encovi 2021 detectó que el 5% de la población recibe el 40% de los ingresos nacionales, es decir, ahora somos el país más desigual del continente (palabras mayores ya que América Latina es la región más desigual del planeta). Todo apunta a que el oficialismo se siente cómodo con esta situación, el primer síntoma de esa comodidad es la explotación de la propaganda de la evasión: tal es el caso del Bicentenario de la Batalla de Carabobo en la que se gastó millones en un monumento para conmemorar el pasado mientras en el presente los habitantes de los alrededores de la “pieza escultórica” padecen hambre y olvido o, aún peor, los recientes llamamientos rocambolescos para denunciar el “genocidio” de la conquista española hace 500 años contra nuestros indígenas mientras el Arco Minero acaba con la forma de vida de las comunidades indígenas del presente.
Uno de los aspectos más perturbadores de la “chinización” es que los que hasta ayer habían alzado la voz contra las expropiaciones y su obvio robo, quienes luchaban junto con los sectores progresistas y democráticos por la preservación de la libre empresa y la libre iniciativa privada, ahora, encontraron en este escenario tal comodidad que fácilmente se olvidaron de aspiraciones consustanciales a la “liberalización”, entre ellas: la libre sindicalización, la contratación colectiva, el dialogo tripartito y el derecho a huelga. Los derechos económicos no pueden ser recortados, estos son indivisibles como derechos humanos. Ciertamente, debe respetarse el derecho a la propiedad privada pero ese derecho seria insuficiente sin respeto por condiciones laborales que permitan un trabajo en dignidad.
Lógicamente, silenciar a los trabajadores puede ser, en el contexto autocrático, una agenda compartida entre todos los patrones (el patrón Estado y los patrones particulares). Es la agenda democratizadora la que deben abrazar los trabajadores, es la vigencia de la constitución la que puede permitirles luchar para no pagar con su esfuerzo y sacrificio la grosera prosperidad material que el 5% de la población se reserva egoistamente para si misma. Eso implica una mayor unión y organización de los trabajadores y obreros, la solidaridad intersectorial, la lucha por el salario, la huelga como instrumento reivindicativo, no ceder ante los explotadores que desean pagar con dos lochas el sudor de la frente del trabajador venezolano.
Alguien dirá que estos argumentos son incendiarios, que los trabajadores deben tener paciencia porque la prosperidad de los patrones correrá tarde o temprano “aguas abajo”, como si se derramara el vaso o las sobras cayeran de la mesa para beneplácito de los que somos considerados, con esos artificios lingüísticos, unos perros domésticos antes que seres humanos. La historia de las luchas sindicales muestra que de haber prevalecido la paciencia, la calma y cordura aún persistiera la esclavitud. Nada obtendrán los trabajadores esperando una regalo, todo se logrará por la lucha.
Julio Castellanos / jcclozada@gmail.com / @rockypolitica